Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
Autocaravanas
Ellas no tienen la culpa, libérrimas caravanas, de que no las mire como antes, con la curiosa fascinación que despierta la aventura nómada de sus moradores, en ruta por la Alpujarra, los Pirineos Atlánticos o cualquier paisaje impagable.
A decir verdad, hace tiempo que el vehículo-casa se me ha vuelto un pelín antipático: es escenario de felicísimas vacaciones, pero también de una injusticia absoluta por el atraco de la emergencia habitacional que corroe España, sobre todo donde la burbuja de la vivienda roza lo estratosférico.
Porque es intolerable e inasumible que personas que trabajan en hoteles, hospitales o colegios de lugares turísticos como Ibiza o Menorca se vean obligadas a dormir en campers si quieren que les sobre algún euro de la nómina (no son bulos ni informaciones falsas). Y tampoco se olvide nuestra asignatura institucional pendiente del esfuerzo, eficaz e incansable, a favor de las personas sin hogar, ni empleo, ni techo que hacen su vida en la calle, en las caravanas varadas de cartones y mantas y viejos enseres.
Por eso miro con reservas estas modas del turismo de autocaravana o de dormir en tiendas a precio de habitación de cuatro estrellas, porque no sé si con ello se está diciendo a las capas con menor poder adquisitivo que se conformen, no vayan a echar de menos la casa rural, el apartamento familiar y el hotel de las doradas épocas previas al empobrecimiento de la mayoría, ahora que, según detalla Guido Alfani, la riqueza maneja como nunca el flujo de calderilla que llegará a nuestros bolsillos.
Pero, también, desde otro ángulo, subirse a una autocaravana puede servir para reconquistar la libertad, la felicidad y la cacareada salud financiera que tanto se nos dificulta, cuando se observa a jóvenes como Iratxe Goikoetxea y Déborah García que le dieron la patada a empleos precarios y alquileres usureros para embarcarse en una vida nómada, pódcast y gata incluidos.
De cualquier forma, siempre ha habido sólidas comunidades nómadas, véase a los mercheros, y gente viajera que hace camino. Lo que es nuevo, y muy preocupante, es el modo sistemático y global de robar al ser humano su nido, sus raíces, su anclaje, para convertirlo en un débil peón de neoesclavitudes, las que se forjan en guerras y campos de refugiados, trata de personas y fronteras de contención frente a la desesperación migrante, desahucios y ejecuciones hipotecarias de todas las semanas y de casi el mismo fondo buitre al que la banca vende su cruel problema (porque han dejado que se pueda). A ver esa Unión Europea en qué sentidos regula, exige, prohíbe o se inhibe.
Todo lo anterior es presente. Pero, ¿y si la autocaravana acaba siendo el refugio o el estigma de los éxodos climáticos? Luchemos para que no sea.
No obstante, el campeón de residentes en autocaravanas es EE.UU., cuya realidad en ese aspecto -igual que con el fentanilo- parece distopía y muy alejada. ¿Tan distante?, ¿de verdad? Porque puede que, sin una acción, potente y sostenida en el tiempo, a favor de la vivienda y los niveles de renta, nadie sea capaz de asegurar que la epidemia estadounidense de sinhogarismo, con familias y trabajador@s pobres en furgonetas y ayuntamientos que hostigan, multan o cobran una millonada por aparcar autocaravanas, no termine también por cubrirnos de esa atroz desigualdad.
Si vas a comprarte una camper van, que sea para tu Grand Tour. Y antes de partir hay que ver, otra vez o por primera vez, Nomadland. Por la empatía, un tesoro infravalorado, al igual que las pulcrísimas estaciones de servicio.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
Sobre este blog
Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.
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