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El bueno, el feo y el malo

Enrique Merino

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Últimamente veo reflejadas muchas cosas del día a día en el mundo del cine y la televisión. No sé si será bueno o que estoy perdiendo perspectiva de la realidad.

Espero que todos reconozcáis el título de esta maravillosa película, que aunque cuando se estrenó muchos ni habíamos nacido, se convirtió en un clásico del cine western.

Veréis, hace años ya cuando peinaba pelo con gomina a la moda de la época, una noche con amigos de la infancia (los cuales aún siguen siendo pieza fundamental en mi vida, y gracias a whatsapp estamos todos conectados estando repartidos por toda España) perdía apuesta tonta. Tan tonta como equivocarme a la hora de identificar quién era el feo y quién era el malo. Sé que os puede parecer una tontería, pero cuando tienes 20 años y estás en pleno momento de pavoneo real, en este tipo de cosas no se puede fallar. Y yo fallé. Han pasado 20 años, da igual que reconociera el error: me sigue persiguiendo y me lo siguen recordando. Encima, perdí contra el que luego nombré padrino de mi hija mayor, con lo cual más sorna aún.

Quién era el bueno estaba claro, lo tenía identificado sin problema. Clint era idolatrado su papel y nunca me llevó a engaño. Pero entre el feo y el malo, su apariencia, sus similitudes, el carácter, me pudieron y me llevaron a engaño.

Nuestro día a día ya es difícil, muchas veces encontramos el obstáculo donde menos lo esperamos, pero desde luego para lo que no estamos preparados es para las decepciones personales. Es probablemente de los golpes más duros que nos pueden dar. Y si lo miramos desde un punto de vista empresarial, esto se multiplica exponencialmente.

Dentro del mundo de la empresa hay de todo, pero siempre habrá personas que no sean francas, que vayan con otra careta que te impida ver su verdadero rostro. Poder detectar quién es quién puede ser crucial en el éxito de tu proyecto empresarial.

Muchas veces he escuchado, o yo mismo he dicho, “qué decepción me he llevado con esta persona”. Ya puede ser un proveedor, un cliente, un colaborador, alguien de tu equipo o lo peor, un amigo. En este día a día nuestro, detectar quién es “el bueno, el feo o el malo” puede ser una tarea bastante complicada.

Reconozco que a mí aún me sigue pasando, y a veces me encuentro con que he vuelto a equivocarme a la hora de saber quién es cada uno. Y mira que considero que de las pocas habilidades que tengo, una de ellas es “calar” a las personas. Pero aún así, hay veces que me equivoco y confundo al “feo” con el “malo”, y para ese momento, ya es tarde. El verdadero “malo” ha revelado su ser.

Hace poco viví una situación así, en la que profesionales que participábamos en un proyecto, y en donde intentábamos trabajar en equipo para sacarlo adelante, uno, que todos pensábamos que era “el bueno” resultó ser “el malo”, pero de los buenos, de los que ni el mismo Lee Van Cleef hubiera podido caracterizar. Poco pudimos hacer, la vida empresarial está llena de personajes así.

Por eso, muchas veces es interesante que seas capaz de crear un personaje. No tiene ni mucho menos que ser un personaje con tintes maquiavélicos ni villanos, un personaje que te permita ocultar tu estrategia, que te sirva de escudo para no revelar toda tu jugada. No estoy diciendo que engañéis con el personaje, estoy diciendo que no poner encima de la mesa tus cartas de primeras te permitirá tener o al menos intentar tener una jugada en la manga en caso de que revele ese “malo” de forma inesperada. Es más, volviendo a la película, “el bueno” no deja de ser un cuatrero de buen corazón, que esconde el mismo bajo la apariencia dura y ruda de un forajido. Un personaje al que el propio Sergio Leone puso un cigarro en la boca (a pesar de que Clint no fumaba y odiaba el tabaco) para conseguir darle esa expresividad.

Busca tu personaje, estúdialo y moldéalo. Permítele que te ayude a interactuar y a estar alerta, a no dejar entrever tu jugada. No significa que seas el malvado, recuérdalo, solo que no permitas que te sorprendan y te dejen sin posibilidad de reacción. Porque recuerda que ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos. Porque el bueno era Clint, el feo Eli y el malo Lee, y yo llevo 20 años siendo la broma a la que recurrir de mis amigos de la infancia. Pero ellos llevan 35 años sabiendo de mi personaje y yo del suyo, no hay peligro.

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