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Vida sexual, ¡¡que buena!! ¿o, es mala? (II)

Tony Sanmatías

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¡Que no…, que no es mala, como antiguamente nos decían, sin no todo lo contrario, que está llena de beneficios saludables! Ya lo veréis… A no ser que corresponda a la indeseada o impropia.

Veamos: Una buena vida sexual es uno de los principales factores en la prevención de todo tipo de enfermedades. Sí, habéis oído bien, de todo tipo. Lo ha pronunciado la Organización Mundial de la Salud, la máxima autoridad en la materia, con lo cual la fiabilidad es total. Claro que, bien es cierto, que otra cuestión muy distinta es cuando existe un “aquí te pillo y aquí te mato” o hacerlo con cualquiera lagartona y “arreando” o con malas praxis por el medio, y no del todo. Al realizar el acto sexual, el sistema inmunológico se beneficia de la actividad realizada, de tal manera que la descarga hormonal que se produce durante el encuentro sexual aumenta la producción de células que combaten virus y bacterias. A la vez, el corazón se ve ayudado, igualmente, por los movimientos efectuados, con los que mejora la circulación sanguínea. De esta forma se previenen los riesgos de infarto, ya que los orgasmos disminuyen temporalmente las plaquetas responsables de la coagulación sanguínea. A la vez, las endorfinas liberadas relajan las venas y las arterias, facilitando el paso de la sangre en todo el organismo. Estas mismas endorfinas que se liberan con la actividad sexual provocan sensaciones de bienestar, placer y relajación, de ahí que tras el acto sexual se duerma mejor. Tal es así, que las endorfinas liberadas ayudan a borrar los síntomas de depresión. Por otra parte, durante los orgasmos suelen tenerse una pérdida de conciencia, desde luego que imperceptible, pero suficiente para que la mente lo utilice para descansar y recargar la memoria, reorganizando su información. De ahí que las personas con una mayor actividad sexual preserven mejor la memoria, incluso en edades avanzadas.

Por otra parte (y aquí es donde quiero llegar por estar imbuida la belleza), la piel es una de las grandes beneficiadas a la hora de practicar sexo, mejor dicho, cuando se realiza. De tal manera que, al activarse todas las hormonas mediante el acto sexual, las glándulas sudoríparas segregan más agua (o sudor), al mismo tiempo que las glándulas sebáceas, que son las encargadas de lubrificar la piel con su grasilla (sebum), se excitan ampliamente, enviando un cantidad mayor a la normal, siendo ambas glándulas las que ayudan a hidratar y a proteger la piel.

Por si fuera insuficiente para mejorar nuestra imagen, al aumentar los estrógenos en la mujer (de ser esta la pareja compartida), mejora sustancialmente la salud de sus cabellos, volviéndolos más suaves, gráciles y brillantes, aunque de igual forma sucede en el hombre. Además, durante el acto sexual se queman muchas calorías, lo que ayuda a combatir la indeseable celulitis, reafirmando a los tejidos de la  piel, ese envoltorio de cuatro metros cuadrados, aproximadamente, que por norma nos rodea externamente a las personas. Y ahí estamos, ya metidos aún más en el tema estético, que es otro de los temas principales al dirigirme a vosotras/os con este artículo, aunque no sea “por los pelos” precisamente, si no por lo que bien sabéis todos.

De cualquier manera, no olvidéis las caricias, toqueteos y meneos preliminares, que son los más placenteros y primordiales para procurar la debida excitación y poder llegar a tocar el cielo, ya que esta parte es muy rápida y corta, de ahí el hecho del “que aquí te pillo y aquí te mato” no sea donador de cuanto he comentado. Entre ello, destaco a los besos, esos que son más profundos y enroscados, capaces por sí solos de endurecer, por lo anteriormente comentado, a los músculos faciales, lo que logrará que las carrilleras no lleguen a ser tan blandas, fofas, como caídas sin remedio, cuando se llegue a mayor. Además, los besos son las palabras más silenciosas y bonitas que nos salen por la boca. Y no entro en más detalles, que para eso están los libros sobre los puntos clave para que no se resistan las desganadas, de igual manera que los más reticentes y aburridos a la práctica del sexo.

¿Os parece poco? Y todo, a pesar de que rama médica, por otro lado, certifica “que cuando la sangre va al músculo (que en este caso bien sabéis en cada cual de la pareja cual es), no riega el cerebro”, y entiéndase.

Pues bien, para que los efectos anteriores sean visibles, el sexo debe practicarse como mínimo dos veces por semana, debiendo durar los encuentros sexuales al menos media hora en cada ocasión. No obstante, el sexo debe ser deseado, pues si se trata de una obligación (¡ay, la desgana en algunas mujeres! ¡Me cachis…!), los beneficios no tienen el mismo efecto al no desencadenarse las mismas reacciones que cuando lo es verdaderamente sentido, y en especial de mediar el amor, que no la pasión solamente.

¡Ah…! Y olvidarse del tabaco, el estrés y la rutina sexual (y a veces tanto gimnasio, el footing u otros ejercicios físicos exacerbados, aunque si son moderadamente realizados nos ayudarán en la labor). Hay que estar siempre en forma y ejercitar el sexo sanamente y con toda la imaginación posible, que no es malo, si no todo lo contrario.

La semana que viene, como final, hablaré de la sexualidad en nuestros hijos, para que la entiendan sanamente y no equivoquen el camino a seguir con ella… ¡¡Veréis qué sanos y lustrosos serán de mayores!!

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