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Dos aliados de tu belleza: el secador y la plancha de pelo (II)

Tony Sanmatías

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¿Os habréis preguntado alguna vez por qué el calor le otorga al cabello cierta duración en función a la base en la que lo enrollemos o estiremos, de igual forma que se obtiene con una plancha de pelo u otra herramienta de similares características?

Pues, hoy, aunque hablaremos del secador de mano y de sus cuidados, incluso de algunos peligros que encierra de ser descuidadas en algunos detalles con él, quiero descubriros este secreto físico que es capaz de hacer que un cabello aguante la forma impresa por más tiempo, siempre de realizarlo bien y consecuentemente…

Al principio de mi colaboración en Cordópolis, ya os detallé que, en el interior de esta minúscula fibra llamada cabello, se encierran cientos de microfibrillas que son causantes de su forma y de extrema dureza y flexibilidad. De esta microfibrillas existen dos clases y, que por decirlo en idioma común, os detallaré que unas son fuertes y resistentes (de queratina dura) y otras, en cambio, las de queratina más tierna o laxa, son blandas y domables, aún dentro de cierta dureza. Las primeras solamente son dominadas, necesariamente, por medio de productos alcalinos, como los líquidos de permanente y alisadores, para reconstruirse, posteriormente, por dilatación oxidante, haciendo que la forma sea muy durable. Y las otras, contrariamente, pueden lograr doblegarse fácilmente con agua, siendo el calor del secado el que las fijará de manera parcial o por un determinado y mínimo tiempo, hasta volverse a humectar. Con el agua se separan y con el calor, al secarlas, se imprime la forma dada por el cepillo, pero con escasa durabilidad. De ahí el hecho que los peinados decaigan a los pocos días de su realización. No ha sucedido nada más que la humedad ambiental ha penetrado fuertemente en el cabello, además de la propia transpiración de la piel de la cabeza, el roce con la almohada al dormir y el mismo aire (que es el que ciertamente contiene la humedad) el que los hará desvanecer, mientras que el cabello recupera su original forma. No hay, por lo tanto, que exigirle más a un peinado. De ahí que el corte sea el determinante de una mayor duración, al quedar por más tiempo la ‘gracia’ del estilo en vuestro pelo.

Partiendo de esta base física, diremos que un buen secado con el secador manual, junto al tamaño de su cepillo, sea determinante de la forma. Y según el calor que le otorguemos, de su duración posterior, mejor si está húmedo el cabello y, con ello, esas microfibrillas ya están ablandadas de antemano, como predispuestas a ver violadas de su orinal formato, la misma que tienen ya por herencia genética y que milagrosamente se encuentra desde su misma su raíz a lo largo de todo el cabello, por cierto, a escasos milímetros de su salida al exterior.

Pero echemos mano de la historia y veamos, ahora algo que nos habla del secador de mano: fue inventado en Francia en 1890 por Alexandre Godefoy. En realidad, era una aspiradora adaptada para invertir su resultado. Lo ideó partiendo de la base de la bomba de aire de una aspiradora, pensando que esta, al crear un vacío que absorbe el polvo y el movimiento del motor calienta los gases de su interior, si le invertía las funciones, lo que antes aspiraba después echaría aire y, al revés, con la absorción. Fue entonces cuando Godefoy quitó el tubo de la entrada y lo colocó en la salida de aire caliente, naciendo así el primer secador eléctrico de la historia. Sin embrago, no era el de mano, sino uno de casco para secar el cabello con rulos.

Los primeros secadores de pelo portátiles fueron desarrollados en 1920 por la empresa Racine parece ser que por un tal Wisconsin, perteneciente a la compañía Universal Motor Company & Hamilton Beach. La idea nació de la conjunción de la descarga de aire caliente utilizada en la aspiradora (inventada unos años antes) con el motor de la licuadora (también desarrollada en Racine). Estos primeros secadores eran voluminosos, pesados y despedían poca cantidad de aire, pero en vista de sus resultados enseguida ganaron popularidad entre los consumidores.

Entre los años 1900 y 1940 se introdujeron las primeras novedades, como mandos para regular la temperatura y la velocidad del aire, los que divulgaron aún más el artefacto.

Este tipo de secadores se llamaron de pistola, y se transformó en el invento más sonado entre la población, presentando algunas variedades como el secador plegable, que era –y es- el utilizado para viajes.

Posteriormente, en el sector profesional existen diferentes compañías que producen secadores con un motor de larga duración y mayor potencia para garantizar una vida útil de acuerdo a las exigencias de su marca, lejos ya de echar solamente aire caliente y menos caliente, como aquellos de hace unos años. Sin embargo, no os equivoquéis en su elección, pues son muchos los que todavía se fabrican con estas sencillas características, a pesar de tener un diseño rimbombante que, posiblemente, os puede engañar para una buena elección. Pero el precio os sacara de dudas, de compararlo con otros de última generación.

Los secadores más costosos son los que os recomiendo adquirir. Merece la pena un pequeño esfuerzo para una herramienta tan útil y esclava de vuestra belleza. Los buenos, con los que no tendréis problema alguno, llevan incorporados, ya desde hace tiempo, una aislante interior de corriente, por lo que están protegidos de descargas eléctricas, además de llevar unos iones que neutralizan la electricidad estática producida por el calor –y con ello el desecamiento capilar-, electricidad en lo que participa el roce de los cepillos, haciéndolos prácticamente indomables. En ellos puede notarse un cuadrito que encierra a otro expuesto en su etiqueta exterior. Y, por si fuera poco, su carcasa está recubierta con tecnología de iones de cerámica, lo que brinda protección al cabello del calor seco y del secado excesivo, dándole al cabello, por otra parte, más brillo y consistencia. En estos, el componente calentador toma la energía eléctrica proporcionada por la toma de corriente y, mientras se calienta y convierte esta energía en energía por convección, en lugar de electricidad, algo que no se consigue con los llamados baratos, con lo cual, a la menor, revientan por su carcasa, lo que ya, por sí solo representa un peligro para desecharlos.

De cualquier manera, en ambas calidades, la cubierta externa y los interruptores suele ser de plástico grueso y cubren el ventilador y el calentador o resistencia. Los interruptores se encuentran sobre la parte que se sostiene con la mano, prácticamente al alcance de los dedos. En ellos veremos, generalmente, uno rojo y otro negro, correspondiendo el rojo al aire caliente, y el negro, al accionarlo, al aire frío. Consecuentemente, algunos de los más caros tienen interruptores para diferentes configuraciones de temperatura y ajustes de potencia, hasta cuatro posiciones. Estos pueden ser aprovechados para darles más duración a la forma, de tal manera que tendremos que trabajar con calor potente y, rápidamente, apretar el botón de configuración de aire frío, lo que hará que al recibirlo el cabello –sea alisándolo u ondulándolo- se fije con mayor fuerza y durablemente. En todos existen otros accesorios, como un difusor y una o dos boquillas para aplicar al tubo de salida. Por cierto, boquillas que no suelen utilizarse ni por la mayoría de profesionales, demostrando que, con tal falta de uso, están gastando más luz, amén de no dirigir un estrecho chorro de aire sobre el cabello para domarlo de forma precisa.

Sobre las precauciones a tener en cuenta son las mismas que rigen para las planchas de pelo: no utilizarlos descalzas ni sobre zonas humectadas; y no conectar ni desconectar a la corriente con las manos mojadas. Pueden ser muy peligrosos, incluso hasta mortales, sobre todo de existir agua en el suelo y estar sin calzar debidamente con zapatillas de goma-goma.

Otro caso grave es el que le corresponde a la limpieza de la entrada de aire, el que está en la parte trasera del secador, además de la parte delantera o boca del secador de mano. Ambas zonas deben de estar libres de todo tipo de pelusillas, algo muy propio de que se enganchen en ellas todas esas partículas de polvo flotantes en el aire, formándose una obstrucción, sobre todo en la trasera, que dañará, por una parte al motor y, por otra, al propio cabello por adquirir mayor calor al debido, además de más gasto de luz. Esta suciedad debe ser eliminada de inmediato con un sencillo lavado, siempre después de haber extraído de la carcasa la celosía metálica citada y haberla cepillado a fondo, igual que realizaremos en la parte delantera. No hacerlo representa una temeridad muy dañina, hasta el extremo que, de salir una pelotilla de polvo al rojo vivo o quemada por la salida del secador, puede, como han existidos casos, de dejar ciega a la persona al introducirse en los ojos, o como menos daños de perversa consideración. NO LO OLVIDÉIS.

Remontándome a la historia, recuerdo mis principios para la creación-adaptación de esta técnica inglesa, o broushing, junto a Llongueras, que revolucionó las cabezas de las mujeres españolas… ¡¡Si vosotras supierais qué secadores había!! Eran metálicos y muy sencillos. Pero, aún con todo y eso, fuimos capaces de promocionar una técnica, nacida en Londres, allá por 1.968. Y de ahí hasta ahora. Y recuerdo que eran muchos los fabricantes de secadores de casco, entonces los más utilizados para secar los marcados con rulos, los que temían que, de adaptar las mujeres la moda a broushing, dejarían de vender los de casco. Pero no fue así, todos se equivocaron de la a la z y ambas técnicas se complementaron para cumplir con la función de poneros más guapas y atrayentes. Sobre todo la utilizada con el secador de mano, que es capaz, de hacerlo bien y dominar ampliamente su técnica, no solo de alisar como la mejor plancha de pelo, sino, de respetar al cabello mejor y con mayor consecuencia, y más con los productos actuales de terminación existentes. Ahí queda el dato… para quien lo quiera.

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