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Reposta gasolina ¡y corre!

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Vanesa Cortés

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En tres días, ¡tres días! de escapada de fin de semana, no he encontrado más que un producto saludable para un “por si acaso” en una gasolinera. Y puedo decir que hubo varias paradas en el recorrido y que realicé una búsqueda concienzuda para luego poder referir, que no es lo mismo que criticar.

Casi todas las estaciones de servicio siguen el mismo patrón según de la compañía que sean, pero aunque cambie el continente, el contenido de las estanterías suele ser el mismo.

Nada más entrar te das de frente y casi sin poder evitarlo con un expositor lleno de bollería industrial que contiene todo tipo de mini bollos, galletas, paquetitos de mini magdalenas y demás productos ultraprocesados con envoltorios llamativos y engañosos reclamos publicitarios que les atribuyen supuestas propiedades beneficiosas. Con solo mirarlos, las venas se te van poniendo duras por momentos, notas cómo las arterias empeoran y el páncreas se echa a llorar por la cantidad de insulina que tiene que producir. Pero… esto no acaba aquí, al darle la vuelta a la estantería te encuentras con la casa de la bruja de “Hansel y Gretel” repartida en varias bolsitas de colores, las tejas por un lado y los bastones por otro al alcance directo de nuestros infantes.

En el siguiente mueble están situados y por orden de “originalidad” los aperitivos salados, es decir, patatas fritas y derivados, ricas en sal, acrilamida, aceites refinados, aditivos y potenciadores del sabor. Casi me da un síncope cuando vi bolsas de frutos secos, pero mi gozo duró poco, pues eran todos mega procesados y enriquecidos con sabores artificiales y azúcares. Y digo yo, con lo buenas que están las nueces con su sabor a nueces, ¿por qué puñetas hay que bañarlas en caramelo y glutamato?

En una esquinita están las máquinas de café donde hice una paradita para recomponerme de lo visto hasta el momento, y me tomé un café solo sin azúcar porque señores, si uno educa el paladar, no es necesaria el azúcar añadida y tampoco los edulcorantes.

Las siguientes vitrinas, expositores, frigoríficos y congeladores, contienen helados industriales que tienen en su haber reclamos como “sin lactosa” o “sin azúcar”, como si esto los hiciera más saludables; refrescos y bebidas energéticas llenitas de azúcar; sándwiches de dudoso contenido y paquetes de embutido cuyo objetivo es ser el relleno de ese pan elaborado en un “punto caliente” que tiene de artesanal lo mismo que las croquetas caseras que encontramos en la sección de congelados del súper.

En conclusión, me tomé un café, compre agua y en la siguiente parada adquirí chocolate de la Alpujarra mínimo 85% cacao que estaba de muerte.

Ante esta barbarie para la salud propongo bolsas de frutos secos naturales o tostados, sin aditivos; pan de los pueblos de la zona, que digo yo que los hay cercanos y que si es del de toda la vida dura varios días; gazpacho fresquito; y si el viaje va a ser largo, echar unas piezas de fruta y unos frutos secos desde casa, que no ocupan mucho y son la mejor de las opciones. Y por favor, parad de vez en cuando, caminad, respirad aire puro e hidrataros un poco.

Y por supuesto, conducid con cabeza.

“Vísteme despacio que tengo prisa”. Refranero popular.

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