La hipérbole 'boomerang'

La política se ha convertido en una hipérbole permanente. La búsqueda del relato, del titular, de la noticia más leída que logre convencer a unos futuros votantes, lleva a la continua exageración. Se circula tan rápido que se corre el riesgo de pasarse de frenada y acabar estrellado.

Es lo que ha ocurrido en Sevilla durante esta semana, cuando un grupo de caseteros alentados por los políticos más exagerados de Vox siempre dispuestos a atacar al Gobierno a cualquier precio han tenido una especie de hipérbole boomerang. Los caseteros anunciaban una mal llamada huelga cuando lo que proponían era un cierre patronal por, decían, los efectos de la Reforma Laboral sobre su negocio: que sus trabajadores no iban a poder empalmar jornadas interminables durante toda una semana.

De repente, oiga, hemos descubierto que en este casino se juega y que durante décadas se ha decidido mirar para otro lado con las condiciones que tenían que soportar los trabajadores de nuestras grandes fiestas: sin contrato, cobrando en negro y trabajando mañana, tarde, noche y madrugada. Los caseteros han logrado demostrar que muchos, no todos, afortunadamente, explotan sin complejo alguno a los trabajadores.

Gracias a su polémica inventada nos hemos enterado de que la jornada de ocho horas se aprobó en España hace más de un siglo. Y gracias a ellos hemos descubierto que aún sigue quedando un reducto importante de explotación laboral delante de nuestros ojos, en el lugar en el que vamos a pasarlo bien, a desconectar de todo y a divertirnos.

Conozco a muchos caseteros y conozco a muchos que sí que tomaron conciencia hace años, que prefieren ganar menos para que sus empleados estén bien. Suele haber una prueba irrefutable para descubrirlos sin ser inspector de Trabajo: aquellas casetas donde repiten los camareros, donde cuando vamos con la cuerna y pasamos más horas de las debidas en la Feria vemos que el que te puso el primer rebujito no es el que te está preparando el bocadillo de lomo ya con las claritas del alba.