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El gran ERE

16/05/2016/ (Oficina del Portavoz del Gobierno. Foto: GC)  Fotografía oficial de la Junta de Andalucía, se pone a disposición solamente para su publicación  por las organizaciones de noticias y/o para la impresión de uso personal por parte del sujeto (s) de la fotografía. La fotografía no puede ser manipulada de ninguna manera y no se puede utilizar en materiales comerciales o políticos , anuncios ,correos electrónicos, productos, promociones que de ninguna manera sugiera aprobación o respaldo de la Junta de Andalucía.

Alfonso Alba

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Hace muchos años, un líder nacional de la izquierda española me dijo en una entrevista que él creía en el sentido griego de la democracia: El ciudadano que es elegido por sus compatriotas para un periodo de tiempo concreto y finito para que se ocupe de la cosa pública. Luego, cuando su tiempo pasa, el ciudadano vuelve a donde estaba. Con sus matices, claro. Y con el idealismo de que ni en la antigua Grecia aquello era exactamente así.

En Andalucía, ese sentido griego de la democracia era formal, pero no de hecho. Al menos un millar de cargos eventuales y políticos se habían convertido, de facto, en indefinidos. En un trabajo que parecía que era para toda la vida. Pero ha hecho falta unas elecciones, una inesperada derrota electoral, para que todo se venga abajo como un castillo de naipes. Toda una estructura, una grasa política que en su momento funcionó a la perfección pero que ya daba síntomas de agotamiento, se va a convertir en carne de lo que la periodista andaluza Lourdes Lucio calificó como “el gran ERE”. Y será normal.

En Andalucía ha ganado la derecha. El bloque de la derecha, me explico. Hace pocos años que el centro ha desaparecido y la política en España se mueve por dos bloques claros, unos más moderados y otros mucho menos. El bloque de la izquierda suma menos diputados en Andalucía que el de la derecha. Es algo aplastantemente simple.

Al principio de la democracia, cuando se diseñaron las instituciones, se hicieron pensando en lo que acaba de ocurrir: que un partido perdiese las elecciones. Pero era algo que no había ocurrido en 40 años, por mérito de unos y demérito de otros. Pero no había pasado. En este tiempo, algunos de los que entraron en el primer mandato como eventuales han logrado hasta jubilarse en el cargo.

La Junta, como estructura, ha crecido tanto que ni sus propios gobernantes saben exactamente cuántas fundaciones y agencias públicas hay. De hecho, es imposible, y es algo que los periodistas hemos preguntado, conocer el número exacto de trabajadores que el próximo 16 de enero cuando el Parlamento elija a Juanma Moreno como presidente cesarán en sus puestos. Imposible. Y alucinante.

Tan enorme es la estructura de la Junta de Andalucía que ni PP ni Ciudadanos tienen cuadros para ocupar tantos cargos como quedarán vacantes. Y, ojo, comentarán el error de cesarlos a todos. Como en la Transición, será imposible gobernar la Junta si antes todos esos cargos intermedios acaban conociendo bien la estructura, esa grasa que hace que funcione la institución pública más poderosa de Andalucía.

Desde el PSOE se sostiene que se hará un traspaso de poderes normal e impoluto, pero los socialistas aún no han felicitado a la nueva presidenta del Parlamento, Marta Bosquet. La derrota ha sido tan inesperada que cuesta asimilarla. Pero peor que el 2 de diciembre será enero, cuando toda esa inmensa estructura de poder cambie de manos y protagonistas. Ni las victorias son eternas. Ni las derrotas son para siempre.

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