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La medalla

Alberto Almansa

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Al juez condecorado no se le ocurrió pedir un contra análisis de los restos encontrados en la hoguera de las Quemadas. A su señoría le bastó la pericia policial infalible, incuestionable y siguió ordenando levantar la parcela una y otra vez. No tenía nada. Antes descorrió el telón a plena luz del día y exhibió a la presunta fiera ante reporteros ávidos de captar al monstruo indefenso, tras emular  presuntamente a Saturno, y mortificar para la eternidad a quien lo había rechazado en el más salvaje de los machismos conocidos.

El juez distinguido, escribió en su auto de procesamiento que “la investigación policial pasaría a los anales como una de las más profesionales y complejas de la historia criminal en España”, una vez sabido que el esclarecimiento del caso se ha debido a una conversación informal de  dos colegas que buscan testigos fosilizados del franquismo en las tapias y cunetas del solar patrio.

Su señoría no tiene además reparo en entregar al reo a la justicia popular a sabiendas de que la sentencia ya está dictada, porque no va a encontrar a nadie que desconozca todos los pormenores de un caso del que los medios de comunicación han informado profusamente en este año trágico para las dos familias afectadas por el presunto crimen.

Un juez que recibe una medalla al mérito policial,  al que otro ex juez, Garzón, le dijo una vez certificada la procedencia humana de los restos, “que hay que estar más pendiente de la operación  y dirigirla con más diligencia”, máxime cuando la policía no hacía sino dar palos de ciego en una investigación eterna que mantuvo la agonía en las familias de los pequeños y sembró falsas esperanzas cursando incluso una orden de búsqueda a través de la Interpol.

La medalla concedida se devalúa, cuando no tapa la cadena de errores que han ido sucediéndose en este triste episodio de la crónica negra española. La condecoración persigue echar tierra sobre la policía científica y sus forenses fallidos, amortiguar el espectáculo en el que han convertido esta tragedia y fortalecer sin fisuras a la autoridad judicial y policial que de la mano han convertido a este suceso como uno de los que pasará a la historia de la criminalidad española por su investigación chapucera.

Se comprende así que las autoridades policiales y gubernativas hayan agradecido a la madre de los dos críos que  “haya confiado en las instituciones durante la investigación del caso” y no los haya denunciado por incompetentes al alargar casi durante un largo año el mayor de los sufrimientos que puede tener una madre: perder a sus hijos. Tal vez, lejos de la celebración y el autobombo podrían todos pedir a la familia destrozada un sincero y profundo perdón.

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