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El Sistema

Manuel J. Albert

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El Sistema adora a los autónomos. Somos baratos. Nos gusta trabajar sin un horario fijo. Detestamos las vacaciones. Y raramente nos ponemos enfermos. No generamos ningún gasto para las empresas o las administraciones. Y lo hacemos por el bien de El Sistema. Tampoco nos gusta que nadie nos abone pagas extras en Navidad o verano. No sería justo. Con el seguro de desempleo ocurre lo mismo. Si me quedo en paro, ¿por qué va a salvarme nadie con un subsidio? Sería denigrante para todos… Sin duda, si existe un empleado modelo para El Sistema, ese es el autónomo.

Nadie me obligó a ser autónomo. Empecé porque quise. Tampoco tenía más posibilidades, pero me pareció una buena salida. Trabajar solo, en casa, lejos de jefes y gritos de redacción. Además, en mi caso, se puede -o se podía- vivir de una confortable forma espartana, que es como nos gusta vivir a los autónomos.

Eso sí, cuando un mes la cosa no va muy bien, a veces uno tiende a caer en la debilidad, la desesperación y, finalmente, en la enajenación y la estupidez. Tanto, que en mitad del delirio, llegas a pensar que, en un tiempo no muy largo, puedes terminar siendo contratado y convertirte en todo un asalariado con nómina regulada y extras puntuales.

Pobre vago imbécil. Con la fiebre, se olvida que si todos aspirásemos a semejantes privilegios, a unos derechos injustamente logrados tras años de engaños, coacciones y embustes de la clase trabajadora, El Sistema -que solo vela por nosotros y fuera del cual no existe nada- no tardaría en colapsar. Y eso es, de hecho, lo que ha estado a punto de pasar. Presa de una buena intención que casi le mata, El Sistema nos ofreció su mano. Y nosotros le cogimos el brazo. ¿Educación pública gratuita? ¿Sanidad universal? ¿Un estado social? ¿Estamos tontos? No podemos seguir viviendo tan bien, como dijo aquél...

Por eso, El Sistema, que sabe realmente lo que necesitamos, se ha fijado en los autónomos. Su ejemplo a seguir. No hay necesidad de un contrato indefinido o un puesto fijo. Por tanto, los Expedientes de Regulación de Empleo, tan traumáticos para los trabajadores y, especialmente, para los patronos, dejarán de existir.

Con la generalización del sistema de autónomos, los trabajadores libres gozarán del honor de tratar de tú a tú a las grandes empresas, corporaciones y multinacionales. Sin sindicatos molestos que interfieran las relaciones. Sin compromisos. Así, cuando una de las dos partes decida desvincularse de la otra, no habrá

contraprestación alguna para nadie. ¿Para qué? Este es un país libre.

Con nosotros los autónomos marcando el paso dictado por El Sistema, cada uno disfrutará solo de lo que le corresponde y es justo. Al fin. Cobrará en función de lo que facture. Ni más ni menos. Y tendrá acceso a la educación y la sanidad que pueda pagar. ¿Qué más queremos? ¿Desempleo? ¿Pensiones? ¿Vacaciones pagadas? ¿Bajas por enfermedad? Venga, que somos autónomos... Y algún día, seremos autómatas.

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