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Alegato en defensa de las despedidas de solterxs

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Ángel Ramírez

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Cuando Warhol pintó en 1962 sus latas de salsa de tomate Campbells ya sabía que en 2016 las cordobesas y cordobeses nos divertiríamos trasegando cerveza en la plaza de La Corredera luciendo una corona de pollas de colores con luces intermitentes. En los 32 lienzos del autor,  que  sufrió en su infancia  la corea de Sydenham , el conocido como baile de San Vito, ya estaba escrito que después de las latas íbamos nosotros, que nos convertiríamos en obras de arte vivientes, las únicas ya con interés, todo lo demás sería arqueología y fetichismo.

Desde el inicio de la Semana Santa allá por el siglo XV no ha habido una iniciativa masiva de performance popular como las despedidas de soltera, ni una plasmación del dadaísmo, ni una liberación estética y sexual como ésta. Las despedidas son la carta de existencia del mundo queer, la generalización de lo trans, la recuperación sesentayochista del espacio público, la arena debajo de los adoquines, la expresión batailleiana de la parte maldita, el delantal y el huevo frito convertidos en iconos, Martirio popularizada.

Amigas, y mi propio sentido común, me dicen que hay mucho de machismo, gregarismo y cutre-rito de paso, y no lo niego, pero nunca pensé yo que la liberación iba a mostrar a personas equilibradas, ecuánimes y justas. Lo cierto es que tras ser portada de la prensa local o trending topic en las redes disfrazada de pene gigante en las Tendillas o cortando el tráfico en la calle San Fernando, la vida no puede más que mejorar. Todas y todos deberíamos hacer algo así de vez en cuando, seríamos  más libres y valientes, y pasear por la ciudad se convertiría en una experiencia onírica muy de las películas de Allen, en la que podríamos entablar conversación con todo tipo de miembros sexuales, un buen camino para empezar a resolver problemas.

Por no se sabe muy bien qué prurito esteta a los modernos les ha dado por meterse con las despedidas, algo que ya hacen porque va de suyo la bancada de moralistas que anida en nuestra sociedad. Supongo que esperábamos miradas perdidas, silencios, cierta violencia controlada, grandes debates, conciencia social, y lo que ha venido es glutamato monosódico, made in Korea, mingas fuera, y el bombero torero, así son las paradojas de las liberaciones, que para serlo deben ocurrir cuándo y cómo les da la gana. Por cierto, que los únicos que están comportándose a la altura de las circunstancias ante esta emergencia emancipatoria son los hoteleros y restauradores cordobeses, en un claro ejemplo de senequismo y medida ( un medio por favor).

Lo que seguramente no previó en el mundo anglocéntrico en el que vivió nuestro amigo Warhol es que la red de fomento del arte performativo contemporáneo iba a estar constituida por miles de mercerías independientes regentadas por familias de chinos e hindúes. Son tan contemporáneos nuestros chinos que igual te venden todo este atrezzo para la representación, un tendedero para la terraza, un cuadro con una marina para el salón, que un imán con la imagen de un cangrejo de río para la puerta de la nevera. Los únicos que de verdad se han tomado en serio convertir nuestra vida en arte ( Juan Serrano dixit) son ellos,  y les ha tocado ser el respaldo de esta vulgata de la Abramovic que son/somos todos los oficiantes de las despedidas de soltero.

Puestos a criticar les veo un poco de falta de atrevimiento, en muchas ocasiones amagan pero no dan. Nadie hasta ahora me ha meado encima cual Manneken Pis desde alguna de las muchas torres o balcones de la ciudad, ni han hecho una quedada para rezar mirando hacia la meca en el patio de Los Naranjos, ni han montado una edición especial de las Cosmopoéticas y jam varias en la esquina de El Correo. De aquella cosa sombría de fratrías semiclandestinas con visita a espectáculo de stripper o prostitución de hace unos pocos años, hemos pasado a la cosa disparatada, carnavelasca y fartusca, ya solo queda dar el siguiente paso: molestar de verdad. Estaremos pendientes.

Nota: Fotografía de Toni Blanco

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