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Coriolano (de la tragedia al paripé)

Sebastián De la Obra

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Dejadlos que derriben todo sobre mi cabeza, que me ofrezcan la muerte en la rueda o arrastrado por caballos salvajes, o que apilen diez colinas sobre la roca Tarpeya para que el precipicio se ahonde más allá del alcance de la vista; con todo seguiré siendo para con ellos lo mismo que soy (Coriolano de William Shakespeare; Escena II)

William Shakespeare escribió la tragedia de Coriolano para hablar del poder. De un poder que abreva sangre. Cayo Marcio Coriolano es un valiente general romano que solo cree en el poder de la fuerza, de su fuerza. Educado para vencer y dominar, es un general insatisfecho y narciso. Vuelve a Roma después de haber vencido a los bárbaros volscos. Vuelve con la intención de ser nombrado cónsul (el sueño de una madre con una ambición sin límite). El Senado romano lo desprecia y contamina a la plebe sugiriendo que el general pretende imponer su voluntad sobre la ley; lo acusan de provocar agravios entre los senadores. Coriolano (empujado por su madre) realiza un esfuerzo amargo para ganarse el favor del pueblo. Su soberbia es mayor que su aparente humillación y termina por hacer evidente su profundo desdén por el pueblo. Les escupe y se burla de ellos. El desprecio es recíproco, el pueblo también lo odia. En Roma todo está podrido. Unos senadores inmorales. Un pueblo masa voluble y abyecto que se deja manipular con extrema facilidad. Un déspota ciego ante la realidad y ensimismado en su ambición.

Coriolano es desterrado de Roma. La traición adquiere en esta tragedia un inusitado protagonismo. El general se refugia en el territorio de sus antiguos enemigos, los volscos. Pacta con su rey Tulo Aufidio y marcha a la conquista de Roma. Vence a las tropas del Senado y alcanza las puertas de la ciudad. Su madre, Volumnia, lo espera. Lo convence para que se retire. Él se va y abandona la conquista, tan cercana, de la ciudad.

Coroliano aparece en toda su dimensión como una figura perturbadora y perturbada. Los volscos lo matan al sentirse traicionados. En esta tragedia todos se traicionan. Una verdadera metáfora del poder y su ejercicio. No hay lirismo, solo derrota. Shakespeare no quiere salvar a nadie. Es una tragedia, sin concesiones.

Nota 1: Bertolt Brecht escribió una pieza teatral, Coroliano, donde intentó restaurar una cierta dignidad para el pueblo romano. El actor y director Ralph Fiennes dirigió la película Coriolano (2011) muy del gusto del cine de aventuras y de cierta modernidad de apariencias (y no de compromisos). De estas secuelas me quedo con la adaptación del director de escena Álex Rigola por el Teatro Lliure. Esta versión teatral teje magníficamente los hilos del poder y la manipulación de la opinión que Shakespeare escribió en su Coroliano (1607-1608).

Nota 2: la tragedia es un género que convierte en inevitable la desdicha (sea por errores propios o ajenos). Sus personajes son libres y contradictorios. Pueden ser valientes al tiempo que traicioneros. Pueden tener bondad antes y después de cometer un asesinato. Por esa razón las tragedias siempre finalizan con la muerte.

Nota 3: En la lengua gitana, el caló, existe un curioso término: paruipén. En castellano se ha incorporado como paripé. Significa fingir que se está haciendo algo; fingir para ocultar las verdaderas intenciones; simular una actitud con la pretensión de convencer... Un presidente del Tribunal Constitucional ocultó su militancia política cuando fue elegido miembro de dicho tribunal; ahora finge que desconocía que tuviese que haberlo comunicado. Un Presidente de un gobierno autonómico incumple su compromiso de gobernar y se retira (sin aclarar las razones verdaderas) fingiendo que lo hace por motivos personales. Una alcaldesa de una gran capital ejerce de tal sin haber sido elegida para ese cargo... fingiendo, una y otra vez, que es lo más normal del mundo ejercer un cargo para el que no fue directamente votada... A veces las tragedias se transforman en un verdadero paripé. Lo que pierden en grandeza lo ganan en ridículo. Son los tiempos...

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