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Intemperie

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Cristian López

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Hay mucho para disfrutar en la última película de Benito Zambrano. Intemperie (2019) es un amplio abanico de sensaciones en un solo producto. Y todo desde la sencillez absoluta de una historia que se sustenta en su imagen. Personajes, paisaje y narración son los tres frentes presentes y dispuestos a hilvanar un relato conmovedor, pero al mismo tiempo terrorífico. Y es que bien puede ser un thriller frenético de huida y persecución. Sin embargo, existe igualmente la opción de acercarse desde el prisma del western, y desde ahí dejarse llevar por el majestuoso escenario, y edificar a través de la mirada y los diálogos de los protagonistas. Pero es que habría un tercer vértice que no es otro que el del drama, amparado en una historia de absoluto sufrimiento desde el punto de vista de la niñez. Y todo ello en 103 minutos de metraje.

Como ocurrió con Ventajas de viajar en tren (2019), Intemperie nace igualmente de la adaptación de una novela que, a priori, parecía imposible de llevar al cine, al tratarse de un texto situado en el polo completamente opuesto al tono y ritmo del espectador actual, el cual no duda en desviar la mirada hacia su dispositivo móvil en el menor resquicio de falta de sensaciones en la gran pantalla. Sin embargo, lo que consigue Zambrano es generar una sensación de vértigo dentro de una historia pausada, que se cuece a fuego lento y que brilla desde su sencillez. Tres géneros que entroncan en una suerte de road movie castiza, pues el director logra con maestría transmitir al espectador la sensación de agobio y sofoco total procedente de ese ambiente tan cálido. De encontrarse a la intemperie.

La trama arranca cuando un niño decide escapar de su pueblo, donde ha crecido y no tiene más futuro que el de estar siempre al servicio de un terrateniente, dejando atrás a su familia y en busca de un porvenir más propio en la ciudad. Sin embargo, lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente del infierno del que huye. Ante el acecho de sus perseguidores al servicio del capataz del pueblo, sus pasos se cruzarán con los de un pastor que le ofrece protección y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos.

De nuevo, y como lo fue antaño, el protagonismo radica en la aridez del sur español. Jaime López y Elisa López serán los encargados de conformar la secuencia más bonita de toda la película (la cual, por cierto, no estaba en la novela de Jesús Carrasco). Eso sí, todo ello sucederá en los primeros minutos, pues a partir de ahí será una aventura hacia el invierno, con pequeños paréntesis -o mejor dicho, tintes de espejismo- que harán brotar la amistad y el cariño mutuo entre el joven y el personaje de Luis Tosar, que desde su primera aparición se hace dueño y señor del tono y el ritmo de la cinta. La pausa de Tosar se verá en todo momento contrapuesta ante la desesperación y el orgullo desorbitado del papel que interpreta Luis Callejo. Por tanto, por falta de talento no será.

Como se ha dicho anteriormente, contando con variados tintes de género, Intemperie es una obra cruda y áspera, que únicamente se sale de su tono habitual en el tramo final de la misma, en el que Zambrano trata de reorganizar y lucir todo lo que había brillado desde el abandono en el resto del metraje. Un western para los espectadores de ahora. Eso sí, una película para ver sin prisas, pues merece la pena quedarse un rato a admirar cada uno de los recovecos que te aporta el infinito escenario que refleja.

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