Ser turista o refugiado
¿Qué tal han pasado estas calurosas vacaciones? ¿Han viajado? Seguramente como la mayoría de españoles han visitado bien las costas españolas o bien han estados en alguno de los populares destinos europeos o internacionales. Mis tíos, por ejemplo, estuvieron en San Pettersburgo, recomendable; o una de mis mejores amigas hizo un recorrido por las costas portuguesas, u otro par de amigos casi, casi vienen a visitarme y estuvieron en el Caribe mexicano. Es bonito viajar, con pasaporte, maleta de medidas estándares… ¿Con qué finalidad? Conocer un lugar nuevo, nueva cultura, tomar fotos, probar la gastronomía, conocer gente… motivos loables, sí, pero accesorios. El nuevo hobbie de la clase media-alta occidental, viajar por el mundo.
Sin embargo, hay otros que viajan por obligación, viajamos (me incluyo, pero con cierta distancia). Sí, precisamente no estoy hablando de mi generación de inmigrantes económicos que nos llaman, “generación perdida” u otra bonita cantidad de eufemismos. No. Hablo de los que migran por obligación, por necesidad extrema, por supervivencia. Hablo de los refugiados (sí, eso que una vez fuimos los españoles y hoy en cierto modo lo volvemos a ser pero sin la crudeza del pueblo Sirio). Hasta dónde llega la capacidad humana de soportar las condiciones en las que intenta vivir, en una guerra que se alarga más de dos años mientras los grandes mandatarios internacionales miran para otro lado, cierran fronteras, se echan las manos a la cabeza por la invasión. Perdonen mi apasionamiento, pero es que es un tema con el que me puedo identificar fácilmente al ser yo una migrante también, aunque legal, en un país extraño que está dando oportunidades.
No es hacer turismo subirse a trenes con desesperación por las ventanillas en la estación de tren de Budapest, con la esperanza de llegar a una nueva tierra donde vivir en paz, para que 40 minutos después te bajen a empujones porque las fronteras están cerradas. No hay sello, no hay pasaporte. Europa se cruza de brazos no sólo ante el drama Sirio, también el de la inmigración africana que cada año llega en mayores oleadas, con miles de muertes anónimas, sin foto. ¿Es bonito viajar? Sí, si eres de un color y tienes unos papeles verdes y un pasaporte correcto en el bolsillo. Así de crudo, así de real.
Algunos tuvieron unas buenas vacaciones, pero hay gente en el mundo que ni siquiera sabe si mañana tendrá un techo que sigue en pie tras un bombardeo. Este mundo loco… Hay inmigrantes legales y hay quienes no son bienvenidos ni en su casa. Ahh, perdonen, de nuevo pido disculpas por ponerme tan seria en este comienzo de septiembre, pero creo que el tema lo merece. ¿No creen?
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