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Siesta time

Marian Castro

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Los tópicos nos hacen imaginar México como un desierto con una de esas grandes bolas de rastrojos dando vueltas en medio de un campo de cactus y un señor con un gran sombrero mexicano de paja con los colores de la bandera apoyado en uno de ellos haciéndose sombra con su propio sombrero. ¿Esa es la siesta mexicana? Pero la

versión española la tenemos en las ciudades del valle del Guadalquivir donde el calor es equiparable al del desierto de Sinaloa o de la Baja donde el termómetro explota de aburrimiento cuando marca los 50 grados como esta pasada llegamos a ver.

Nos visitaron a este “infierno cordobés” nuestro una familia mexicana de la Ciudad de México en plena ola de calor. Salir de la Estación del AVE y darse el golpe con el calor y las chicharras que se quejan por toda la ciudad de la temperatura extrema. El único oasis que estos amigos pudieron encontrar fue entrar en la Mezquita-Catedral a las cuatro de la tarde, donde el bosque de columnas de mármol da un respiro al cuerpo y es un soplo de vida para los poros de la piel. ¿Pero al salir de ahí? Sorprendidos me contaban que la ciudad estaba desierta... “¡No hay gente en la calle!” decían admirados. Claro, salir a la solanera de las cinco de la tarde es prácticamente morir. Y aquí hay que recordar a este trabajador fallecido en plena ola de calor en Sevilla mientras reasfaltaban una calle, eso es inhumano. ¿No hay otras fechas en el año o un horario especial para estos trabajos en verano? 

La religión del verano es la siesta. Cuando a priori un amigo mexicano habla del horario de comercios que cierran varias horas a la hora de la comida, se quejan, poco después -al vivirlo in situ- entienden por qué existe la siesta. Por algo se inventó. Por qué en España tenemos un horario de vida different, porque la actividad vital se reduce a las madrugadas donde en teoría refresca o a primeras horas del día, cuando volvemos a salir de nuestras madrigueras. El resto es una especie de hibernación a la inversa.

No puedo más. No sé ya si prefería el verano tropical de lluvias intensas y torrenciales de México (botas de agua y rebequita incluida), o la que cae a todas horas del día por las calles de Córdoba con este calor insufrible. El cuerpo no se acostumbra y entiendo las quejas de cualquier “turista”. Yo también me siento así y paso las horas buscando el fresco, soñando con piscinas o playas caribeñas. Medio aturdida todo el día y en modo siesta time.

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