La Navidad de ayer

Un año más, ya es Navidad... El momento de los anuncios de perfume con mujeres de largas piernas y hombres de tableta de chocolate en las abdominales, de otros muchos anuncios de juguetes agotados en todas las tiendas, de niños en uniforme cantando números de lotería y premios que sólo se llevan unos pocos afortunados, de noticias de reencuentros en los aeropuertos que siempre emocionan y saltan las lágrimas.

Feliz Navidad en el WhatsApp o las redes sociales vacíos de originalidad y dedicación, también de dedicatoria... Se pierden las buenas costumbres navideñas de escribirnos tarjetas y mandarlas por correo, de hacerle una carta de puño y letra a los Reyes Magos Reyes Magospara acabar dándonos cuenta de los afortunados que somos por todo lo que tenemos, de recibir visitas en casa e invitarles a una copita de anís y unas perrunillas...

¡¡Ay Navidad!! Tan querida como odiada por los que nostálgicamente recordamos la ilusión de otros tiempos. De sonrisas y lágrimas, también de borracheras y problemas gástricos. Qué afortunados los que sí tenemos Navidad para bien y para mal, porque otros ni siquiera viven el día de hoy muy diferente al de ayer en medio de guerras, de refugios de cartón y chapa o con un atronador ruido de tripas por hambre y olvido.

¿Dónde está esa solidaridad navideña? Operación kilo, Tele-maratón (Teleton en México). Todo es igual cada año, cada 25 de diciembre y a la vez es tan diferente. Quiero esa Navidad de vuelta, la de pe

dir el aguinaldo y cantar de casa en casa, de poner el Belén y no el Árbol, de ilusión del 6 de enero y no del 25. Esa Navidad de los cuentos existe en nosotros y nuestra imaginación, pero la hacemos posible con amor y cariño al prójimo. Extraño esa Navidad que sale de un buen gesto a los demás, grande o pequeño, porque así el día después seguirá siendo tan feliz y alegre. Me he puesto ñoña, sí, pero así son de ñoñas estas fiestas y si no, pregúntale a Rafaella Carra.

¡Felices Navidades amigos cordopolitas!