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Mercados mediterráneos

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Fidel Del Campo

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Tras décadas defenestrados por el poder de las grandes cadenas, los mercados, las plazas de abastos de toda la vida, resurgen bajo la pauta del comercio cercano y del atractivo de los productos locales y frescos. En muchas ciudades europeas, y por extensión del mundo, estas instalaciones han recobrado vida o incluso se han reinventado en mercados ecológicos o delicatessen donde se mezcla la venta de alimentos con los puestos de comida hecha y las vinacotecas de calidad. Una tendencia que empieza a verse en puestos más que interesantes de mercados locales como el de la Corredera y que veremos de forma más clara en La Victoria, un proyecto que si cuaja llega con años de retraso respecto a grandes capitales pero que bien puede afianzarse. La mercadomanía ha puesto en marcha hasta tops mundiales. Por cierto, injustamente apenas aparecen mercados mediterráneos ni cantábricos, en mi opinión de una calidad que en nada debe envidiar a la de los asiáticos o sudamericanos. Aquí repaso algunos de mis favoritos “mercados med”.

Mercado de la Boquería, Barcelona. Boquería es pura institución. Bajo una estructura de hierro del 19, este mercado de mercados, pegado a las míticas Ramblas, sigue siendo un referente europeo como lugar para la venta de lo mejor en frescos. Frutas, verduras, pescados y carnes se unen a productos exóticos. Se expone y ofrece lo mejor en vinos, setas, puestos de crepes franceses, chocolates, orgánicos, especialidades americanas y asiáticas, gadgets para cocinar y un sinfín de propuestas para la mesa. 300 puestos para viajar por el mundo y para comer y beber cosas buenas. Ofrece hasta servicio especial de envíos para casa. Una versión mediterránea, pasada por gran ciudad, de lo que debe ser un mercado adaptado a los nuevos gustos.

Mercados de Nápoles. La considero una de las ciudades más auténticas para comer bien en Italia, la superaría solo Palermo. Nápoles y sus mercados reúnen lo bueno de la cocina sureña y mediterránea con asombrosas influencias europeas, africanas y árabes. Los mercados de Nápoles son callejeros, como zocos que han sido durante siglos. Se agolpan en callejas, avenidas y plazas por entre la maraña de palacios y casas del casco viejo. Hay que subir a la parte vieja, por encima de Vía Toledo y meterse de lleno en el damero de lo que fuera la Neapolis romana. La guía puede ser Vía Tribunali, una calle romana fosilizada y llena ahora de casonas, palacios e iglesias barrocas. De esta calle, hasta arriba de puestos y locales de todo tipo, salen otras plagadas de comercios. Con puntos tan sorprendentes como la zona donde se agolpan los talleres que fabrican Belenes, un invento napolitano traído a España por los Borbones. Están en la calle de San Gregorio Armeno (junto a un precioso convento que da nombre a la calle). En cuanto a alimentos, la abundancia de colorido, olores y sabores es tal que no se puede salir de ellos. Llaman la atención los puestos de quesos, de hierbas aromáticas y la variedad de pescados. Las vegas napolitanas y de Amalfi, rica en tierra volcánica, y el clima casi tropical, permite ofrecer una variedad de fruta y verdura casi desconocida en el resto del mediterráneo. Hay especialidades como las aceitunas encurtidas, los pistachos... Por cierto, tanto en Nápoles como en otras ciudades del sur son asombrosamente buenas las alcaparras, que aquí se venden en salazón como método de conservación. Son salvajemente buenas en pastas y ensaladas.

Mercado de Atarazanas, Málaga. Como en tantas otras cosas de esta ciudad emergente, Atarazanas ha pasado de la decadencia a ser un punto de visita obligado por el casco histórico. Situado a pie de ribera del Guadalmedina, está sobre los que fueran astilleros de la Málaga árabe y medieval y conserva en su estructura una puerta de mármol de la etapa nazarí, cuando Málaga era el puerto principal del Reino de Granada. El resto es una preciosa nave de hierro parecida a la Boquería barcelonesa y exponente del poderío burgués de esta ciudad, llamada a ser capital económica de Andalucía por razones obvias. El interior es limpio, espacioso y ordenado. Abundan dos secciones, la de pescados, con un buen acopio de las costas del sur y la de frutas y verduras, con sorpresas como las que ofrecen los valles semitropicales de Málaga y Granada, donde se recogen desde mangos hasta chirimoyas o aguacates.

Bazar de las Especias, Estambul. Es el hermano pequeño del Gran Bazar, en el borde de la ciudad histórica frente al Cuerno de Oro, la entrada del Bósforo en la parte europea de esta megalópolis turca que batalla entre dos continentes. Un edificio histórico del 17, aún con esplendor en el imperio Otomano que a pesar de su explotación turística masiva sigue ofreciendo un regusto mucho más auténtico que el hermano mayor, convertido ya en un gran almacén temático de lo oriental. El Bazar es más pequeño pero intenso. Se especializa desde hace siglos en vender selecciones de tés, cafés, hierbas dulces, aromáticas, amargas, suaves, picantes…frutos secos, desde higos hasta rodajas de plátano frito, delicias turcas, dulces de miel y pistacho… Al final, siempre se cae y terminas llevándote bolsas enteras de todo lo que la naturaleza da para aderezar y hacer sabroso cualquier plato. No hay más que perderse sin ninguna prisa y dejarse llevar por el saber hacer de los tenderos que te hablarán en perfecto español (tienen un especial radar para captar tu nacionalidad). No es el único mercado para explorar, pero es parada obligatoria simplemente por su ubicación que es perfecta.

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