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Edificios ultrabellos

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Fidel Del Campo

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Hay construcciones que sobrepasan la simple belleza o la perfección. Están edificados en lugares que destacan por su energía y potencia visual pero que han sido hechos además con tal precisión que han aumentado ese valor hasta el infinito. Con un mínimo de sensibilidad (y no hace falta ponerse en plan zen) estos edificios rezuman buen rollo, asombro y emociones diversas. En mis viajes  he descubierto muchos, solo hay que tener los ojos bien abiertos, repaso aquí tres de ellos, a ver si os gustan.

Panteón. Roma. “Diseño angélico no humano”: eso dicen que dijo Miguel Ángel ante lo que es el único gran templo imperial en pie de la ciudad del Tíber. Delante de ti más de 2.000 años de perfección arquitectónica. Hay recreaciones de este y otros lugares pero este templo sigue casi igual. Asustan sus proporciones, asusta su perfección y asusta su belleza, inalterable a pesar de las manadas de turistas que la mancillan cada día y de los adornos cristianos colgados de sus muros. Fue hecho para albergar a todos los dioses, ¿cabe mejor y más tolerante idea que hacer un templo de templos, para todas las religiones?. El Panteón de Agripa, más de Adriano nuestro paisano que otra cosa, sigue siendo profundamente humano. Su estructura circular contiene nada menos que el cosmos en su interior. Nada más entrar es fácil adivinar cómo dentro podría caber toda una gran esfera como símbolo del TODO, del infinito o de la divinidad. Me pongo profundo pero no se puede pensar en otra cosa cuando te metes en su interior y miras hacia la infinita bóveda y su ventana abierta hacia el cielo: el “oculus”, por donde, por cierto, se cuelan los rayos de sol o incluso la lluvia, para caer en el sagrado suelo del templo. Hay curiosas teorías sobre el uso de esta ventana, en la cúspide, y de su función de ojo. Es sitio para buscar silencio, trata de ir fuera de horarios habituales (hora de comer, poco antes de su cierre, primera hora de la mañana...). Y un consejo, visítalo con la mínima información. Ilústrate luego. Es mucho mejor absorber la energía de este edificio sin mucho dato previo.

Torre Eiffel.  París. Esta torre era una niña no querida. Los parisinos de pro la odiaban (versión modernos de Córdoba -los mismos que se cargaron el primer proyecto de hotel sobre el antiguo Meliá- pero pelin menos catetos). La definían como un amasijo de hierros que rompía la sagrada horizontalidad de una ciudad que ya a finales del XIX presumía de un urbanismo humano y racional. Qué equivocados estaban. Obra genial de Gustave Eiffel, tras ser usada como símbolo de la Exposición Universal de 1889 terminó quedándose para representar a París ante el mundo mundial. Es, por extensión, símbolo de la Era Industrial, de la ingeniería y de la necesidad humana de crear belleza y equilibrio sobre todas las cosas. Es indispensable subirla, sí, pero aconsejo antes de todo situarse justo debajo de ella y mirar hacia arriba. Toda la esfera celeste que hay sobre ti estará cubierta por la monstruosa estructura que sustenta esta torre prodigio. Inolvidable.

Mezquita del Cristo de la Luz. Toledo. Parece contradictorio llamar a una Mezquita con el nombre de Cristo pero así es este país de rebujo constante. Fue mezquita y luego iglesia, aunque tras oportunos arreglos abre ahora como museo vivo de la armonía y la magia hecha arquitectura. Está escondida, en el barrio de San Nicolás, cerca de otro rincón mágico, la Puerta del Sol, en el borde de la muralla. Este templo debiera ser pateado por todo cordobés de pro pues está directamente conectado a nosotros. Es obra del Califato (construida en el 999) y se nota su acento cordobés. No es que de repente hable y diga "saih", en vez de seis, no habla... pero guarda la belleza de los edificios importantes de los Omeya andalusíes. ¿Estará también bajo los cánones de la misteriosa proporción arquitectónica cordobesa?. La nave interior es una pequeña Mezquita de Córdoba metida entre cuatro muros, con un asombroso conjunto de arcos de herradura de una armonía pasmosa, en una sala cuadrada sobre la que pende una preciosa cubierta abovedada. La pobreza de los materiales con los que está construida poco importa. Es pequeña, equilibrada y profunda. Para colmo, por debajo pasa una vía romana, en parte descubierta. Un sitio claramente sagrado porque suele poner los pelos de punta visitarlo, lo atestiguo...y además ¡no hay turistas!, no suelen llegar hasta aquí.

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