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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Las tetas de Amaral y el cerdo del expositor

Imagen que acompaña al post.

Magdalena Entrenas

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Sin que sirva de precedente, no he podido resistirme. No me toca aún, pero hoy también es fiesta y ante tanta teta al aire y tanta caspa viril, me he venido arriba. Y es que cuando escribí el anterior artículo, Quien no se mueve, no siente las cadenas, la foto del expositor de postales no salía completa. Faltaba la de hoy. Los culos (¡cómo iban a faltar los culos!) y la del cerdo patas arriba y colita juguetona al aire.

En la época de esas postales, las mujeres éramos poco más que eso, culos y tetas. Cosificadas hasta el extremo de que era nuestro cuerpo, turgente y desnudo, el mejor reclamo turístico. ¡Mucho mejor que un buen espeto o la sangría made in Spain! El problema es que han pasado más de 50 años y las postales siguen ahí … Y los cerdos de colita juguetona, también.

No se explica de otro modo que cuando Amaral enseña “sus” tetas, surjan los ataques furibundos de señores muy antiguos que, como el señor Ussía, la descalifica por ello como profesional. “Amaral, que según parece es una cantante…”, así empieza. El resto simplemente me provoca arcadas. O el demodé Señor Soto, sí, el cantante (no caeré yo en la misma trampa, aunque su música me parezca más antigua que el puño de un paraguas). El culpable en primer grado de que a los andaluces nos cuelguen no pocos tópicos que él ejemplifica a la perfección. Ese, va y twittea “Ahora resulta que enseñar las tetas es por la dignidad de no sé quién...”

Pues sí mire, por la dignidad de una cosa que se llama desnudez, la desnudez nuestra, la simple desnudez desasida de lo que usted ve cuando mira, la que representa la libertad de ser y enseñar lo que queramos, cómo y cuándo queramos sin ser, por ejemplo, un reclamo turístico para los falos encendidos y empoderados que mandan “por sus cojones”. ¿O resulta que las postales de las tetas y los culos eran para atraer al turismo familiar a la Costa del Sol?

Al señor Ussía y al señor Soto alguna clase se les escapó en este camino que todos hemos recorrido. Tal vez porque estaban entretenidos con aquellas postales y además coleccionando los calendarios de bolsillo con la rubia contorsionada enseñando, además de las “bolas”, la mismísima caverna a todo color. De otro modo no me explico que no escriban sobre las postales costa soleñas y sí lo hagan sobre las tetas de Amaral.

Lo realmente patético es que las postales siguen ahí. Recién editadas, recién salidas de la imprenta. Ahora con precio en euros y con tabla de surf, pero impolutas, evidenciando que hay aún muchos Ussías y Sotos que siguen justificando y silenciando esas tarjetas y hasta los calendarios para bolsillos escondidos, sin entender, siquiera, la diferencia entre unas tetas y otras.

Las tetas de verdad, las nuestras, las de cada una, como identidad, como cualquier otra parte de nuestro cuerpo, “no sé por qué -les- dan tanto miedo”, como diría Rigoberta Bandini. El vómito sobre Amaral no se explica si no es por el miedo a perder el poder de mandar en las tetas, en todas las tetas, bajo el yugo - y quién sabe si las flechas - de lo que de falo les pueda quedar. Una pena.

Ahora entiendo al cerdo de risita lasciva y colita pequeña. Ese que, también, estaba en el expositor.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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