Nunca me gustaron los estereotipos. Diría que los detesto. Lo que sucede, las emociones y por supuesto las personas no obedecen a un patrón predefinido. Tal vez por eso nunca me afilié a un partido - tampoco ninguno me cuadró-; nunca fui rubia tonta - modestia aparte - y soy de las incómodas en la comunidad de propietarios, la que protesta en su colectivo y de las que prefiere asociarse consigo misma.
Por ejemplo, si eres de derechas, te tienen que gustar los toros y justificar al Emérito; si eres de izquierdas tienes que llamar asesinos a los toreros e irte al club de Sanxenxo y llamarle de todo al otro. Si eres feminista tienes que defender las tonterías de la Sra. Montero y si no lo eres, tienes que “Olonizarte” aunque sea de vergüenza lo de empadronarse de “mentira” con bombo y platillo. Si lo haces, !cállate reina!
Yo creo en la diversidad y que los que no queremos ser - porque no lo somos - encuadrados en ningún estereotipo, tenemos que empezar a decir ! basta ya! En los estereotipos se esconden siempre los cobardes. Y el mundo no es de ellos. La juventud actual me emociona porque dicen lo que son, o lo que creen que son. Qué más da si mientras lo crees, lo eres.
Pues con Chanel ha pasado lo mismo. Si te gustó ella, su puesta en escena y ese trío de culos rozando la perfección, eres una carca, o una falsa feminista. Eso sí, si te gustó Rigoberta y sus tetas entonces eres una progre y una feminista de pata negra. Pues lo siento, perdónenme, me gustan las dos y mucho.
Estoy cansada de ser un bicho raro al que le gusta el fútbol y los toros; que cree que la monarquía está tocada y que hay cosas injustificables, pero también que hay otras que no deben olvidarse; que el respeto es fundamental, que no soy menos feminista por aplaudir las tetas y también los culos. Que me encanta que mis congéneres los enseñen como y cuando les dé la gana, sin que nadie lo cuestione. En un parlamento como protesta, o en un escenario con un espectáculo de altura. El problema siempre es el ojo que nos mira. Ojos que envidian, que juzgan, que señalan, que desean y puede que hasta crean que, porque una mujer enseñe el culo, tienen derecho a ella.
Chanel hizo lo que tenía que hacer por este país. Nos devolvió la ilusión de Eurovisión y un espectáculo musical de altura en el que, por cierto, todo cabe. Lo dio todo y además con la mejor envoltura. Ese corsé de lujo, esa chaquetilla de luces, un liguero cosido en Posadas por las manos de un genio de la costura, un Palomo que además lleva España en el apellido, y para nada es sospechoso de poner etiquetas a los hombres y mujeres que se atreven con sus obras de arte, tan libres como magistrales.
Gracias Chanel, Gracias Rigoberta, por mostrarnos - ambas- que las mujeres somos libres, y que sí, que tenemos tetas y también buenos culos. Gracias Palomo por enseñarnos que los estereotipos no existen. Ninguno.
P.S. Si tuviera el culo de Chanel, créanme que lo enseñaba a cada rato.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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