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Guadalquivir

Carlos Puentes

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A míaguas sin finríodesbórdame el corazóny dame la noblezade tu fuerza.Háblame de lo que soyy dime qué me espera

Javier Ruibal

He de confesarles que el miércoles pasado me costó dormir. Dormí con la preocupación de haber lanzado uno de esos pronósticos de riesgo, les dije nieve, se la maticé, y cerré los ojos con la preocupación de incumplir lo prometido. El puesto es así, uno intenta aprender el lenguaje de las nubes, comprender su particular dialecto, anticiparme a las raras costumbres que la estadística nos devuelve para nuestra latitud, y traducírselo a ustedes de forma certera, y no es fácil. Dormí, eso sí, del tirón, sin despertador, dejándome llevar por la relajación que la auto-impuesta despreocupación da.

Al final, el tiempo acompañó. Nieve por encima de 400 metros, hasta 15 cm llegamos a medir la expedición cordopolita en las cumbres del cordobesismo. Si bien el Puente de los Arenales se convirtió en un desierto y muy peligroso paraje alpino, el Lagar de la Cruz mutó en toda una feria de insensatos discretos. Para mí, lo mejor, la aguanevada que pudimos disfrutar en plena ciudad a primera hora de la mañana, todo un acontecimiento meteorológico que estos que gustamos del tiempo bien sabemos apreciar.

Y es que si bien hay semanas en que la meteorología se muestra aburrida, en que la estabilidad atmosférica acaba convirtiendo el paso de los días en un anodino acompañamiento de ritmo marcado y previsible, por otro lado existen temporadas en que la variabilidad y la excepcionalidad parecen norma. Guardamos ya en las efemérides meteofrikológicas este pasado 28 de febrero, y sin tiempo de regocijo  nos adentramos de lleno en una semana dominada por la sucesión de borrascas atlánticas, que están dejando ya unos buenos acumulados por todo el Valle del Guadalquivir. Pero antes de que nos demos cuenta pudiera ser que suframos uno de los episodios más fríos desde que se tienen registros…

Vayamos por partes. Habrán notado que llueve. Pues bien, acostúmbrense, que al menos hasta el próximo lunes el paraguas lo tendremos que tener bien a mano. Es este, a diferencia del pasado miércoles, un pronóstico fácil, evidente, lluvia y más lluvia, agua y más agua, inintrrumpidamente, con especial virulencia en la jornada de mañana. Pero, hay un pero, bien porque me gusta complicarme la vida, bien porque soy un insensato, o directamente imbécil, les susurro, a voz en grito según qué foros, que le vayan echando un ojo al río.

Repasemos una serie de precisos datos. El sistema de regulación de embalses de la Cuenca del Guadalquivir nos dice que nuestros pantanos se encuentran ligeramente por encima del 86% de su capacidad, es decir, que están más bien cargaditos. El otro, un acumulado en lo que llevamos de año hidrológico, que comienza el 1 de septiembre de cada año, de unos 550-600 litros en el Valle del Guadalquivir, mayor en los sistemas serranos, donde se llenan los embalses, es decir, que vamos camino de un año climatológicamente tirando a húmedo o muy húmedo. El tercero, que se concluye del segundo, el suelo está saturado y la tendencia que muestra es a derivar prácticamente toda la precipitación que le llega por escorrentía, es decir, superficialmente hasta ríos y arroyos.

En fin, no me voy a aventurar a darles una fecha, ni un nivel de caudal, ni una cota en zona inundable a la que el Guadalquivir podría llegar, al margen de un tanto cenizo e insensible, sería una absoluta temeridad por mi parte. Pero sí les diré que los datos son esos y no sería demasiado descabellado pensar en revivir las tristes imágenes que ya vimos en 2009 y 2010, mucho más si la baja secundaria que nos afectaría mañana se profundiza tanto como el modelo HIRLAM ya intuye, dejando una muy abundante regada a lo largo de todo el Valle del Guadalquivir. Así que muy atentos a lo que pueda pasar en unas riberas de un majestuoso río que históricamente ha demostrado llegar a caudales que volverían a destapar las vergüenzas de una clase política que dejó lesionar sus márgenes, permitiendo construir lo que nunca se debió levantar.

Y después... Pues lo que vendría después, de confirmarse, sería una entrada de masa de aire siberiana que podría dejarnos uno de los episodios más fríos en toda la Península Ibérica desde que se tienen registros. Una absoluta locura modelística de la que, si me lo permiten, les hablaré en una edición especial si es que llegara a producirse.

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