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Fantasmas navideños

Redacción Cordópolis

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Hay muchas formas de pasar la Nochebuena delante del televisor, aunque con total seguridad la más recomendable sería no pasarla delante de él (o en su defecto hacerlo delante de uno desconectado del decodificador), lo cierto es que las dos maneras posibles de hacerlo delante de una caja tonta conectada se resumen básicamente en pasarlo mal o pasarlo bien.

Pasarlo rematadamente mal es como siempre se ha hecho en este país desde que el invento existe, o sea colocarse voluntaria y temerariamente, sin mordaza ni ataduras, como un muñeco de trapo para que las menos imaginativas y más casposas mentes que jamás han dirigido programa de televisión alguno practiquen con nosotros todo tipo de torturas medievales a través de las rayos catódicos. Pasan los años, los lustros, las décadas, las cadenas, los gobiernos, los sistemas políticos y sin embargo las televisiones de este país siguen repartiendo cutrez, viejunismo y zafiedad, nochebuena sí y nochebuena también, lobotomizando con su estulticia a niños y mayores, indigestando cenas, molestando a médicos de guardia y creando pesadillas nocturnas en las mentes sensibles que aún malviven en nuestro fronteras.

No siempre, y desde luego no en todas partes, la programación televisiva de la Nochebuena ha estado reiteradamente en manos de los idiotas de turno, pasando de padres a hijos, de amigote en amigote, o de gobierno en gobierno como quien lega la plantación de algodón en la que se parten el espinazo de sol a sol los pobres contribuyentes.

Hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana llamada BBC -una televisión pública, ¿les suena?- durante las noches del 24 de diciembre -a veces las del 23 o el 25, según los años- tuvo acomodo una serie titulada A Ghost story for Christmas,

que constituye una referencia obligada para cualquier amante del género. A diferencia de aquí, donde el título no dice nada o dice exactamente lo contrario de lo que se va a haber esa noche, por ejemplo Noche de fiesta o Noche de estrellas en vez de Noche infernal o Noche de perros, el título británico reproduce exactamente lo que ofrece esa velada: una historia de fantasmas. Durante cada año, desde 1971 a 1978, la BBC produjo un telefilme de 30 a 50 minutos de duración que adaptaba un cuento de fantasmas generalmente nacido de la imaginación del gran M.R. James, al menos así lo fue en cinco ocasiones -del 71 al 75-, con dos relatos originales y uno más procedente, nada más y nada menos, que de la pluma de Charles Dickens, concretamente su famoso y aterrador The Signalman. Las historias de fantasmas de M.R. James, un erudito en el medievo y preboste del Eton College y el King's College Cambridge, fueron originalmente narradas por el propio autor como entretenimiento navideño para un habitual grupo de amigos y estudiantes que pasaban esas fechas en las instalaciones del College.

A Ghost Story for Christmas dejó una huella indeleble en los televidentes que la vieron en su día. Tanto es así, que hasta su recientemente exitosa edición en DVD a cargo del BFI era fácil toparse en Internet con cientos de comentarios de espectadores que habían visto la serie en los años setenta y todavía recordaban con estremecimiento el terror que les había provocado. Gran parte de sus méritos se debían a su director, Lawrence Gordon Clark, y a sus directores de fotografía, especialmente John McGlashan. Una de las bazas de la serie, además de obviamente la calidad de los cuentos originales que adaptaban, fue la renuncia de Gordon Clark a rodar en estudio y en vídeo, práctica habitual de la BBC en aquellos días, condicionantes especialmente inadecuados para un género donde son tan importantes los límites entre lo visible y lo invisible, la luz y las sombras, lo visto realmente y lo entrevisto por el rabillo del ojo. Si se compara A Ghost Story for Christmas con otras series similares producidas también por la BBC [estoy pensando en Dead of Night (1972), Supernatural (1977) y la teleplay The Stone Tape (1972), pero valdría también el propio telefilme de Gordon Clark Casting the Runes (1979), rodado para el canal de la competencia, la cadena ITV, en su programa Playhouse, un año después de abandonar la serie A Ghost Story..., y que adapta el mismo relato de M.R. James que dió lugar a la magistral La noche del demonio (Night of the demon, Jacques Tourneur, 1957)] se estará de acuerdo en que el impacto de la serie de Clark se debe en gran parte a las localizaciones maravillosas donde se rodó y a su fotografía, que aunque en 16 mm, aprovecha fantásticamente las posibilidades de la luz natural en exteriores y los límites de lo registrado en el negativo; algo que sin duda elevó los costes de producción, pero que a la larga ha jugado un papel fundamental en el estatuto de serie de culto que A Ghost Story for Christmas ha terminado alcanzando con el paso de los años. Tanto es así, que en 2006 la BBC Four reeditó la serie y produjo un nuevo telefilme (A view from the hill) emitido el 23 de diciembre de 2005, seguido por Number 13 el 22 de diciembre de 2006, un remake de Whistle and I'll come to you el 24 de diciembre de 2010 y este año verá la luz, el 25 de diciembre, Le Tractate Middoth, todos ellos basados en relatos de M.R. James.

Aunque las nuevas entregas siguen intentando ser fieles al espíritu de la serie, que siempre apostó por lo sugerido y lo entrevisto, por los crujidos de alcoba en los instantes de duermevela, lo cierto es que el vídeo digital y la aparición de nuevos directores, alejados generacionalmente de los años dorados del cine de terror británico, la han hecho perder la grandeza de aquellos inolvidables The Signalman (1976) o A Warning to the curious (1972), dirigidos por Lawrence Gordon Clark. Sin duda, la combinación M.R. James -o Charles Dickens-, Lawrence Gordon Clark, John McGlashan -o David Whitson- y la BBC fue una apuesta ganadora; de hecho el episodio Stigma, rodado en 1977 y basado en un relato original de Clive Exton, que actualizaba el viejo relato de fantasmas, supone un importante retroceso, sobre todo si recordamos que el año anterior se había pasado The Signalman. Aún habría tiempo para tocar fondo con la entrega de 1978, The Ice House, de nuevo basada en un relato original, esta vez escrito por John Bowen, y que fue testigo de la sustitución de Gordon Clark en las labores de dirección por el mediocre Derek Lister, lo que se tradujo en unos pobres niveles de audiencia que llevaron a clausurar la serie hasta su vuelta 27 años después en 2005. En 1979, finiquitada la serie, la BBC emitiría el 23 de diciembre una nueva historia de fantasmas, a partir esta vez de un cuento gótico de Sheridan Le Fanu, Schalcken The Painter, adaptada y dirigida por Leslie Megahey, y rodada también en 16 mm, posee algún que otro momento que le debe mucho a Gordon Clark y a sus Ghost Stories.

Sería injusto terminar una semblanza de estos legendarios telefilmes sin hacer mención a Whistle and I'll come to you (1968), del que, como ya he escrito, la serie hizo un remake en su revival del 2000, pero con la particularidad de que Whistle and I'll come to you nunca formó parte de la original A Ghost Story for Christmas. Basado en el relato de M.R. James Oh, Whistle, and I'll come to you, my lad, incluido en su compilación de 1904 Ghost Stories for an Antiquary, el episodio se rodó y emitió por la BBC en 1968 dentro del programa Omnibus, una serie documental que sobrevivió en la parrilla de la cadena nada más y nada menos que desde 1967 hasta 2003, ganando a lo largo de su historia 12 premios BAFTA. Adaptada y dirigida por Jonathan Miller, rodada en localizaciones en 16 mm y en blanco y negro (A Ghost Story... siempre fue en color), el relato narra la historia de un introvertido académico que mientras pasa unos días en un solitario hotel de la Anglia Oriental encontrará en un cementerio templario los restos de una flauta. Al soplarla convocará una fuerza sobrenatural que provocará el inicio de una serie de apariciones aterradoras. Más cinematográfica que televisiva, más interesada en evocar con sus imágenes (cfr. los sueños del protagonista) que en someterse a una rígida y mecánica narrativa, la dirección de Miller es la llave que abrirá la puerta a una concepción absolutamente inédita hasta entonces (aunque sólo sea por su genuino respeto de la tradición clásica, invocada con conocimiento, respeto y veneración artesanal) del relato de fantasmas en el medio televisivo, por la que luego transitarán con maestría Gordon Clark y su celebrada A Ghost Story for Christmas.

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