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Valor y precio

Luis Medina

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Ayer había cordero lechal en un supermercado cercano a mi calle. Completo. Al peso y comprándolo entero, su precio estaba en torno a 54 €. No pude evitar pensar que costaba un 23% menos que la entrada más barata para un no socio de cara al acontecimiento de diciembre en la ciudad, el Córdoba-Barça de Copa del Rey.

La ciudad está muy contenta. Los aficionados al fútbol más. Y los cordoculés andan probándose sus camisetas azulgrana ya por casa. Los socios verán premiada su confianza y fidelidad entrando por el equivalente a una invitación a cervezas con un par de tapas a los amigos. Dependiendo de las tapas, sabremos si usted es socio de fondo, de preferencia o de tribuna. Si tiene muchos amigos, no ponga tapa.

Si no es socio, usted comprenderá que su gusto oportunista por la crema del pastel futbolero debe pagarse. Y me parece lógico. Lo que siempre es más difícil de transitar es el puente colgante que comunica el valor con el precio. Para muchas personas, trasciende lo futbolístico, para convertirse en una ocasión de estar donde toda la vida se dirá que se estuvo. Porque son cuarenta años desde la última vez. Ver primeras figuras mundiales jugando de manera competitiva contra el equipo de casa, moverse colectivamente, ver a Puyol agarrando a Rennella o Caballero, o a los dos mejores jugadores del mundo, Messi e Iniesta, haciendo una jugada de tiralíneas es algo de un valor indiscutible, no ya solo  en sí mismo para los futboleros, sino para todos, por inusual. Pero, ¿Cuál es su precio?

Usted tendrá que elegir: Si va a un fondo, una entrada para la historia, o comprar 77'77 canciones de iTunes. Una entrada para ver a Messi desde tribuna, o una tablet por internet, dos entradas para vivir con su hijo (o su padre) un momento para recordar, o una paga de IPC para la pensión del abuelo (¡Ah, no!, que esto último no es posible). Un entrada en preferencia para hacer la ola el día de mayor aforo de nuestra historia, o 150 cartones de leche. ¿Demagogia o realidad? Si usted está parado o es ochocientoseurista tendrá, además, un dilema moral. Un reconcome. Para muchos, la solución estará en desvelar que los reyes magos no existen, que los regalos nos los hacemos nosotros mismos, y que los adelantamos al 12 de diciembre.

Mientras, el club ha tomado la iniciativa. Ha puesto precio a nuestra cabeza. Ahora sabremos hasta dónde nos aprieta la crisis. Francamente, ya podría ahorrarse el segundo video que, además de que ya no tendrá la misma gracia (en el caso de que el primero la hubiera tenido alguna vez) no va a animar más algo que no requiere promoción. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo hace cuentas. Pero si el día de actos el campo se llena, nadie podrá negar que el club ha defendido sus intereses al máximo obteniendo un resultado económico que salvará la temporada y permitirá, quién sabe, reducir algo su deuda, o plantearse los primeros pasos de una pequeña ciudad deportiva. Lleva toda la vida esperando este momento y no lo va a regalar con tanto por hacer. Valor y precio pasarán su reválida el 12 de diciembre.

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