Correr
Ha llegado la primavera. Una primavera cada año más canicular. Con este buen tiempo y el fin del proyecto futbolístico local, mis objetivos deportivos han pasado a ocuparse de mi propia preparación física. De manera que he llamado a unos amigos para salir a correr. Esta época está llena de pequeños grupos que quedan para hacerlo, aunque la iniciativa colectiva no suele durar muchas sesiones. Sin embargo, personalmente, hay muchos motivos para salir a correr:
Los kilos sobrantes. Escuchar música. Huir hacia delante. Subir la autoestima, generar endorfinas, expulsar toxinas. Aprovechar para sacar al perro. También hay quien lo usa para coquetear con su compañera de correrías, perdón por un juego de palabras tan simplón. Otros corren para olvidar, para superar una mala situación, o enfrentar la astenia primaveral. Escuchas las noticias y dan ganas de correr. Ves “los amantes pasajeros” y dan ganas de correr. Ves “Margin call” y dan ganas de correr, pero por otra razón. Probablemente Murakami estructura sus libros mientras corre cada día. Y ves la televisión y dan ganas de destrozarla y luego salir corriendo, que no es lo mismo, pero es igual. Revisas las cuentas de casa y echas a correr. La Universidad de Córdoba organizó un acto solidario el pasado jueves, y era una carrera. La noticia de la semana supuso que miles de personas corrieran despavoridas tras un atentado mediático en el contexto de otra carrera, una larga carrera llamada Maratón. El duelo mundial que responde a su repercusión televisada han sido otras maratones donde se corría con crespones negros. Cada vez hay más personas que se preparan para el reto de acabar una Maratón. Lo primero en lo que alguien piensa para ponerse en forma es en correr. Y hasta hace pocos años, a realizar estudios superiores se le denominaba coloquialmente “hacer una carrera”. A prosperar, “hacer carrera”.
Correr, como un reflejo del alma. A veces como esfuerzo, a veces como desbandada. A veces como pollos sin cabeza. Extraño reflejo animal cuando no hay gobierno del cuerpo. Cuando hay miedo o euforia.
Somos corredores de fondo obligados a esprintar sin saber lo lejos que está la meta.
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