La urgencia
En este sano país existe una insana costumbre. En realidad, se trata de una especie de deporte. Lo practica todo el mundo, se puede hacer a cualquier hora, en cualquier sitio y es gratis. Pero puede resultar muy caro si uno se excede en el consumo. Curiosamente, es un ejercicio que cansa más al espectador que al practicante.
Se trata de algo que engancha, es contagioso y, en ocasiones, aconsejable. Lo recomiendan los expertos cuando apuntan al remedio personal para liberar tensiones. Lo secunda el médico, la abogada, el albañil, la escritora, el amo de casa, la madre, el hijo y, sobre todo, el político.
Aunque no sea especialmente pertinente generalizar, porque se cae en la vulgarización, estos, en su mayoría, comienzan a desarrollar su técnica de manera prematura. Se puede decir que forma parte de carrera. Lo ejercen con el pensamiento de que se trata de algo que favorece la buena salud de su partido. Y lo llevan hasta el extremo.
Con los periódicos en la mano, las emisoras en el oído y los ojos puestos en la tele, cada día se pueden reconocer auténticas competiciones. Luchas confrontadas con pretensiones de desgaste. No se cansan. Van a más. Vuelven a retomarlo en cualquier punto de partida con intención de no cejar. Siguen y siguen sin parar porque es el deporte nacional. Y ya cansa.
Los dirigentes deberían darse cuenta de que la crítica como base para hacer política no sirve. Desmoraliza. Desmotiva al votante y al no votante. Invita al repudio. ¿Qué tiene que pasar en este país para que los grupos antagónicos se pongan de acuerdo en algo?
Parece razonable pensar que en una coyuntura como la actual, gobiernos y oposiciones tendrían que advertir en voz de alarma que hay que estar juntos. ¿Alguien puede pensar que si dos individuos están solos en medio de un fuego, uno de ellos se va a quedar criticando al que lo apaga? Por lógica, ambos contribuirían para poder salir de las llamas.
La sociedad demanda apagar el fuego. Reclama una unión de fuerzas para construir un nuevo futuro. Prioricen los unos y los otros, ya que pueden. Ya que cobran para eso. Dejen el ejercicio de la crítica política para cuando de verdad haya tiempo de hacer deporte. Dejen de cansar con confrontaciones pachangueras. Prioricen, que la situación lo urge.
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