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No mola

Víctor Molino

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La imagen que proyecta Córdoba se parece cada vez menos a Córdoba. Córdoba, cuna de grandes pensadores, tierra de concordia, marco de sabiduría, canon de belleza, capital cultural, fuente de creación, bella por sí sola… Eso ya no existe. Al menos, es lo que parece.

De un tiempo a esta parte, la proyección que la capital califal transmite fuera de su propia demarcación resulta diametralmente opuesta a lo que se pretende que sea. Influyen varios factores. Por partes.

Cabe mencionar que la imagen que se persigue sostener desde el ámbito político-turístico de la ciudad está fundamenta en el manido y recurrente argumento del legado cultural pretérito promocionado sobre una identidad cargada de tópicos.

Así las cosas, si a cualquier forastero se le pregunta por Córdoba, indistintamente, sea mujer u hombre, en un alto porcentaje de las ocasiones, este referirá mentalmente imágenes donde aparezcan la Mezquita, la feria, Manolete, el salmorejo o los Patios.

Asumido esto, en los últimos tiempos, a esa preconcebida instantánea se le suman otras que, poco a poco, parecen cobrar más envergadura que la tradicional. Normalmente, no aluden a nada bueno.

Hoy por hoy, Córdoba comienza a sonar casi a diario por asuntos vinculados a un presunto asesino; por encabezar la lista de una de las mayores tasas de desempleo europeo; o por campañas promocionales cuanto menos sorprendentes.

Esta última categoría parece haber cogido un especial gancho en los últimos días. La historia es que un presunto “humilde presidente”, tal y como él mismo se retrata, parodia con vulgarona ironía coyunturas que atañen al Jefe de Estado para promocionar la participación de su equipo en la Copa (que no es suyo solo, es de Córdoba).

Al margen de la simpatía, que la tiene el dichoso anuncio, cabe señalar una característica que debería haberse tenido en cuenta, la idoneidad.

La campaña promocional del Córdoba Club de Fútbol, lejos de que su confección creativa haya resultado un éxito, no es ni propia ni pertinente para que la protagonice un presidente.

El señor González ha echado por tierra de un plumazo la imagen de seriedad que intentaba hacer llegar a la afición blanquiverde. El máximo dirigente de la entidad cordobesista compareció días atrás ante los medios mostrando una fachada totalmente irreconocible en dicho anuncio.

Con ese spot, el máximo accionista del club gana populismo, pero pierde credibilidad. La ciudad, gana promoción, pero pierde su identidad. El anuncio ha hecho tanto daño al nombre de Córdoba como alegrías ha concedido al presidente del equipo.

Por desgracia, parece que en esta ciudad nunca se puede proyectar la imagen que se desea. Es una lástima que no se midan a priori las consecuencias de actos de dichas características. A Córdoba le viene haciendo falta desde hace tiempo una campaña de promoción verdadera que permita eliminar los nuevos tópicos establecidos. Bretón, el paro y, ahora, el curioso vídeo. Ni lo uno ni lo otro mola.

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