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¿Del río al mar? No, gracias
Como consecuencia del criminal atentado perpetrado por el grupo terrorista Hamás el 7 de octubre de 2023 y la brutal respuesta del gobierno genocida de Netanyahu, ha vuelto a tomar fuerza el slogan “Del río al mar”. Particularmente ha sido adoptado y difundido por una parte de la Izquierda, esa que aspira siempre al asalto del cielo y termina gestionando el ostracismo.
“Desde el río hasta el mar” es un eslogan político asociado con el nacionalismo palestino. El lema se refiere geográficamente al área entre el río Jordán y el mar Mediterráneo que incluye Israel, Cisjordania y la franja de Gaza.
Algunas organizaciones nacionalistas palestinas, como la OLP y Fatah, grupos terroristas como la Yihad Islámica y líderes árabes, como Sadam Husein, utilizaron el eslogan para pedir la creación de un Estado palestino, proponiendo la expulsión de toda o la mayor parte de su población judía.
Quien usó el lema por primera vez, fue la OLP, en 1964. Más tarde, Hamás como parte de su carta fundacional revisada en 2017, rechazó “cualquier alternativa a la liberación total y completa de Palestina, desde el río hasta el mar” refiriéndose a todas las áreas de la Palestina bajo el mandato británico y, en extensión, a la eliminación de la soberanía judía en la región. Después. la Yihad Islámica declaró que “desde el río hasta el mar [Palestina] es una tierra árabe islámica de la que [tiene] legalmente prohibido abandonar cualquier centímetro, y la presencia israelí en Palestina es una existencia nula, que está prohibida por ley reconocer”.
En el otro lado del problema, el Likud, el partido conservador de mayor relevancia en Israel, que hoy preside Benjamín Netanyahu, estableció ya en 1977 que “entre el Mar y el Jordán sólo habrá soberanía israelí”.
Es decir que tenemos dos posturas nacionalistas antagónicas, que coinciden en la eliminación del otro, en el territorio “desde el río hasta el mar”. Esta coincidencia en la barbarie excluyente es la que ignora una parte de la Izquierda española, que denuncia la xenofobia judía, al mismo tiempo que aplaude la xenofobia palestina.
Y llegados a este punto de aniquilación del contrario, cabe preguntarse acerca de su viabilidad.
La aniquilación del Estado de Israel por un grupo terrorista no es una posibilidad realista que pueda imaginarse, ni, aunque Hamás fuera enormemente poderosa, que no lo es.
A contrario sensu, la aniquilación de Hamás por el Estado de Israel, aunque pudiera realizarse militarmente, no conllevaría la victoria y el final del conflicto.
Como ha expresado en numerosas ocasiones el exministro israelí Shlomo Ben Amí, Hamás es una organización nacionalista islamista con profundas raíces y un importante nivel de apoyo. Desde su fundación en 1987, ha sido una amenaza para el dominio exclusivo de la OLP en Cisjordania. De hecho, la “cooperación para la seguridad” entre la Autoridad Palestina e Israel nunca fue más que un eufemismo, con el significado real de darle batalla conjunta a Hamás en Cisjordania. Pero el avance de Hamás no se ha detenido.
De hecho, gracias a la guerra, Hamás está ganando popularidad entre los palestinos, sobre todo en Cisjordania, donde no se sienten los desastrosos efectos del genocidio que realiza el gobierno de Netanyahu. Y si Hamás consigue la liberación de prisioneros palestinos a cambio de los últimos rehenes israelíes su popularidad se irá por las nubes.
Es más, la destrucción de Hamás, si tal cosa fuera posible, puede deteriorar aún más, la seguridad israelí. En el caos que seguiría al conflicto, miles de combatientes de Hamás se unirían a pandillas criminales, como aquellas en cuyas manos al parecer están algunos de los rehenes israelíes y otros se integrarían a organizaciones salafistas incluso más radicales.
En el Oriente Medio moderno, el vacío político siempre es ocasión para la agitación y la violencia yihadista. Durante la ocupación soviética a fines de los ochenta, Afganistán se convirtió en una base para el terrorismo transfronterizo. El ahora difunto “califato” de Estado Islámico surgió en áreas de Siria e Irak donde la autoridad estatal se había desintegrado durante los años de caos y guerra civil; el núcleo del grupo estaba formado por exoficiales del desmantelado ejército iraquí de Saddam Hussein, como los que también reforzaron las filas de Al Qaeda.
Así que no parece posible, ni adecuada, una solución militar al conflicto. No será la guerra la que ponga fin a la guerra.
La única posibilidad razonable es la que el presidente Sánchez, con el apoyo tímido de algunos de los gobiernos de la remolona Europa, ha planteado provocando las iras del gobierno israelí: “debemos empezar a trabajar desde ahora en la aplicación de la solución de los dos Estados. Hoy, más que nunca, necesitamos retomar una perspectiva de paz seria y creíble. Sin una solución política, estamos abocados de nuevo a ciclos interminables de violencia. cualquier solución debe ser de carácter integral. Hoy la paz significa el establecimiento del Estado palestino, un Estado palestino pacífico y viable, que incluya Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, de acuerdo con las resoluciones de las Naciones Unidas”.
El pueblo israelí y el pueblo palestino tienen derecho a vivir con paz y seguridad. Ese debe ser el objetivo: desde el río hasta el mar, dos Estados coexistiendo con armonía y paz.
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