Agradecimiento al sistema sanitario público

Nuestra madre murió hace un mes. Un cáncer de pulmón nos dejó sin tiempo ni posibilidades de reacción. Poco más de ocho semanas tuvimos de margen desde que recibimos la peor de las noticias. Ocho semanas de vulnerabilidad, cuidados y de mucha fragilidad. Comenzamos a recorrer un camino muy complicado, desconocido y lleno de miedos y de preguntas. Y en él nos hemos ido encontrando a una gran cantidad de personas que nos han dado sostén, cariño, apoyo y, cuando era posible, algunas respuestas. En este proceso hemos podido contar con un sistema de salud público que merece todo nuestro reconocimiento y agradecimiento. Un sistema de salud que nunca ha preguntado quiénes somos, cuánto tenemos ni de dónde venimos. Un sistema público que no atraviesa su mejor momento, que viene siendo denostado y adelgazado, donde la falta de recursos se ve sustituida en demasiados casos por el redoble de los esfuerzos de las personas que lo sostienen.

Desde el inicio, fue la atención primaria la que dio la voz de alarma y puso en marcha todo el engranaje para conseguir un diagnóstico. En pocas semanas, nuestra madre pasó por pruebas y más pruebas que habrían supuesto un alto coste económico en otras circunstancias y que, en este país, están a disposición de las personas que lo necesitan. Muy a nuestro pesar, el diagnóstico era fatal. Nos quedaba poco tiempo y menos posibilidades. Sin embargo, han sido muchos los recursos que han seguido poniéndose a nuestra disposición para intentar mejorar la calidad de vida de nuestra madre y su experiencia vital durante el tiempo que le quedase.

La calidad humana de cada uno de los profesionales del Hospital Reina Sofía de Córdoba con los que nos hemos cruzado ha sido abrumadora. Auxiliares, personal de enfermería y especialistas hasta llegar al equipo de cuidados paliativos que nos acompañó con toda la sensibilidad del mundo en los momentos más difíciles de nuestra vida. Todos y cada uno de ellos y de ellas permanecerán para siempre en nuestro recuerdo y en nuestros corazones. Juan, Cristina, Ana, Rafa, Susana, María del Mar, José Manuel, Iris, Silvia, Charo... Personas, profesionales sanitarios, que han sido nuestro sostén y, sobre todo, le han dado tranquilidad y confianza a nuestra madre en un momento de gran fragilidad. Personas que construyen un sistema de salud público de calidad y lleno de humanidad.

A pesar de haber tenido que atravesar esta dura e injusta experiencia y de haber perdido a nuestra madre en tan poco tiempo, el dolor, la tristeza y la ausencia se nos mezclan con el agradecimiento y la satisfacción de saber que se fue tranquila, cuidada y acompañada. Y, sobre todo, convencida de que es necesario defender este sistema de salud público tan castigado y tan indispensable en los momentos vitales de mayor vulnerabilidad para todos y cada uno de nosotros. Así nos lo hizo saber poco antes de dejarnos: “No olvidéis defender lo que es de todos; no dejéis de agradecer públicamente a las personas que lo hacen posible. Escribir estas líneas en mi nombre”.

Por eso, hoy, en su nombre, defendemos este sistema de salud público, de calidad y universal que ahora, más que nunca, sabemos que es un tesoro de valor incalculable.

Luis, Irene y María Águila Rodríguez (hijos de María de los Ángeles Rodríguez Jurado).