Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
Mi sargento, mi vacuna
Me han vacunado por tercera vez. Es maravilloso. Estas simples ocurrencias me ponen en mi sitio, en mi edad.
Me han puesto una dosis de “Moderna” cuando mis dos anteriores eran de “Pfizer”. Podrían habérmela puesto en el C3A pero no lo han habilitado como vacunódromo. Una lástima. Hubiera sido una vacuna contemporánea que no es lo mismo que ser moderna.
Me la inyectado un militar en traje “de faena”, de camuflaje, el sargento Ramírez según la “galleta” que llevaba cosida en el lado izquierdo de su guerrera. Le presenté mis respetos.
La cosa fue rápida, le di las gracias y le deseé un “buen servicio” y un buen día y él lo agradeció sonriendo con los ojos sobre su mascarilla color caqui (se puede sonreír sólo con los ojos, lo juro).
Apenas tuve reacción, tal vez algo de febrícula por la noche en la que soñé que un comercial con traje de chaqueta azul y corbata azul se presentaba a mi puerta. Era Juanma Moreno Bonilla y me decía que un médico jubilado se había incorporado de nuevo al servicio. Le brillaban los dientes mientras me lo decía. Me dio un pelín de susto, lo reconozco.
Yo le dije “me alegro” y le cerré la puerta, como hago con todos los comerciales, los testigos de Jehová y las monjas.
Les diré una cosa: la salita del centro público donde me vacunó el sargento Ramírez olía a victoria.
El traje azul del comercial Bonilla olía a naftalina.
Me acuerdo de esas cosas.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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