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Memorias de un portero de fútbol

Juan José Fernández Palomo

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Hi. Hola. Soy Peter Leslie Shilton, soy portero de fútbol, goalkeeper. Del Leicister, del Nottingham Forest –cuando era bueno- o del Derby County, entre otros.

Me hicieron internacional y defendí a la selección inglesa durante unas cuantas temporadas. Llevaba los cuatro leones en el pecho con honor y actitud. En este punto debo decir que los porteros ingleses nunca hemos sido muy buenos para el común de los mortales que dicen saber de fútbol. Bueno, es cuestión de opiniones.

Los porteros ingleses somos tipos a los que les gusta la lluvia y el barro y creemos que el larguero es un tejado confortable y que abandonarlo es una aventura loca a la interperie. En eso, debo decir que somos hogareños y conservadores. Somos protestantes y de poco protestar.

Una vez tuve que jugar a pleno sol en un estadio de Méjico. Se llamaba “Azteca” y yo creí que eso era nombre de barrio, acostumbrado como estaba a que todos los nombres de estadios tenían nombres de barrio en Inglaterra.

No era así. El Estadio Azteca tenía nombre de raza, por lo que se vio.

Todo era extraño desde el principio.

No sé por qué pero al saltar desde el túnel me acordé de un primo de Leicister que murió en una playa de las Falklands atacando una línea de posición.

Me metieron dos goles en ese partido del Estadio Azteca demasiado solar y desacostumbrado: en el primero salí a espantar avispas sobre la cabeza de un tipo bajito que jugaba con todas las extremidades de su cuerpo. En el segundo le abrí las puertas del infierno por el palo corto al mismísimo Dios.

Que tú seas el can Cerbero y abras así las puertas del Averno es una dejación de funciones espectacular. Es un retrato.

Soy Peter Shilton, os acordaréis de mí, soy el pariente del que murió en una playa de Las Malvinas, el que jugó cegado por el sol azteca, el que recogió el balón de las redes, el que escupió el chicle.

Soy hoy Peter Shilton por él.

Y, de paso, maldigo a Margaret Thatcher. Alguien lo entenderá.

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