John Smith
Me tomo una cerveza con mi amigo John. Bueno, él se toma una San Miguel 0,0; porque dice que no bebe cuando está de servicio. Yo creo que esa es una frase tópica, porque él siempre está de servicio.
Smith trabaja desde hace años en el servicio secreto del presidente de los Estados Unidos. Yo lo conocí en Langley (Virginia) cuando estuve allí de Erasmus. (Erasmus transnacional, quiero decir. Europa es muy grande, llega hasta Virginia). Desde entonces somos colegas.
John lleva quince días en Rota preparando la visita de Obama. Allí ha inspeccionado el alcantarillado del pueblo, ha visitado los bares y las farmacias. Ha ido a escuchar soul a los bares de negros y a bailar (disimulando) a los bares de rock and roll de los blancos.
“Lo peor es cuando Felipe Benítez Reyes se emborracha y enchufa el amplificador de su guitarra Fender Stratocaster. Se cree que sabe. A las tres de la mañana”. Un coñazo; pero Rota mola (Rota rules).
Ha roneado con la Vero, una quiosquera que vende tabaco de contrabando de Gibraltar y le dice “pisha, tú que hases aquí”. “Me dice pisha, y yo lo flipo”, me dice Johnny pegándole un trago a su cerveza 0,0.
Lo entiendo. Le respondo.
Obama pasará; pero John Smith se queda. Tiene toda la pinta. Se ha enamorado, pedirá una excedencia de los servicios secretos. La aprobarán, se la merece.
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