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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

La barbacoa

Imagen de una barbacoa.

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Me invitaron ayer a una barbacoa, por Obejo, creo, no sé bien, me llevaron. Lo pasamos pipa. Ahora que recuerdo, hice la mili cerca de allí. Ahora todo Córdoba y su amplio término municipal es militar, qué cosas. Hace unos años, no. Era pacifista y antinuclear y sandinista y cosas de ésas. En Obejo hay una iglesia con un santo muy milagrero, San Benito, creo.

Bueno, da igual. A la barbacoa asistió gente de importancia. Todos aportaron lo que pudieron. El presidente de la Diputación trajo vino generoso, aceite de Priego y unas mandarinas fumigadas de la Vega. También estuvo Antonio Hurtado, que trajo falafel y tahini, porque él es de mucho viajar al Magreb y trae souvenirs para los amigos. La que no pudo venir fue Rosa Aguilar, porque ella es de poco comer, sólo tomate y, si acaso, jamón del bueno.

Hasta vino del norte Matías González que aportó un costillar de choto que olía mucho a choto y que digo yo que eso es lo suyo y que no está mal que sea así.

Estaba también invitada, me dijeron, la vicepresidenta del gobierno de España, Carmen Calvo, pero se excusó por problemas de agenda y casi que mejor porque es muy parlanchina y ya se sabe eso de “oveja que bala, bocado que pierde” y eso no es bueno para peroles y barbacoas. Alguna persona maledicente llegó a decir que Carmen Calvo estaba de visita privada a Jaén ataviada con una careta de Mickey Mouse –y mascarilla, obviamente- por razones de seguridad, pero yo no acabé de creérmelo.

Brasas de encina y aroma de sarmiento calentaban el ánimo y las charletas dicharacheras. Carmen González puso con diligencia el mantel y aseguró que “comía en la misma mesa que todos y todas”. Y yo lo vi natural.

Alguien especuló con la posibilidad de que Susana Díaz llegara en helicóptero para los postres. “Si aplanamos la era esta de aquí atrás se podría habilitar un helipuerto”, dijo alguien. “Y, si no, la Base Guzmán el Bueno está al lado”, apostilló otra persona.

Fui con Isabel a dar un paseo y a fumarnos un cigarrillo. “¿Quieres que te enseñe el zuncho?”, me dijo. “No, déjalo. Lo que quiero es que salga bien el chimichurri, que es fundamental en las barbacoas”.

La cosa iba de palabras graciosas que incluyen la “che”. Nunca abandonamos al niño que fuimos.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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