La lengua, ese trasto, esa herramienta con la que nos comunicamos, la que usamos en el bar, en el comedor de casa, en la grada del estadio, la que sale por el transistor, la que está en los libros, en la tele, en los periódicos, en el móvil… es fascinante.
Esta semana he escuchado y he leído, y más, dos adjetivos aplicados a una decisión del presidente del gobierno de España (al que llamaremos Peter a partir de ahora).
Peter ha tomado una decisión: convocar elecciones generales. Él puede hacerlo. Sólo tiene que comunicárselo al jefe del estado, que en este caso es el rey (y que a partir de ahora llamaremos Phylip). Como todo padre cincuentón, Phylip se preocupa, básicamente, de con quién ronean sus dos hijas adolescentes. Lo demás, le da igual, porque lo importante es lo importante.
Pues, bien. Peter ha decidido, tras una elecciones presuntamente municipales y algo autonómicas, romper la baraja y convocar elecciones de las gordas, de las de importancia, generales.
¿Peter es temerario o audaz?
Según la Real Academia de la Lengua española, audaz significa “osado”, “atrevido”. Esto pone a Peter en una tesitura que lo puede relacionar con los héroes.
Temerario, también según el canon de nuestra lengua, nos habla de un adjetivo que califica al nombre, al hombre, a Peter en este caso, como una persona “excesivamente imprudente” y que “arrostra peligros”.
En este punto, no sabemos si ser audaz o ser temerario es cosa complementaria o excluyente.
Es posible que ser audaz sea tirar un triple en el último segundo cuando tu equipo va perdiendo (creo que a Peter le gusta el baloncesto). A ver qué pasa cuando el balón bota dos veces en el aro.
Es posible también que ser temerario sea saltar a una piscina desde la terraza de un sexto piso de un hotel barato de Magaluf.
Son cosas del lenguaje.
Peter me ha convocado a votar un domingo de finales de julio en Córdoba. Es posible, según la fecha, que yo vaya ese día a mi colegio electoral vestido en chanclas y con un tanga de leopardo después de haberme depilado las ingles con láser de diodo, que no sé lo que es, pero lo publicitan en franquicias en cada esquina.
Y con las papeletas ensobradas y guardadas en una riñonera.
Alguien podrá llamarme audaz o temerario, lo entiendo.
Como si no me llaman nada...
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