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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

Los afectos

Marines

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He estado dos veces en Nueva York. Es decir, no estado nunca en los Estados Unidos de América del Norte (a partir de ahora, USA). New York City es un decorado que no necesita concejalía de turismo o patrocinio. Todos hemos estado allí sin necesidad de haber salido de casa, sin haber salido del cine del barrio. Nueva York es un taxista paquistaní, China Town, el lobby del hotel donde toca el clarinete Woody Allen todos los martes o los Five Points del barrio del sur, junto a la confluencia de los dos ríos, que nos contó Marty Scorsese. Y la noria de Coney Island.

Nada que no sepamos.

USA no es eso. Es el medio oeste, los redneck que votaron a Trump, los centros comerciales y las franquicias de asados tras las rotondas de las afueras de pueblos de Iowa, Minnesota o Utah. Es el porche de casa adosada y el sótano, el basement de la memoria de los objetos. Es una barbacoa y el mantenedor del césped. Es un pavo de Acción de Gracias y unos panqueques recién horneados.

Esos son los USA en la que los adolescentes abandonan la escuela para ingresar en el ejército y ganarse un buen sueldo. Los mismos que en los pueblos de Andalucía se fueron del instituto para subirse a un andamio y tener pasta fresca todos los viernes y un Hyundai amarillo y el teléfono de un camello.

Los jóvenes del medio oeste de los USA se fueron a guerras sin saber geografía. Creían que Kabul era el nombre de un perro de alguien del barrio y que Kandahar era la marca de un móvil barato.

Esos jóvenes volvieron en una caja metálica envuelta en la bandera de las barras y las estrellas o sentados en una silla de ruedas con la cabeza girada y un babero.

Yo sospechaba que eso era así; pero lo tuve claro leyendo El mapa de los afectos, de Ana Merino, premio Nadal 2020. Novela de vidas cruzadas, de ausencias, de vidas rotas y, obviamente, de una geografía de los afectos.

USA no es Woody Allen, ni Joe Biden, ni horteras disfrazados asaltando el Congreso, ni Billy Joel ni Bruce Springsteen ni el Memorial de Lincoln.

Es más. Sobre todo son The Simpsons y el mapa de los afectos y de sus “zonas de sombra”.

Y éste es el artículo que yo quería escribir sobre Afganistán.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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