Del 92
Del 92 no me importa el AVE ni su precio, ni el príncipe abanderado, ni la plusvalía de los terrenos del plan Renfe, ni la “tapadera del tren”, como un dijo un concejal de la época, ni una visita a la Exposición Universal con unos amigos con los que me emborraché con cerveza “Ave del Paraíso” en el pabellón hermosamente cutre de Papua-Nueva Guinea.
Sí me acuerdo de una carabela de mentira hundiéndose en puerto quinientos años después de que una de verdad cruzase la mar oceana llevando la sífilis y la cruz más allá de la curvatura de la Tierra.
Me acuerdo de que todos éramos socialistas y europeos. Y americanos y, tal vez, españoles.
Me acuerdo del gigante de Pakistán. Se le veía triste.
Del 92 me acuerdo del gol de Koeman en Wembley y de Cruyff sacando a Alexanco siete minutos “para mantener la puerta cerrada”.
Del 92 me acuerdo de Carmen, la más guapa de la clase de crítica literaria en un auditorio de la Facultad de Letras de Granada. Inaccesible.
Me acuerdo de que el profesor explicaba a Roland Barthes y yo aprendí que el mundo está lleno de signos. Sólo hay que saber interpretarlos.
Y en eso estamos. Con mayor o menor acierto.
0