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El efecto tercera persona: ¡Qué pardillos son!

Miguel Ángel Luque

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Desde que me dedico al entrenamiento competencial, uno de los aspectos que más entreno es el relativo al de la influencia, aplicada en áreas tales como como el Liderazgo, la negociación, o la atención al cliente. El foco siempre lo ponemos en la capacidad de generación de influencia hacia otros pero casi nunca lo ponemos desde el otro lado, es decir, de qué manera nos influencian a nosotros. Si nos paramos a pensar un momento, puede que rápidamente nos venga a la mente una de las mayores vías de influencia, a veces inconsciente, que recibimos las personas, y no es otra que la de los medios de comunicación. Aunque cómo bien dice el refranero popular, y aplicado a la influencia de los medios, en ocasiones “vemos la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio”.

El sociólogo W. Philips Davison, acuñó el término Efecto Tercera Persona (ETP), para explicar la creencia que tienen las personas a considerarse inmunes respecto a la influencia que tienen los medios de comunicación sobre ellos, pero que sin embargo se ve neutralizada cuando se trata de los demás. Davison lo explica magistralmente a través del concepto “ignorancia pluralista”, en el que el sujeto piensa más o menos algo parecido a “mira que son inocentes (los otros) que se dejan influenciar por lo que dicen los medios de comunicación. Yo en cambio manejo más información y más datos. A mi no me engañan”. Este concepto del ETP podemos enmarcarlo dentro de las Teorías de la Atribución que se encargan de evaluar cómo la gente percibe su propio comportamiento y el de los demás. Estaréis conmigo que en lo que se refiere a justificar comportamientos propios y de los demás, los seres humanos somos expertos ventajistas y somos capaces de crear otros sesgos atributivos, o maneras de pensar de cómo actúo/actúan los demás.

Por ejemplo, nos encontramos con el  sesgo del falso consenso, que se refiere a la tendencia a creer que las características, conductas u opiniones propias son compartidas por otras personas. De forma resumida, “los demás van a actuar como yo en esa situación”. Pero también nos encontramos con el de la falsa singularidad, referido a cómo subestimamos la proporción de personas que comparten nuestras características u opiniones. Es decir, la tendencia de la gente a ser diferente.

Y me llama la atención como tanto el ETP y el del falso consenso, en apariencia contradictorios, pueden funcionar de forma integradora , ya que todo depende de cómo son los otros con los que me comparo. Si las otras personas son admiradas por mi, habría efecto consenso (“ellas son como yo”). Si las otras personas no son admiradas , pertenecen al un grupo “rival”, o por alguna razón veo amenazado mi identidad (mi Yo), se produciría el ETP.

Acabamos de pasar un ejemplo de la puesta en funcionamiento del ETP, las elecciones andaluzas. Seguro que antes, durante, y después de las mismas algún pensamiento del tipo “No sé como la gente puede votar a ...” “No se dan cuentan de que son....” “Menos mal que yo soy listo, inteligente, cabal, analítico, manejo información neutra...”. Bueno se me olvidó explicar un factor que eleva el ETP y este no es otro que la “autoimplicación en el mensaje”. Es decir, a mayor autoimplicación mayor ETP por lo que podemos llegar a la conclusión que Política, Religión y Deportes están muy expuestos a este efecto.

En fin, me gustaría recordarte que en el futuro,  cuándo digas “¡qué pardillos son!”, no olvide  añadir “¡qué pardillo soy!”. BE TIM.

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