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Esto huele

Alba Ramos

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Tranquilos que no voy a hablar de la huelga de basuras de Madrid. Eso ya es (casi) mierda pasada y lo mismo mientras se acumulaba porquería en las aceras de algunas barriadas capitalinas se ha inventado la vacuna del sida o se han conseguido nuevas imágenes de los olinguitos (¡majos!), quién sabe.

El caso es que necesitamos hablar de que las cosas huelen mal o bien. Esto es así. No solo olerlas, parece necesario pensar y hablar sobre ellas. Estamos en una polarización mundial entre el buen aroma y el hedor infecto.

Cada día escucho a más gente comentar lo agradables o repugnantes que les resultan algunos olores y sus gestos de desaprobación ante aquellos que muestran indiferencia sobre uno de los que ellos detestan es bastante increíble. Si a ti te huele bien estás perdido.

Vamos a ver, me parece bastante lógico que evitemos inhalar el aroma de un perrete mojado y nos atraiga el de una manzanilla con anís (aunque para gustos, olores) pero… ¿qué está pasando verdaderamente? Precisamente en un momento en el que la contaminación nos ha destrozado el sentido olfativo, ¿a cuento de qué esta obsesión con los olores?

Para mí (entiendo que para pocos más y no sabéis cuánto admiro a los que sois capaces de ignorar todo esto) el tema se ha convertido en algo preocupante en el momento en el que el porcentaje de anuncios de televisión dedicados a ambientadores y productos especializados en eliminar los olores es casi superior al de la Lotería de Navidad (por culpa de Raphael sueño cada noche con muerte y destrucción) incluso en estas fechas tan señaladas.

Volvemos en 5 minutos... 300 segundos en los que nos recuerdan que todo apesta en su esencia: hogares, coches, apartamentos vacacionales, baños… Pero ¡eh! que puedes evitarlo sólo con un flish (o con un toque, usando su jerga) ¡Con un flish! Como la vida misma, para qué solucionar algo si podemos taparlo un poquillo y disimular ¿qué no? ¿Lo próximo qué será? ¿Anunciar y vender alfombras bajo las cuales podamos ocultar el polvo? (uhhh, pues suena molón).

La cosa va a más. Ya no sólo las personas y sus hogares malolientes. ¿Qué pasa con las tuberías? ¿Cómo, y lo digo en serio, cómo puede haber tanto hedor de cañerías atascadas cuando la publicidad nos está mostrando cada día otro de los grandes problemas de nuestra sociedad: el estreñimiento? Maldita sea, la gente no va al baño. Creo haber contado más de cinco productos diferentes para ayudarlas (los spots evidencian que los tíos sí que evacúan, será que el pene hace palanca, digo yo) a tener una vida digna y una relación diaria con el inodoro… Me preocupa.

En serio ¿Qué está pasando? ¿Será para evitar que después se desencadene un loop sin fin de olores indeseados y el uso de ambientadores para evitarlos y que todo huela bien? ¿A qué huelen las cosas que no huelen? Esto… ¿A NADA

Esto hay que pararlo, hace tiempo que el problema está ahí y ha llegado el momento (de decir la verdad, tengo que tener fuerzas para poderte hablar. Espero que no te rías ni rehuyas de mí cuando te diga que estoy enamorado de ti) de dejar que nuestras narinas aleteen y huelan libremente. Olamos.

A ver, que no pasa nada, que el olor se pasa. En serio, no todo huele siempre mal ni bien. Puedes usar perfume para taparlo, acostumbrarte o, mejor, agitar tus manos para desplazarlo y que apeste al de al lado. Sea como sea, qué majos somos.

Asumámoslo, todo esto huele pestes.

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