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Los fanes y los peces. Teenagerismo

Alba Ramos

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Muy bien. Voy en el tren y la película que me toca para amenizar mis horas de traqueteo y frescor invernal en el vagón es un documental sobre One Direction. Así sin más, me da por preguntarme, además de en qué cojones pensaba el tipo o tipa de Renfe encargado de la programación al seleccionar este truño infame (¡con la cantidad de pelis de animales que hablan que no he visto debe haber en cartelera! Por el amor de dios, y puesto a darle al género documental ¿es que no había otro? ¿A qué top manta vais malditos?) en el fenómeno fan.

Lo primero de todo, no es fenomenal, así que no sé a cuento de qué lo llamamos fenómeno. Claro que viendo (que no escuchando) las imágenes de estos muchachos creo que me quedo más bien con la tercera acepción del D.R.A.E para este adjetivo: “persona o animal monstruoso”. Y lo digo más bien por lo que les rodea, tengo miedo de esa mánager. Mazo.

Me pregunto cada cuánto tienen que renovar estos grupos. ¿Su duración se mide por décadas? ¿Cuándo terminan con todos los looks posibles de las diferentes temporadas, si las hubiese, del Kiabi? ¿Quizás cuando una fan se da cuenta de que todos los jits son iguales corre la voz y acaba con ellos (a saber cómo porque a cientos no les hemos vuelto a ver el pelo, Boyzone... Ehem)? ¿Igual es cuando pasan a convertirse en señoras (aunque en casos como éste quién sabe si no lo eran ya...)? Lo que es indudable visto lo visto desde mi asiento, y culpando siempre a mi costumbre de “si hay una pantalla de televisión funcionando DEBES mirar qué es lo que sale”, es que todos han necesitado un miembro de cabellos morenos con cejas ultrapobladas.

Haciendo memoria de pronto me preocupan varias cuestiones: ¿hubo problemas familiares entre la Kelly Family o su desaparación fue un regalo divino? ¿Aaron Carter ha muerto? ¿El calvo de Aqua sería dueño de un local de peleas ilegales de perros? Y, en tal caso ¿antes, después o durante?

Por suerte, creo que el público de esta mandanga sólo está receptivo durante un periodo concreto de su existencia: la adolescencia. Esa época que se encuentra más o menos entre algo guay y el infierno en vida.

Vaya años, vaya. Parto de la base de que cada adolescencia es muy diferente según dónde se haya criado uno. O más bares y ocio o más drogas y sexo, podríamos resumir a lo borrico. Quiero decir, pasaban cosas como que mientras unos y unas se pintaban las caras con corazones y nombres de ídolos otros suplicaban por una púa a gente que SÍ toca instrumentos (y otros nos llevábamos una cadena de váter de recuerdo, ¡vamoooos ya! Triste).

No obstante, hay una serie de cosas que más o menos nos pasan a casi todos.

Empezando porque se trata de una época en la que te pasa todo y no te pasa nada, pero lo increíble es que esto ocurre cada minuto.

La intensidad más absoluta en cualquier relación o actividad que uno realice. Si lees un libro ese es EL libro y el autor o la saga que te marcarán de por vida, por no hablar de las amistades o las los seres y estares de los que nos “enamoramos”. Para bien o para mal, nunca volvemos a sentir todo tanto y tan intensa y locamente como en la adolescencia.

Supongo que, como dice mi amiga Carla, nada va a gustarte tanto como te gustaban las cosas en esa época. En mi opinión, esto es emismo puroemismo .

Pero tranquilidad que también hay algunas cosas buenas de la adolescencia. Así a bote pronto...

  • Las horas cunden más cuando unos sale porque ¡hey hou! Quedas a las 5 de la tarde (a las cinco en punto de la tarde, un niño trajo la blanca sábana y todo eso… Además de acordarme de Hanson me sé tres poemas ¿vale?)
  • Pagas menos en cosas chulas como el parque de atracciones o el transporte público (¿Perdona? NO PAGAS TÚ)
  • Comes más pipas aguasal y conoces más bancos por toda la ciudad (¡búscalos ahora!)
  • A los leggins los llamábamos mallas
  • No te preocupas por ir al gimnasio porque en Educación Física ya te preparaban para la carrera espartana. Cagoendios, deporte de élite era el mil quinientos.

Época de piercings, tintes de colores y tatuajes que se borraban a los tres años… ¡JA! Madre mía, aquello fue la estafa de una generación. Los que consiguieron quitarse sus elfos, dragones y letras chinas aún deben tener una buena cicatriz... ¡10 años después! Para más inri en lugares tan estupendos como el cuello, el tobillo o la zona cercana a la hucha. Sí, en esas edades está claro que uno sabe elegir francamente bien ¿En serio no hay ninguna plataforma de ayuda a los afectados similar a las del fórum filatélico o las preferentes? Cuenten sus casos amigos, al menos hablarlo os vendrá bien.

¿Y qué me decís de la pavada de las conversaciones en notitas de papel durante las horas de clase? ¿De verdad disimulábamos tan bien como para que los profesores no se diesen cuenta de que volaban bolitas de una mesa a otra? En mi instituto hubo un caso de una que tuvo que percatarse y salir huyendo al tratarse de papeles impregnados con tipp-ex y aderezados con un golpecito de mechero, bolas de fuego las llamaron por aproximarse más a la realidad. Qué majos. En fin. Ahora me imagino que se mandarán guasaps. BOH.

Y EL regalo o prueba de afecto definitivo: los cassettes. A veces casi importaba más que su contenido el continente (dos minutos de silencio por el Simago) porque nos currábamos las caratulas como si fuesen a llevarlas al MOMA.

Otros lugares comunes son las dedicatorias en las carpetas. En realidad esto empieza más en la época prepuber pero cuando eres adolescente te vienes arriba porque como eres hormonaman mueres vivo porque la gente que te gusta te ponga frases cuanto menos curiosas como aquel “Acuérdate de este día, acuérdate de este mes, acuérdate de tu amigo que te firma al revés – ablA” o el siempre cool “Nadie es perfecto- Fdo. Nadie”, y claro, tu en tu estupidez sublime pensabas que verdaderamente aquel chaval o chavala eran la personificación de la perfección (y os recuerdo que hablamos de una época de acné, hedores rancios y mostachos innecesarios. Ehem).

Y así, sin más, pienso en toda esa gente que se regocija afirmando que “volvería a aquella época pero sabiendo lo que sé ahora”. ¡¡Menudo HORROR!!

Llegamos a destino. Si no se me parten en mil pedazos los pies helados al tratar de caminar, me largo. Pero me voy para adelante.

https://www.youtube.com/watch?v=aXpGt7REI20

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