La explosión del Espíritu de la Navidad
Es cierto, las del coche no explotaron, pero he de reconocer que hasta el viernes pasado no había venido a mi. Y ya era hora. Así como llamando al porterillo automático al que contestó en clave con un “yo”, el viernes pasado sentí la explosión del Espíritu de la Navidad, y llegaba cargado con bombonas de butano y buena mierda (abono, vaya). ¡Alegría, carnaval! Digo, Navidad.
De pronto caí, que ya había llegado unos días antes con su tradicional efecto llamada a las masas para colapsar las aceras y caminar despacito despacito –al más puro estilo zombi de Romero–, pero ni me había dado cuenta de que estaba al acecho con esos cojonudísimos deseos para todos. Lo que no esperaba era tal despliegue de Tédax.
El Espíritu de la Navidad ha venido para quedarse unos días y está patrocinado por Gaes. No, me vas a perdonar, pero tu querido retoño no toca el xilófono ni con un mínimo de melodía y sí, los golpes que estoy recibiendo con su globo de Pocoyó a tamaño ser humano adulto, me están molestando. Por el amor de dios, ¿no podéis andar más rápido? Suerte Chencho, este año lo tendrías jodido.
Es un tipo ruidoso, molesto incluso, al que hay que saber llevar. Las posibilidades de sufrir un infarto te acechan en cada esquina. Su séquito viene cargado con zambombas, panderetas, matasuegras y petardos –BASTA, maldita sea–, y trata de esconder su verdadera identidad con pelucas de colores cuya fabricación, probablemente, hayan abierto mil nuevos agujeros en la capa de ozono.
No sabe de proporciones. Si no, miren los belenes, una de sus grandes aportaciones a los hogares. En serio, que venga alguien a decirme que ha visto alguno belén en el que todas las figuritas eran de un tamaño mínimamente parecido. Que no, que vamos acumulando muñequillos de un lado y de otro y aquello, por mucho que queramos colocarlos en perspectiva para que parezcan de un mismo planeta, termina pareciendo un homenaje a Freaks. Si sólo un trabajillo del caganer podrían hacerse varias casas de adobe para esos pastores raquíticos.
El espíritu de la navidad es solidario. Especialmente con los diseñadores de bolsas de plástico con dibujos navideños que nadie sabe qué otra salida encontrarían a sus diseños si no fuese por él. Más majoo. Además, que no hay cosa más divertida que guardar los bañadores en una bolsa de felices fiestas con su acebico y/o lazo rojo. O igual sí, pero yo es que soy feliz con muy poco.
Puede tener una voz de mujer susurrante al más puro estilo spot de El Corte Inglés, que parece que se te apareciese un espectro, sus muertos –nunca mejor dicho–, o de niño repelente con buenos pulmones y ganas de ser escuchado –pero muchas–. Le flipan los anuncios de perfumes surrealistas y durante el año echa de menos a Ramontxu. Venga va, que ya mismo os veis.
Sus villancicos preferidos son los gitanos (¡cómo los míos! Tenemos mogollón en común) se vuelve loqui con el ole ole Holanda se ve, Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve, que ninguno entendemos qué hacían por el Benelux los reyes magos, pero el tío se troncha.
Eso sí, ni él ni nadie puede entender por qué la paliza al hijo de una portera, que hoy le han traído en camilla, por pedir el aguinaldo al portero de la esquina. Que muchos dirán ¿problemas entre los porteros de la zona?, ¿brutalidad policial? No, eso no porque esa noche se valía todo: Esta noche hasta los guardias, cogen una borrachera, por eso no tengo miedo a que nadie me detengano tengo miedo. Habrá que ver con la ley mordaza, prenda. O no sé, igual el retoño de aquella era “anarquista”.
Su estancia coincide con las vacaciones de muchos y así la lían, es un fiestas. Pero también le gusta que te quede claro que tú no las tienes así que llena tu ciudad de turistas ociosos para que odies, que tampoco va a ser todo felicidad.
Vuelves a casa, vuelvees, al hogar y tal. Claro que no sólo tú. El Espíritu de la Navidad fleta aviones, trenes, barcos y blablacares para unirnos a todos. Se lo goza, nos lo gozamos. Pero, en serio, las exaltaciones de la felicidad, ¿podemos hacerlas a menos decibelios? Ostras, gracias.
Como nos invade vivos queremos compartir su llegada y estancia como sea. Que nadie vaya a pensar que no estamos a tope de Navidad. Y claro, en la era 2.0 te entran las dudas: ¿Mandar una postal? ¿Compartir ese meme de mierda con todos tus contactos? ¿Enviar mensajes privados? ¿Silenciar grupo durante... 1 año? Las opciones son inabarcables.
Yo no sé, os paso mi felicitación pixelada. Bonitos todos.
A vuestros pies. O calcetines papanoeleros.
https://www.youtube.com/watch?v=x8NVtxhKCOk
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