Com-idas de olla
Llámalo cupcake llámalo muffin, son magdalenas. Eso sí, no lo llames salmorejo si entre sus ingredientes no se encuentra ni tomate, ni ajo ni pan y sólo tiene trufa, quesos variados y virutas de chocolate ¿A qué estamos jugando?
Hace cosa de dos días tuve un pequeño momento de ira transitoria comentando con unos amigos el fenómeno social obsesionarnos con actividades. Y es que de un tiempo a esta parte se ha desarrollado un quehacer que, vaya, para mí que ya era algo diario y común: cocinar.
Es cosa de la tele ya, pero bien que la gente pica a lo loco. Si no hace más de cuatro o cinco años todo dios tenía que saber bailar desde sardanas hasta hip hop (cada vez que veo el ohio a un muchacho ataviado con ropa “deportiva” de colores tan estridentes que tus ojos lloran sangre, no dejo de pensar el daño que hizo 'Fama, ¡A bailar!' en nuestras vidas), después “cantores” de todos los rincones del país tenían que tener la oportunidad de deleitarnos (o volver a hacernos sangrar, ahora los oídos) con su arte, acompañado de famosos “cantantes” (mucha droga) y batallas en las que, en mi más humilde opinión, deberían haber dejado intervenir a gente del público. Con la mano abierta.
Total, ahora nos están braseando a lo loco con la cocina: desde 'Master Chef' (incluida la versión junior por mucho chiste que nos haga ver a un crío de 8 años haciendo codillo), 'Pesadilla en la cocina', 'Top Chef' o cualquier reality infame más que se les pueda ocurrir. Y esto, claro, ha generado expectativas entre los telespectadores (ya, ya, tu no lo ves pero quieres que todos digamos que tu plato de foie casero con ortigas del campo y salsa de anacardos instagrameado es lo puto más, ¡aha!) que ansían hacer los platos más exclusivos y creativos... Pero os estáis pasando.
Vale que mi abuela le ponga manzana al gazpacho. Free style. Pero jamás te plantaría un plato de lentejas y te diría “niña, aquí tienes unos papajotes” (esta movida existe, no me lo he inventado). Llamemos a las cosas por su nombre.
¿No creéis que un poquito se os está yendo de las manos? Que digo yo que así como el brunch brunches el desayuno tardío (incluso si me apuran almuerzo) de toda la vida, el bagel bagel(no la raza de perros, ¡juas!) es una rosca dulce o salada de las que llevan siglos poniendo de tapa en los bares. ¿Smoothies? BÁTIDOS vamos ya. Que tenemos nivelón de inglés para lo que nos parece oportuno.
Luego, esas comidas de moda o las modas con las comidas (mi no entender). Empezando por la soja, que lleva más de una década partiendo la pana, y desde hace poco la quinoa que resulta ser lo máximo en las vidas de las personas. ¿Ahora? Maldita sea ¿y qué fue de las ultrapropiedades de las bayas de goji? ¿Es que ya os habéis olvidado del por culo que distéis con este fruto que soy incapaz de decir si no menciono al bendito Yogui? Chaqueterismo saludableChaqueterismo.
Y hablando de nombres de alimentos confusos. Me veo en la obligación de lanzar una pregunta sobre un hecho que un día un amigo me confesó y sigo preguntándome si me estaría o no vacilando... ¿Alguno de vosotros ha pensado alguna vez que la palabra lacón se pronunciaba leicon leiconen perfecta consonancia con bacon y beicon? De ser así esto me da miedo. Miedo y risas. Os quiero.
Total, con la quinoa terminará pasando como con la obsesión por el aloe vera y nos encontraremos de una vez por todas con el fin del mundo y el friegasuelos con quinoa. Ahí lo dejo.
Tampoco voy a ir de guay porque al final, en esta última ronda de comidas de moda he caído y sí, tengo un hongo al que baño en leche cada día para que fabrique yogur (soy la patronal cachi en la mar) que por lo visto me va a hacer inmortal . 'Esclava de un kéfir', por Alba Ramos.
Otra cosa que me mosquea: llamar determinado alimento a algo que no lo es (¡no lo es!). Por ejemplo cuando llaman cerveza a la Cruzcampo o a esas bebidas sin ALCOHOL (tu verás) que ya están llegando a esos bares moderners en los que uno jamás sabe qué baño le corresponde para miccionar, que están hechas con jengibre o raíces y que lo petan en los estates. En fin.
Ahora también está todo el mundo que no mea con la comida ecológica. Todo lo que lleve el sufijo ECO delante te hará sobrevivir. Susto o muerte y más bien lo primero cuando vas a pagar el coste de tus dos manzanas, tu coliflor mutante con brécol (porque ya puestos te vuelves loco a improvisar, pero ¡eh! que no se dé cuenta ni Peter de que desconocías la existencia del 90% de los productos de esa tienda tan cuqui y no sabes como se llama esa movida verde redonda) los arándanos y la quinoa. Coge aire, qué viene.
Vale que todas las frutas y verduras de El Día saben a pepino, pero por dios, busquemos un punto intermedio para que todos tengamos acceso a comida normar, dentro de una cadena de comercio justo, ecológico y racional ¡No queremos más vegetales de garrafón!
Con esto de la vida sana hay cada vez más personas con idas de olla mortales. ¿Qué es eso de pedirte un café con saKarina (lo voy a hacer, me juego la paliza: “pues póngame 'Buscando en el baúl de los recuerdos'”) y una napolitana de chocolate? Fenómenal.
Y como me han sacado una muela hace poco más de tres horas y que igual todo este disaster proviene nada más y nada menos que del hambre, voy a darle al guacamole.
https://www.youtube.com/watch?v=bX4Qs2rjzJQ
Ah, y no, cualquier arroz amarillo NO paella.
¡Buen provecho!
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