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Un titular perfecto

Aristóteles Moreno

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"Yo solo quería vivir"

(Manuel Benítez “El Cordobés”. Torero)

No encontrarán ustedes una frase más exacta para definir la biografía de este paradigma de la posguerra. Manuel Benítez Pérez solo quería vivir. Y para vivir tenía que escapar de aquella vida áspera que se encontró nada más nacer. Ustedes dirán que esta frase es un contrasentido y, en efecto, lo es. Hay muchas vidas que únicamente son computadas como vidas si son capaces de huir de sí mismas. Como la biografía de este chiquillo de pueblo, huérfano y pobre, que se inventó un futuro para esquivar el hambre y las palizas del cabo de la guardia civil.

Benítez fue torero como pudo haber sido estraperlista. O como pudo haber sido limpiabotas de barrio. Un día se echó al albero de las Ventas y su existencia se aceleró como un carrusel de feria. Hasta hoy. Lo portentoso de este chavalillo de 77 años es que aún ahora, después de haber conquistado el planeta y haberse sentado a la mesa de reyes y jefes de Estado, no es consciente de la vida que le ha prestado el destino.

Por ahí, nos conmueve su historia. Usted lo ve sentado en el sofá de su casa, cogiéndote el brazo y riendo a carcajada limpia, y comprende que esta energía agreste de la naturaleza se merecía un cambio de signo. Su existencia dio un salto abisal como pudo haberse quedado en el barro. Al fin y al cabo, cuando cogió aquel tren que lo llevó a Madrid a finales de los cincuenta echó una moneda al aire que uno nunca sabe cómo va a caer sobre el suelo.

“A algunos, Dios los toca con la varita. A mí me cogió en brazos”, dijo humildemente en el blanco salón de su casa. Es entonces cuando uno entiende el sentido exacto del hermoso titular que nos regaló aquella mañana de abril. Yo solo quería vivir. Ahí es nada.

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