La sombra de Bretón es (demasiado) alargada
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La madrugada del 15 de noviembre de 1959, Dick Hickock y Perry Edward Smith entraron en la granja de la familia Clutter, un próspero agricultor de Holcomb, al oeste de Kansas. Los dos ex convictos recorrieron 643 kilómetros en coche con la certeza de que Herbert Clutter guardaba un botín de 10.000 dólares en su caja fuerte. Así se lo había confesado Floyd Wells, compañero de celda de Hickock y antiguo empleado del granjero de Kansas.
Cuando los dos ex presidiarios, en libertad condicional, irrumpieron en la casa toda la familia dormía. Nancy, de 16 años, y Kenyon, de 15, la esposa Bonnie y Herbert Clutter. Los cuatro fueron atados y amordazados, mientras los asaltantes buscaban denodadamente la caja fuerte. Pero los Clutter no guardaban ningún botín en su vivienda.
Perry Smith confesó años más tarde que el señor Herbert le parecía un caballero agradable que hablaba suavemente justo antes de cortarle la garganta. Nancy, Kenyon y Bonnie fueron ejecutados fríamente con un disparo en la cabeza. Cuando Hickock y Smith abandonaron la granja apenas rapiñaron un botín de 50 dólares, un par de binoculares y una pequeña radio portátil.
Seis semanas después fueron detenidos por la policía. El escritor Truman Capote se enteró del asesinato múltiple leyendo un recorte de prensa en Nueva York. Fue entonces cuando agarró su vehículo y se plantó en Holcomb con su amiga Harper Lee y una libreta. Allí entrevistó a decenas de testimonios y empezó a trenzar un hilo narrativo que seis años después cristalizó en A sangre fría. En la cárcel conversó decenas de veces con los asesinos confesos del crimen y trabó una turbia relación con Dick Hickock más allá de las exigencias profesionales del relato.
Tras la truculenta historia de Charles Manson, la de Capote ha sido la segunda novela sobre crímenes más vendida en el mundo. Y nadie duda de que inauguró un formato narrativo, brutal y gélido, sobre la psique humana, que hoy forma parte inseparable de la literatura universal.
Con el espíritu de la nueva ley que prepara el Gobierno sobre la violencia vicaria, Truman Capote sería hoy un escritor proscrito y nunca hubiera podido escribir una sola palabra de A sangre fría.
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