Todos locos
El orden mental no existe
No hay nada tan eficiente como darle la vuelta a una frase. Que es como poner del revés la realidad. Cuando se ejecuta esa simple operación, sencilla como un abrelatas, se enciende una luz cegadora en tu cerebro. Por ejemplo. Es un lugar común estigmatizar a este o aquel ser humano por sufrir desórdenes mentales. Leemos en la prensa: el fulanito que mató a su padre tenía desórdenes mentales. O esto otro: menganita salió al balcón dando voces presa de un desorden mental.
Es entonces cuando llega la doctora Albert y toca un simple cable de tu circuito neuronal. “El orden mental no existe”, asegura sin mover un músculo de la cara. Y, de repente, te quedas colgado de la brocha en medio del cosmos. Si el orden mental no existe, tal como asegura la psiquiatra, es que todos habitamos en el desorden. Y es en ese preciso instante cuando el mundo se pone a dar vueltas a tu alrededor, se hunde la tierra bajo tus pies y se derrumban todas las referencias que te han acompañado durante la vida.
Hasta ese momento vivías con la convicción de que la humanidad se dividía en dos mitades irreconciliables: los sujetos ordenados mentalmente, cuerdos, juiciosos y cabales, a un lado, y tipos desequilibrados y dementes, a otro. Y tú, naturalmente, te encontrabas en la orilla de los primeros, según se podía comprobar a simple vista.
“Si pienso en un orden mental, me imagino un robot”, agregó la doctora Albert con esa mirada punzante como un bisturí. Hay días en que no conviene escuchar el discurso ordenado de una psiquiatra. Su poder desestabilizador puede hacer trastabillar tus propias certezas y precipitarte a un desorden mental que vaya usted a saber.
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