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Juan Antonio Bernier: “No me interesa contar historias, sino hacer saltar chispas”

Juan Antonio Bernier | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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Tras años de trabajo, Juan Antonio Bernier (Córdoba, 1976) había logrado lo que muchos profesores de Lengua y Literatura sueñan: una plaza en un instituto de su ciudad. De espíritu inquieto, este poeta y gestor cultural -uno de los padres putativos de Cosmopoética, de la que fue codirector siete años- decidió volver a liarse la manta a la cabeza y optar a revivir un ente que parecía irrecuperable: la Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí. Con su segundo hijo recién nacido y una excedencia laboral de por medio, Bernier ha tomado las riendas una institución con la que quiere insuflar nuevos aires al panorama creador y artístico de Córdoba y provincia. Y para empezar, ya ha logrado llevar a la Botí a Arco.

Tras siete meses en el cargo, Bernier y Cordópolis se citan para una entrevista. La excusa no va a ser la Botí sino el nuevo libro que el escritor ha publicado en Pretextos, su editorial de cabecera y señera de la poesía en España. Letra y nube es el título y el Limbo el bar donde se produce la charla. En seguida va a quedar claro por qué este mítico lugar es el elegido para una hora larga de conversación.

Sentado en una mesa junto al patio, Juan Antonio tiene ganas de hablar. No rehuye ninguna pregunta. Responde despacio, eligiendo las palabras con cuidado. Repasamos su libro, su llegada a la Fundación, sus viajes, su relación con el castellano, las complicaciones de la gestión cultural, los sueños de Cosmopoética, el papel de su tío abuelo -el poeta Juan Bernier, del grupo Cántico y del que Juan Antonio editó su demoledor Diario- y hasta las Córdobas posibles, propias, personales e imaginarias.

Bernier tiene ganas de hablar pero cuando escribe es conciso y lacónico. Y la imagen etérea que dejan los versos en su nuevo libro llevan al periodista a una primera y rara pregunta.

PREGUNTA. ¿El título de Letra y nube proviene de que los textos parecen flotar en las páginas?

RESPUESTA. Nunca lo habría pensado así. Letra y nube lo puse porque suena cursi y quería un título que pretendidamente fuera lírico y que recordase a ala poesía anterior a la Guerra Civil Española. Que fuese un poco a contracorriente y antimoderna.

P. ¿Los títulos de los poemas se pueden considera un primer verso?

R. Sí, son parte del poema. E incluso, a veces, un poema en sí mismo.

P. ¿Cuántos paisajes has paseado o recordado para escribir este libro?

R. El paisaje que prefiero es el que se ve desde una ventanilla, el paisaje que está en movimiento y que no es estático. Un amigo mío, Javier Guillén, un poeta cordobés, tiene un verso muy bueno que me encanta: “Siento envidia del paisaje”. Yo comparto esa envidia.

P. ¿Estamos ante un libro de fotografías sin fotografías?

R. Diría que es un libro sobre mí sin mí. Y quizás, a partir de ahí, podríamos hacer paralelismos de este tipo que seguirían funcionando eternamente.

P. El último poema se titula Futuro y su último verso es La vida vence. ¿Un final feliz?

R. Un final feliz en un libro que tiene trechos tristes porque en su parte central es elegíaco y se recuerda a una persona que vivió y murió aquí donde nos encontramos, en el Limbo [Juan Antonio se refiere a la artista Eli Prieto que durante unos años estuvo a cargo del Limbo, revitalizando social y culturalmente el espacio]. Por encima de ese dolor quería decir lo que escribo en el poema: una vez que se satura la muerte y el fruto cae maduro, se genera más vida, la vida continúa incluso sin nosotros.

He escrito un libro sobre mí sin mí

P. ¿Por eso nos has citado aquí, en el Limbo?

R. Gran parte de la inspiración de este poemario proviene de aquí. Un hecho trascendental para la escritura del libro fue el fallecimiento de esta persona y de otras muy cercanas que también fueron parroquia de aquí. Y yo me considero parroquia de aquí, creo que el Limbo es uno de esos centros culturales alternativos de Córdoba por excelencia; un lugar no subvencionado donde las cosas surgen sin pretensión. Me siento muy cercano a ese tipo de cultura también, aunque me dedique a la cultura oficial profesionalmente.

P. Eli ponía unas micheladas excepcionales (risas).

R. ¿La conociste?

P. Como parroquiano sobre todo, pero hablamos varias veces y me reía mucho con ella.

R. Era un ser sensacional, como su tío, no lo olvidemos, Pablo Prieto [artista, primer impulsor del Limbo y dueño del bar Amapola]; alguien que ha articulado la cultura en Córdoba -casi sin querer y a su pesar- pero que tiene una película -Life of Pablo [de Richard Horm]-, una novela -Vida de Pablo [de Carlos Pardo]-, y es el autor de uno de los poemas del libro: el que se sitúa justo en el centro no lo he escrito yo sino que es un SMS suyo convertido en un poema.

P. ¿Cómo comenzó Letra y Nube?

R. El libro comienzo a escribirlo en Bulgaria. Gran parte de la motivación para escribir era la nostalgia de todo esto donde estamos. Por eso, una de las partes se titula Gramática de aquí. Y cuando digo aquí me refiero a Córdoba, precisamente; y a la Córdoba en la que me gusta vivir y que me he inventado yo mismo. A lo largo de la escritura, sí se sucedieron acontecimientos que afectan resultado final. Por un lado, el que ya hemos mencionado de Eli, pero también la crisis política, social, financiera y moral en todos los sentidos de nuestro país. Por eso hay una sección en la que todos los poemas llevan precisamente ese título: País, País, País.

P. Y en mi opinión, coinciden un poco con la vaguada más pesada, más triste del libro.

R. Bueno, no sé…

P. Hay uno que habla directamente de cenizas.

R. La verdad, no sé si llegan a comprenderse porque son crípticos, no sé si resultan pesados. Si son poemas sin concesiones. Es la única parte del libro en el que desaparece la rima, son muy secos pero al mismo tiempo tengo que decir que no me considero un poeta social al uso. Lo máximo que puedo llegar a hacer de crítica social mediante poemas es esto. Pequeñas adivinanzas.

P. ¿Cómo se escribe un poema de diez palabras? ¿Cómo se sintetiza? ¿Cómo se destila?

R. Si tu dicción personal coincide con la brevedad, con la expresión lacónica, surgen de forma natural. Y si eres un perfeccionista, se consigue puliendo un poema de 80 versos hasta quedar perfecto cuando llegas a reducirlo a solo tres o cuatro. Lo bueno del poema breve es que evita, por una cuestión estadística, la posibilidad de cometer errores. Es mucho menos probable que ocurra pero, eso sí, si comete uno solo el poema entero ya no funciona.

P. Para alguien que escribe con erratas como yo sería un sueño poder redactar informaciones tan breves.

R. (Risas) A mí en cambio me encantaría poder escribir odas de 100 versos. Pero no estoy dotado. De la misma forma que no lo estoy para escribir novela o teatro u otros géneros.

P. ¿Nunca lo has intentado?

R. Me he interesado alguna vez por el guión, sobre todo el de cine, pero a lo largo de mi trayectoria he acabado huyendo de la narratividad. No me interesa contar historias, me interesa hacer saltar chispas. Creo que es casi lo más coherente que podemos hacer en un tiempo en el que, como decía [Paul] Celan, solo podemos balbucear; donde los discursos, cuando son elaborados, prácticamente se convierten en precisamente en eso: discursos.

P. No te interesa contar historias pero leyéndote uno intuye muchas historias dentro de ese libro. Antes te decía que veía fotografías, pero también podrían ser escenas, imágenes en movimiento que te llevan a imaginar historias y contextos para cada una.

R. Tal vez esa era una de las intenciones del libro: provocar que el lector haga su propia narración y, posiblemente, esos poemas se puedan considerar fragmentos inconexos de narraciones. Con la facultad o la intención de suscitar en el lector el deseo de rellenar o completar los huecos que faltan. Es un libro con muchos huecos.

P. Incluso físicamente, también.

R. (Risas) Sí, un desperdicio de páginas en blanco. Hay que decir que Pretextos editta siempre con material ecológico, en mi descargo.

P. Leí Letra y Nube de manera desordenada y temo haberlo hecho mal. ¿Cómo invitas a leerlo?

R. La estructura del libro es muy intencionada por lo tanto yo creo que la lectura más recomendable sería siguiendo la receta. Pero confío en que los poemas por si solos también , de forma autónoma, puedan tener su recorrido y su efecto. Pero lo que es cierto es que siendo un libro tan breve y tan esencial, es preciso leerlo con mucha concentración, no es un libro que se pueda leer a salto de mata o rodeado de ruido. Esas son las indicaciones que daría para que la medicina lograse el efecto completo, deseado y óptimo.

P. Esta es la tercera vez que trabajas con Pretextos.

R. He publicado todos mis libros con ellos, salvo el primero que ya no incluyo en mi bibliografía. Pero los tres libros que considero parte de la obra que puedo defender siempre han sido publicados con pretextos. Tengo la suerte de formar parte de su casa, de no tener necesidad de presentarme a premios y sí la confianza de saber que mis editores siempre están esperando un nuevo libro mío. Para mí, Pretextos es además una de las mejores editoriales de España, si no la mejor. Eso me produce una tranquilidad infinita a la hora de escribir. Si te fijas, en mis libros hay periodos de entre seis y ocho años de silencio. No tengo prisa, sé que me están esperando. Y todo escritor, precisamente, lo que busca es esto: por encima del reconocimiento puntual de los premios, está el tener una casa donde publicar.

P. El primer libro es de 2004, el segundo de 2011 y este de 2017. Los dos primeros coinciden con el inicio y el final de tu etapa como codirector literario de Cosmopoética.

R. Creo que el primero se publicó un poco antes de que formase parte de Cosmopoética. Puede que el éxito de aquel libro llamase la atención de alguien a la hora de invitarme a formar parte de aquel equipo.

P. ¿Cosmopoética es como otro hijo?

R. No soy fundador pero sí tuve la suerte de ser su director durante siete años pero sí es un hijo bien querido, en el sentido de que soy consciente de que colaboré en su consolidación. Yo me incorporé en la segunda edición. El primer año por la parte cordobesa quien lo inició fue Raúl Alonso, que fue precisamente quien le dio el nombre, algo que mucha gente no lo sabe. Él abandonó y en el segundo año entramos Carlos Pardo y yo. A partir de ahí, estuvimos en siete ediciones. Sin duda, en esos años se hizo un proceso de consolidación del festival del que, con humildad pero visto con distancia, estoy muy orgulloso. Pero Cosmopoética es hijo de muchísima gente, hay que recordar a Manolo Pérez que llevó el tema de la Capitalidad Cultural para 2016 y que nos dejó trabajar con una gran libertad; hay que mencionar también sin duda a Javier Lucena que era el motor de Cosmopoética; o a toda esa cantidad de asociaciones, colectivos y gente de todo tipo que se sumó a la fiesta. Por lo tanto, es hijo de mucha gente. Estoy muy orgulloso de aquella etapa.

P. ¿Cómo ves a Cosmopoética ahora? Cumple 14 ediciones, ya es adolescente. ¿Tiene una crisis propia de su edad?

R. Si rastreas, verás que nunca he hablado públicamente de Cosmopoética después de salir del festival ni he dado opiniones en este sentido. Lo he hecho por respeto. Lo que te puedo decir es que la edición del año pasado que dirigía Nacho Montoto junto a su equipo fue extraordinaria, fue una de las mejores que yo recuerdo. Y creo que Nacho y su equipo tuvieron la inteligencia de conciliar muchos sectores de la poesía cordobesa y de volver a invitar a todos: a la ciudadanía, a los colectivos, los espacios y a las instituciones. Me recordó al tipo de festival que nosotros hacíamos, pero mejorándolo.

P. Montoto falleció a primeros de año pero su equipo va a estar presente en la próxima edición. Acabamos de conocer parte de la columna vertebral con la que quieren conformar el nuevo Cosmopoética.

R. Estoy contento con el equipo y albergo buenas esperanzas. Creo que ya lo demostraron el año pasado. Una de las cosas fundamentales para que Cosmopoética sea un gran festival es que haya continuidad en el equipo que lo dirige porque si no es imposible evaluar los errores y mejorar. Pienso que es una buena noticia que haya continuidad y que no se cambie con ese riesgo de los concursos constantemente. Carlos y yo tuvimos las suerte de que a nosotros se nos llamó, se confió en nosotros y aquello dio una libertad y unas condiciones de trabajo inmejorables. Me parece muy bien, por lo que he escuchado, la idea de tener un país invitado. Es una novedad curiosa e importante porque sirve para centrar los esfuerzos .

P. Y la idea de vertebrar un discurso a través del concepto de la frontera. Por eso han invitado a México y a escritores como el turco Orhan Pamuk (que ganó el Nobel de Literatura en 2006) y el sudafricano J. M. Coetzee (lo hizo en 2003), que proceden de áreas en el que la frontera o la separación han estado muy presentes.

R. Está claro que hay una concepción intelectual detrás del festival y eso no puede ser nada más que bueno. Confío en que va a ser un gran Cosmopoética.

P. Cuando estabas en dentro, el festival de poesía se regía bajo una gestión pública. Ahora se subcontrata a una empresa privada. Como promotor cultural, ¿crees en la conciliación público y privada?

R. En lo público existen mecanismos de control que son evidentemente necesarios pero que impiden conformar en ocasiones el equipo que uno desea. Además, evita a los políticos tomar las decisiones por sí mismos de manera valiente, justificada y pública. Esto es una realidad, te voy a poner un ejemplo más sencillo. Provengo de la enseñanza y cuando he ocupado cargos directivos en institutos no he tenido la oportunidad de elegir a los profesores con los que quería trabajar; ni siquiera podía señalar a aquellos con los que no quería trabajar. Es muy complicado trabajar con un equipo humano reunido al azar. Este es uno de los peligros de lo público, evidentemente los controles son necesarios pero también lo son las decisiones políticas valientes y razonadas.

P. En tu etapa también había una borrachera muy agradable en la ciudad, no solo por aquel sueño frustrado de la Capitalidad de 2016, sino porque había una especie fiesta nacional con la burbuja económica. Mucha pasta.

R. No sé cuánta pasta había en aquella época. De hecho, si te soy sincero, nosotros no manejábamos los presupuestos de Cosmpoética. Lo mejor de aquella etapa era la colaboración interinstitucional. Ninguna se quería quedar fuera y colaboraba todo el mundo, todas eran muy receptivas a casi a cualquier propuesta. Eso podía dar la sensación de que había muchísimo dinero para la cultura y no sé si será cierto o no. Por otro parte, los ciudadanos, los artistas, los creadores, tenían la sensación de que las cosas eran posibles y de que se podía entrar en un despacho y salir con una solución para organizar un evento cultural. Fue un momento de euforia. Aún así, por aquel entonces me precio de consciente de que la situación era singular y de que solo duraría un tiempo. Pero duró demasiado poco y murió abruptamente. Pero sí… Hoy día nos acordamos de todo aquello con cariño, ¿verdad?

P. Todo el mundo de la cultura se echó a temblar después del fracaso de 2016 y justo cuando entraba el PP a gobernar.

R. Y con el estallido final de la crisis económica, no lo olvidemos. ¿Qué hubiera pasado si todo eso no hubiese coincidido con una crisis tan fuerte? Tal vez hubiésemos podido mantener el pulso, no lo sé. Pero está claro que se acabó el sueño de la capitalidad y llegaron los recortes al mismo tiempo. Fue devastador. Pero es cierto que sorprende, cuando lo piensas, que las ilusiones y la apuesta por la cultura se diluyeran tan rápidamente. Quizás, en el fondo, no hubiese una apuesta por la cultura sino por los beneficios que pudiera traer la cultura.

El Limbo es uno de esos centros culturales alternativos de Córdoba por excelencia

P. Eso me lleva a pesar en el término industria. Muchas veces queremos ligar la industria con la cultura, sobre todo en una ciudad como Córdoba que apenas tiene industria. ¿Es contraproducente hacer esa identificación?

R. No, creo que es justo considerar al sector cultural como un generador de empleo y que las políticas culturales deben orientarse, precisamente, en ese sentido. Pero, de todos modos, la sensación de que solo nos queda la cultura como industria no es solo una cuestión de Córdoba, sino europea. En el continente hay mucha industria, evidentemente, pero cuesta competir con economías emergentes donde hay trabajadores peor pagados y sin derechos sociales. Al final, parece que lo que nos queda es el patrimonio. Se pueden llevar nuestras empresas, las pueden deslocalizar pero no pueden deslocalizar la Mezquita. De modo que sí, al final parece que nos queda la cultura. Y la verdad, no es poco. Yo sí creo en el poder de la cultura no solo para crear riqueza intelectual, espiritual y moral, sino también puestos de trabajo.

P. Entre 2011 y 2015, mientras gobernaba el PP, hubo un fuerte contraste entre la capital y la provinca. En la capital no se perdió la serie de hitos culturales que durante el año jalonan el calendario y dan un ritmo a la programación. En cambio, la Diputación, donde estás ahora, se convirtió en un páramo.

R. Empecemos por el Ayuntamiento. A Juan Miguel Moreno Calderón [concejal de Cultura con el PP] hay que reconocerle que en una época muy difícil mantuvo esos eventos, seguramente con muchísimo esfuerzo. Y esos eventos hoy existen gracias a esa capacidad de resistencia. Eso hay que reconocérselo. Pero soy muy crítico con esta cultura de los eventos efímeros que hay en Córdoba: el Festival de la Guitarra , Cosmopoética, La Noche Blanca, el Festival de Cine Africano que trajo aquel gobierno local y que hemos perdido. Parece que la cultura en Córdoba se organiza en torno a un calendario y yo creo que es necesario, además de eventos, tener lugares donde la cultura suceda constantemente. Es lo que tratamos de hacer en la Fundación Botí, es lo que creo que se ha conseguido la Filmoteca de Andalucía: un sitio donde ir y encontrar siempre una programación sin estar esperando a que llegue Cosmopoétca o el Festival de la Guitarra como quien espera a que llegue la Semana Santa o las Cruces de Mayo. Porque es una cultura efímera y eventual. No digo que no sean eventos necesarios pero también lo son las sedes donde sucedan las cosas.

Existen muchas Córdobas y cada uno vive en la que prefiere

P. ¿Y en cuanto a la provincia?

R. Creo que entre los creadores hay un consenso evidente de que… En fin… Se desmantelaron iniciativas que estaban muy bien, concretamente, la Fundación de Artes Plásticas Rafael Botí -en la que trabajo ahora- quedó reducida al mínimo y casi no hay creador que no lo haya reconocido o no se haya pronunciado al respecto. De hecho, gran parte de la labor que tenemos ahora es de reconstrucción de lo que ya estaba. Había cosas que estaban muy bien pero está claro que por parte de la anterior corporación se creyó que la cultura era apta para los recortes o que la cultura era un derroche. Estaría contento si, en cambio, ahora se percibiese la tarea de reconstrucción de lo que se perdió en aquellos años.

P. Por tu formación conoces bien el mundo de la cultura y de la creación; también has gestionado Cosmopoética que siempre ha sido multidisciplinar. Pero se te liga básicamente con el mundo de la literatura. ¿Te extrañó que aceptasen tu proyecto en la Botí, un centro de arte contemporáneo?

R. No es exacto que yo proceda de la literatura. Como creador, procedo de la literatura pero otra de mis vertientes profesionales es la gestión cultural. Provengo de la gestión cultural y eso requiere de todo tipo de conocimientos. Si me arrojé o atreví a presentar un proyecto fue porque pensaba que podría hacerlo. Creo que la gestión cultural es un arte en sí mismo.

P. Multidisciplinar, también.

R. Absolutamente. Los chicos que ahora se forman en la Universidad en Gestión Cultural reciben una formación multidisciplinar. El otro día tuve el placer de recibirlos en el Centro de Arte Rafael Botí y mi consejo fue que adquirieran un espectro de conocimientos cuanto más amplio mejor porque un técnico cultural o un responsable de cultura puede estar trabajando en programaciones teatrales, al día siguiente en un festival de música y luego en poesía. Deben tener los más amplios conocimientos posibles sobre esas disciplina, aunque no es necesario que las practique todas. La gestión en sí mismo es un arte y una ciencia. Y yo provengo también de ella, con la diferencia de que en mi época no existía ese grado.

El Cosmopoética que dirigió Nacho Montoto el año pasado fue extraordinario

P. ¿Lo hubieses estudiado de haber podido?

R. Sí, claro, como otras tantas cosas que me hubiese gustado. Pero me parece muy bien que exista porque supone la profesionalización de un oficio que no estaba reglado desde el punto de vista educativo. En todo caso, somos conscientes de que ninguna carrera te enseña todo lo que tienes que saber sobre tu profesión, eso es evidente. Se aprende más fuera del aula.

P. ¿Y se puede llegar a enseñar o aprender a encajar la crítica? Cuando se te nombró hubo voces de protesta y críticas. ¿Te las esperabas? ¿Se llega uno a acostumbrar a eso?

R. (Silencio) Vamos a ver, para mí todo ese jaleo que dices supuso, en primer lugar, un gran estímulo. Entre el nombramiento y mi incorporación real, hubo un mes que se me hizo eterno: tenía muchísimas ganas de empezar a trabajar y de mostrar cuál era mi proyecto y por qué me había atrevido a defenderlo. Lo que sí fue doloroso -y a lo que no me acostumbro ni me voy a acostumbrar nunca- es a la críticas anónimas. Y yo reto a cualquiera que quiera escribir comentarios al final de esta entrevista a que lo haga con su nombre y apellidos. Me gustaría vivir en esa clase de sociedad en la que nos manifestamos firmando aquello que decimos; porque es la única posibilidad de que podamos establecer un debate real y de que tengamos la posibilidad de tener responsabilidad sobre aquello que hacemos y decimos. Exactamente del mismo modo que yo firmo mi libro o no aparezco en esta entrevista con una máscara. Ojalá ese debate tan beneficioso y tan necesario para la ciudad se viese con nombres y apellidos. Evidentemente, las declaraciones anónimas son dolorosas y no me acostumbraré nunca a ellas. Se pierde el vínculo entre el ser humano y sus manifestaciones. Por eso, para mí, las opiniones que no están firmadas con nombres y apellidos carecen de valor por completo.

P. ¿Sentiste que hubiese fuego amigo, críticas del mismo entorno de la cultura?

Me someteré a evaluación cuando termine mi contrato

R. ¿En qué sentido?

P. Críticas del propio entorno cultural que, en principio, podía haberse visto aliviado por el hecho de que se reactivaba la Fundación Botí y por que al frente ponían a alguien proveniente, precisamente, de la cultura.

R. No sé, respeto todas las opiniones que se acompañen de un nombre propio. E igual que hubo críticas también hubo apoyos que sí se hicieron con nombres y apellidos. Me pregunto si la percepción de aquellos que pensaban así como dices ha podido cambiar en estos seis meses, aunque sea poco tiempo. De todas formas, todos sabemos que este tipo de cargos en el que estoy son efímeros y por eso no me queda más remedio que trabajar con convicción. Fíjate, cuando estábamos de lleno involucrados en la gestión de Cosmopoética había muchísimas críticas, las sufríamos todos los años. Algunas de ellas eran indiscriminadas, desde mi punto de vista. Pero pasado el tiempo, creo que casi todo el mundo reconoce que aquellos siete años fueron muy estimables. Parece que hoy en día hay consenso en torno a ello, pero en aquellos años no fue así en absoluto. Eso me da la siguiente experiencia: me someteré a evaluación cuando termine mi contrato, dentro de tres años y medio. Y -ojalá- tengo la esperanza de que sea positiva.

P. Llevas seis meses y ya se han visto cosas. Te ha tocado poner en marcha el Centro de Arte Rafael Botí. Tras un parto eterno, hay quien cree que ha nacido con limitaciones de puro diseño arquitectónico.

R. El Centro de Arte es el espacio con el que contamos y ese espacio es fantástico para hacer muchas cosas a pesar de las limitaciones que algunos dicen que tienen. Pero, a quién o le gustaría gestionar un espacio como este, cuánto se puede hacer en él. Yo no estoy con aquellos que critican sus deficiencias, sino con aquellos que buscan cómo optimizar aquello que ha costado tantísimo dinero y tiempo.

P. El otro titular destacable de estos seis meses ha sido llevar la provincia a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Arco.

R. Yo me incorporé al puesto el 25 de octubre. Cinco días después nació mi segundo hijo –no tuve baja paternal- y a los diez días estaba gestionando la inclusión de la Fundación Rafael Botí en Arco. Por primera vez se hacía algo parecido en una fundación cordobesa, ya sea pública o privada. Para mí, fue como presentarme a oposiciones en el primer año de carrera porque nadie lo había hecho en Córdoba con anterioridad. Evidentemente, no lo hice yo solo, eso habría sido imposible. Conté con todo el apoyo de la Delegación de Cultura, especialmente de su diputada al frente, Marisa Ruz. Gracias a su forma tan inteligente de crear un equipo, junto con los artistas a los que invitamos a participar, se logró ese esfuerzo colectivo. Pero para mí, personalmente, fue una prueba de fuego. Creo que es algo de lo que, en mi humilde aportación, puedo estar bastante orgulloso: es un hito. Y será más importante todavía si conseguimos renovar esa participación todos los años. Aparecer como una burbuja para no volver a hacer lo Arco sería un fracaso. E igual que fue complicado ser aceptados como institución por el comité de Arco me imagino que no será fácil renovar.

P. Estuvieron allí nuevos artistas como Miguel Moreno Carretero, Beatriz Sánchez…

R. Efectivamente y críticas muy importantes como Noelia Centeno que es una persona muy prometedora. En general, creo que hubo cierto equilibro entre autores senior con una trayectoria consolidada y muy próxima a la Fundación y luego una pequeña nota de gente junior pero con carreras visiblemente brillantes. A pesar de la crisis y de todas las dificultades para a gestión pública de la cultura es evidente que hay una cantera intelectual, cultural y creativa importantísima en Córdoba. Parece una paradoja pero durante os años d hierro surgieron y se consolidaron cosas interesantísimas como fue MODO, El Arsenal o el El ,propio Limbo con su sala de arte, es un ejemplo. Son iniciativas privadas como la desgraciadamente extinta La Fragua. La vitalidad de la creación cordobesa es indudable porque incluso en épocas de carestía sobreviven e incluso se fortalecen.

Reto a quien quiera comentar esta entrevista a que lo haga con nombre y apellidos

P. Muchas de esas aventuras han echado de menos a las instituciones y su apoyo. Por ejemplo, La Fragua, que has citado.

R. Esta claro que en el caso de La Fragua, por ejemplo, debía haber llamado la atención de las instituciones. Los motivos por los que esas cosas a veces no suceden son muy complejos. Hay momentos en que la institución es sensible ante determinadas propuestas y en otros casos no lo es. Y eso depende muchas veces de quién esté en la institución. Cuando el Ayuntamiento de Córdoba creó Cosmopoética fue sensible al talento que se concentraba en ese entorno. Y ninguno de nosotros fuimos al Ayuntamiento a pedirle que se crease. Nos convocó y el Ayuntamiento nos sorprendió con una oferta para crear un festival internacional. Son momentos puntuales en los que se produce esa sinergia. Lo que está claro es que todo depende de las personas, no podemos hablar de las instituciones en el sentido neutro. Hablamos de gente en sitios.

P. ¿Y es indispensable que esa gente en sitios tenga dinero?

R. El dinero lo que permite es que la talla de ciertos proyectos sean de otra envergadura, lo que no significa que no se puedan hacer proyectos de calidad con bajos presupuestos. Todos estos colectivos que antes mencionábamos han demostrado que se pueden hacer cosas sin grandes cantidades de dinero. Las dos cosas son importantes. En nuestros comienzos en la poesía hicimos guerra de guerrillas cultural. Publicábamos con fotocopias, las lecturas las hacíamos en los bares y todo eso tenía trascendencia en la ciudad, salía en los medios de comunicación y generó una pequeña movida poética cordobesa reconocida fuera. Pero para hacer un festival como Cosmopoética hacen falta unos cuantos cientos miles de euros, aunque los mimbres y las intenciones fueran las mismas. Pero el dinero cambia la envergadura y la distancia de los proyectos.

P. En este debate del impulso que las instituciones pueden dar a la cultura tenemos un ejemplo que tal vez no salió tan bien: el C3A, que quizás se construyó sin tener claro su uso, aunque su potencial es verdaderamente enorme.

R. El C3A es necesario para Córdoba y me molestan las actitudes de ciertos colectivos que parce que para mejorarlo van a conseguir cargárselo. A veces, desde el sector creativo damos un espectáculo ante la ciudadanía y la clase política en mi opinión es lamentable. Es lo que yo llamo –y no quiero ofender a nadie- el Vistalegre II de la cultura. Un eterno debate en el que decepcionamos, sobre todo, a aquellos que están pendientes de nuestras opiniones sobre cómo debe ser la gestión cultural. Y muchas veces los políticos que han invertido grandes esfuerzos personales y profesionales en que esos proyectos salgan adelante terminan viéndose atacados, precisamente, por el resultado de su esfuerzo. Yo creo que todos estamos de acuerdo en que e C3A es indispensable para Córdoba. [El artista José Antonio Gómez Valera] Goval me decía el otro día que un centro de arte es tan importante como un hospital o una Universidad. Y estoy plenamente de acuerdo en eso. El C3A sin duda –si cuenta con el apoyo necesario- va a ser algún día un gran centro de arte.

P. ¿De qué tipo?

R. ¿Por qué tenemos tantas ganas de resolver la incógnita? El tipo de centro cultural va a ir cambiando a lo largo de los años. Concretamente, va a ir cambiando cada cuatro años, nos guste o no. Y como todas las instituciones destinadas a durar -y ojalá dure para siempre- tendrá épocas mejores, direcciones peores, momentos de efervescencia, recaídas, crisis financieras, momentos de esplendor, de acierto… Por supuesto, el comienzo que ha tenido es muy difícil pero creo que es algo que debemos cuidar y dar un poco de cariño hacia las posibilidades que el sitio alberga. Tengo muchas ganas de conocer a su nuevo director [Álvaro Rodríguez Fominaya] pero, sin conocerle aún, ya cuenta con todo mi apoyo.

La gestión cultural, en sí misma es un arte y una ciencia

P. Esta conversación ha terminado adentrándose en la selva de la gestión y las administraciones. Volvamos a la escritura. Con semejante lío, ¿de dónde sacas tiempo para crear?

R. El trabajo de gestor cultural no es estar en los museos o en las oficinas. Los resultados que aprecia el público es solo la punta del iceberg de todo el enorme trabajo que hay debajo: administrativo, burocrático, diplomático, político económico, psicológico… ¿Cómo hago para escribir poesía? Pues tiene la ventaja de que es absolutamente portátil; no necesito una piedra de 500 kilos como un escultor, ni siquiera necesito papel o boli para escribir. Tal vez por eso escribo poemas tan breves. Lo que me interesa es que sean memorables y que yo pueda trabajarlos en mi cabeza sin necesidad de ningún utensilio y bajo cualquier circunstancia. Por eso intento que sean poemas que uno pueda transportar en sí mismos sin necesidad de tener el libro en sus manos. Quiero que alguien recuerde el poema, la rima es una elección de este libro que tiene que ver con este recurso memotécnico.

P.¿Has escrito algún poema en tu cabeza que luego se te haya escapado?

R. Constantemente. Todos tenemos esa sensación precisamente por no apuntarlo. Pero volviendo a la anterior pregunta, el tiempo realmente que le falta a un escritor como yo es el tiempo de lectura. Porque el de escritura es breve. Muy rara vez me siento a escribir, pero sí que necesito sentarme a leer. Busco espacio para leer porque la lectura sí requiere unas condiciones especiales. Necesitas tener el libro, un entorno adecuado, silencio, tiempo, tranquilidad para digerir lo que uno lee. Y ese tiempo de lectura sí que se ha visto un poquito perjudicado por las nuevas funciones y la exigencia del trabajo. También es cierto que la mayor fuente de placer de mi trabajo es el contacto con el artista, las obras de arte y la experiencia del arte no tiene nada que envidiar a la experiencia de la lectura. En ese sentido, creo que también estoy nutriéndome de experiencias artísticas que, sin duda, van a ser interesantes y determinantes para lo que escriba en el futuro.

Soy muy crítico con la cultura de los eventos efímeros que hay en Córdoba

P. ¿Cuánto tiempo estuviste en Bulgaria?

R. Residí cuatro año seguidos. Fui primero como profesor en el Instituto de Lenguas Románicas y de allí pasé a la Universidad de Sofía donde fui lector y colaboré con el Instituto Cervantes. Pero mi relación es constante, puesto que me casé con María que es búlgara. Y allí nació nuestro primer hijo. Viajamos todos los años dos o tres veces y en mi casa se escucha búlgaro todos los días.

P. Una lengua eslava.

R. Es una lengua eslava meridional que forma grupo con el croata y con el serbio. Para quien no conozca el serbocroata su referencia más similar es el ruso, sobre todo en el léxico porque su sintaxis es muy distinta.

P. ¿Qué relación entabla uno con su lengua materna durante ese tiempo, a esa distancia y con ese idioma tan diferente en el entorno? Sobre todo cuando tu lengua materna es a la vez herramienta de trabajo.

R. La relación cambia por completo. Para empezar, cuando vas a un país donde eres totalmente desconocido tienes la posibilidad de reinventarte a ti mismo y, al mismo tiempo, de relacionarte de una forma mucho más íntima con tu idioma. Concretamente, con el idioma de tu conciencia que, en mi caso, es el español. Luego encuentras que tu idioma siempre está en contraste con las otras lenguas a las que estás expuesto. Cuando yo vivía allí, fundamentalmente, era el búlgaro pero también estaba el inglés y el francés. Es una relación cada vez más intensa y en ello tiene algo que ver que haya vuelto a un tipo de poesía que es muy tradicional, muy castellana y cuyo referente fundamental es la lírica anónima castellana de la Edad Media. La idea era volver a los orígenes y a la pureza de la lengua . Allí en Sofía, a -20ºC, hice la lectura más extraordinaria en mi vida de El Quijote. Lo leía por tercera vez pero fue una experiencia… Lo leí con distancia. Leí El Quijote en los tres meses durísimos y blancos de inverno y luego leí toda la lírica popular castellana que ha quedado registrada en los libros, una empresa monumental que también me llevó muchísimos meses. Creo que la influencia de ese castellano precisamente, el de Cervantes y esta poesía, han sido ingredientes fundamentales a la hora de que esté aquí Letra y nube.

P. ¿Tienes constancia de que Juan Bernier viajase como tú?

R. Juan Bernier, hasta donde yo sé, no fue un gran viajero, si entendemos como tal a aquel que se desplaza a miles de kilómetros. Él tuvo la experiencia africana durante la Guerra Civil y lo que sí recorrió a lo hondo y ancho fue la provincia de Córdoba . Nadie la conocía como él y sin él nadie la conocería como se conoce hoy. Fue un gran arqueólogo que descubrió gran parte de los yacimientos que hoy se estudian. Dejó ese ya terreno trazado y catalogó buena parte del patrimonio de la provincia.

P. Entonces sí fue un viajero. Un viajero en el tiempo, sobre todo.

R. Sin duda, sin duda. Y no sólo él sino todo el Grupo Cántico siempre manifestó su devoción por el paganismo y por otras épocas. Él sentía predilección por momentos en los que la moral general era más permisiva con la homosexualidad, como la Grecia antigua, por ejemplo; o el periodo mozárabe. Todos esos momentos culminantes en los que a él, sin lugar a dudas, le habría gustado vivir. En una época de represión como la suya, encontraba en el pasado momentos culminantes del humanidad donde su forma de ser no habría sido un delito sino algo totalmente respetado, especialmente en las clases más altas.

P. Cuando salió publicado su Diario, en 2011, uno todavía podía encontrarse con gente medio molesta en Córdoba por el hecho de que abordase así su homosexualidad. Y me llamaba la atención que, casi 30 años después de su muerte, siguiese sin poder aceptarse plenamente este hecho.

R. A mí me sorprende que no haya generado ninguna polémica, lo cual hubiese sido deseable. Si ese diario se hubiese publicado en Francia posiblemente hubiese habido un debate público en torno a las cuestiones que plantea. Sin embargo, España es un país que prefiere esconder debajo de la alfombra aquello de lo que no es agradable hablar.

P. Nuestra frase favorita parece que es “no reabrir heridas”.

R. No reabrir heridas, exactamente. La intención de Juan Bernier para publicar ese libro responde a su deseo de ser realmente conocido interiormente. Es una persona que ha recibido todo el reconocimiento de su ciudad y que se empeña en presentarse como un monstruo, entrecomillas; se sacrifica al exponerse a sí mismo, con la intención de mostrar una verdad humana que no podemos negar que existe, que tiene muchos matices en su complejidad y sobre la que se debería reflexionar. Yo admiro su valentía. El acto máximo de valentía de la literatura autobiográfica es contar algo que podría llevarte a la cárcel y muy pocos escritores autobiográficos son capaces de hacerlo. Por eso el diario de Juan Bernier es tan importante y por eso no hay una obra similar en los años cuarenta, mientras sí que existen en otras literaturas como la francesa. Juan Bernier es una persona valiente y su diario es una obra maestra de la literatura autobiográfica. No se puede negar.

Gran parte de la labor que tenemos ahora en la Fundación Botí es de reconstrucción

P. El hecho de que no se generase polémica, ¿convierte a la Córdoba de hoy en digna heredera de aquella ciudad de sombras y apariencias en la que Bernier vivió?

R. Por supuesto que seguimos en esa Córdoba. Podríamos volver al debate sobre los comentarios anónimos. Es posible que cierta gente con seudónimo se atreva a decir, sobre Juan Bernier, lo que no diría en público; o directamente lo contrario, incluso. A mí no me gustaría que eso sucediera, preferiría que si alguien tiene algo que decir de Juan Bernier lo hiciese con nombre y apellidos, pero no creo que esto vaya a pasar. Por lo tanto, claro que vivimos en esa Córdoba hipócrita, es así. Ahora bien, a mí me cuesta juzgar a Córdoba en bloque, no creo que exista una Córdoba, existen muchas Córdobas y cada uno vive en la que prefiere. Y de hecho, uno de mis propósitos al regresar a mi ciudad ha sido no regresar a una Córdoba monolítica, sino a la que yo poco a poco me he ido inventando y construyendo. Y es una Córdoba que, a nivel personal, está integrada por seis o siete sitios y por un centenar de personas. Y esa Córdoba a mí me encanta. Y la Córdoba que yo he elegido está a la altura de su legado. ¿Córdoba en general? No sé lo que es Córdoba. Como decía Juan Bernier en uno de sus versos. Córdoba es una ciudad cualquiera.

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