Jorge García: “Los clubes miran más el negocio que la formación”
Cruza las puertas de Vista Alegre como quien visita una catedral. Observa la cancha, las canastas, las gradas vacías... Se emociona al pisar el escenario de una parte fundamental -y ya muy lejana en el tiempo- de su vida deportiva, labrada con el honor del obrero. No ha sido una estrella, pero ha convivido con ellas. “Hace ya tanto tiempo que no entro aquí... ”, dice. Jorge García Navea (Córdoba, 1977) ha hecho historia en el baloncesto español, en el que ha cerrado -aunque quién sabe- una trayectoria impecable, repleta de hazañas, récords y lecciones morales de primer orden. Más de la mitad de sus 40 años los ha cumplido por temporadas.
Mientras sus compañeros de generación se fueron alejando de la dureza de los campeonatos, él se metió más a fondo. Si hay una cualidad que le caracteriza es el tesón. Alguien llegó a decirle de joven que sus condiciones, siendo notables, se quedaban cortas para ganarse la vida en las ligas mayores: que le faltaba altura -mide 2'03 según las estadísticas oficiales- para pelear con los pívots y carecía de rango de tiro para ser determinante como exterior. ¿Qué hizo? Desde luego, no deprimirse. Y trabajar. Llegó a la ACB -y no para mirar desde el banquillo-, fue el segundo mejor de la máxima categoría en acierto en los triples (48%) y participó en el concurso del All Star. La mayor parte de sus títulos los obtuvo siendo pieza determinante en su equipo después de rebasar la treintena.
Un grupo de niños sigue las instrucciones de los monitores en uno de los fondos del Palacio Municipal de Deportes. No saben quién es, pero empiezan a cuchichear cuando ven dos sillas bajo la canasta y al fotógrafo de Cordópolis disparando la cámara. Pedro Urbano, encargado de la instalación, se acerca a saludarle. “Te hemos visto desde que eras chico”, le dice a un jugador que disputó su último partido oficial en Vista Alegre hace dos décadas, en un play off de ascenso a la élite [Sí, eso ocurrió aquí, aunque parezca una broma macabra si se compara con el deprimente estado de los últimos tiempos: revisen hemerotecas o pregunten a quienes lo vivieron]. El más reciente para García fue hace unos meses, con el Burgos, y terminó con el ascenso a la ACB. En medio, una carrera de lo más llamativo.
El cordobés es el jugador que más ascensos a la Liga ACB ha conseguido en la historia de las competiciones profesionales en España. En ocho ocasiones ha festejado el éxito deportivo, aunque en tres de ellas -con el Autocid Burgos- no pudo culminar la hazaña con el acceso efectivo. Logró subir con el Lucentum Alicante (99-00, 04-05 y 08-09), el Tizona Burgos (12-13, 13-14, 14-15 y 16-17) y el Bilbao Basket (03-04). Su hoja de servicios es impactante: un año en EBA, diecisiete en la LEB Oro y cinco más en la ACB. Pasó por Marbella (95-96), Cajasur Córdoba (97-99), Lucentum Alicante (1998-2001, 08-10), León (2001-03, 10-11), Bilbao Basket (03-04), Fuenlabrada (04-08), Navarra (11-12), Burgos (12-15 y 16-17) y Lleida (15-16). En esta última temporada batió el récord de partidos oficiales disputados en la LEB, segunda categoría del baloncesto español, una marca con pinta de durar mucho tiempo en vigor.
PREGUNTA. Los caprichos del destino. De este último no vas a poder disfrutar sus consecuencias.
RESPUESTA. Bueno, yo tengo una edad y una carrera ya hecha. Estoy más contento por los jugadores nacionales que van a poder estar en la ACB y asumir papeles con cierto protagonismo, que creo que es lo que se tiene que buscar primordialmente en las ligas FEB. Se trata de capacitar a jugadores para que puedan estar en la ACB y sean un reclamo para esos clubes. Vamos a ver en la ACB a jugadores nacionales que en ese equipo tenían responsabilidad. Para mí eso es lo primordial. Es una gran noticia que se consiga un ascenso porque puede abrir puertas para nacionales.
"Me alegra el ascenso de Burgos por los jugadores nacionales que van a poder estar en la ACB y asumir papeles con cierto protagonismo"
P. ¿Eres consciente de que te has convertido en un jugador simbólico? Más allá de las marcas estadísticas y de los ocho ascensos, tu nombre siempre estará asociado a esa peculiar situación que hace que entre la ACB y la LEB haya existido siempre una brecha insalvable. Los que descendían acababan manteniéndose y los ascensos se quedaban en una fiesta y poco más. Hablar de Jorge García es hablar de un jugador que ha estado presente en el foco de esa polémica inherente al baloncesto profesional en España.
R. Para empezar, afortunadamente, cuando llegué a todos esos ascensos frustrados tenía ya el ochenta por ciento de mi carrera hecha. Yo he podido jugar seis años en ACB, por lo cual no dependía de esos últimos capítulos deportivos para conocer la élite. A mí me da pena por los jóvenes, por gente que va con toda su ilusión en un deporte para conseguir llegar a lo máximo y luego se quedan sin disfrutarlo. Muchos tienen una oportunidad y se les va para siempre. Yo, como jugador con experiencia, he visto que lo que yo he podido vivir no lo han podido hacer otros que seguramente se lo han merecido, porque se lo han ganado en las pistas. Ascender de categoría no es nada fácil. Y es duro reponerse mentalmente.
P. Lo de Burgos ha sido brutal.
R. Es que fueron tres ascensos que no se consumaron. No es que no sirvieran para nada, porque de ellos nació y se reforzó el proyecto del Tizona de Burgos. Insistimos y a la cuarta se convirtió en realidad. La única burbuja que quedaba en España tenía que explotar.
P. ¿Cómo has vivido ya de veterano el compartir vestuario con jóvenes que están ilusionados con llegar a la ACB y luego se encuentran con las puertas cerradas por cuestiones burocráticas?
R. Es muy duro. Mucho. Tú piensa que hay jugadores con calidad, que están en el mejor equipo de esa liga, que pueden tener porvenir en la máxima categoría y que ven su futuro truncado. Es darte contra el techo constantemente. Trabajas duro todo el año para llegar a un límite y cuando al final lo consigues, chocas contra él y te quedas en el mismo sitio. Eso ha desmotivado a muchos jugadores. Los jóvenes veían que no había solución en estos últimos años. Jugar bien les reporta poco dinero y pocas satisfacciones, porque te quedas en la misma liga hagas lo que hagas. Hay muy pocos jugadores que hayan dado el salto de la LEB a la ACB sin estar en el mismo equipo en el que lograron el ascenso. Eso hace que la liga se devalúe y que los sueños de los jugadores no se lleven a cabo. Queramos o no, el deporte vive de eso. De ganar y perder, de luchar por no bajar y de ascender. Si no hay un final lógico a la temporada, pues todo pierde un poco de sentido y es malo para los jugadores y también para los aficionados.
"Hay muy pocos jugadores que hayan dado el salto de la LEB a la ACB sin estar en el mismo equipo en el que lograron el ascenso"
P. La lucha de Burgos por llegar a la ACB es también una reivindicación de una ciudad por asomarse al mapa del deporte profesional. Una ciudad de tipo mediano. Como Córdoba.
R. Hombre... Yo lo he vivido, he hablado mucho con los aficionados. Hay gente que no lo entiende, pero es una cultura deportiva distinta a la nuestra. Allí tienen el club de fútbol, que esté en la categoría que esté, siempre tiene su protagonismo mediático y su afición. También tienen un club de balonmano. Pero sí te digo que en los últimos años el baloncesto se ha convertido en una referencia deportiva y sentimental. Hubo dos años en los que jugaron las semifinales y una final de la LEB Oro. No ascendieron finalmente, pero se empezó a pensar en hacerlo. La gente vio que había una ilusión por crecer y se engancharon. A los aficionados les motiva sentirse parte de un proyecto de ir para arriba, no de estar por estar. Hay que ir a pelear por lo máximo, ser valiente. Y, por supuesto, armar una buena plantilla para conseguirlo. Luego puedes subir o no, pero se han formado buenos equipos en Burgos y la gente ha disfrutado. Yo he vivido allí con mi familia y he palpado la ilusión que tienen los burgaleses por su equipo de baloncesto. Ellos quieren tener un buen equipo en su casa, no van a pagar por ver a un equipo cualquiera. Es un poco como el Real Madrid de la LEB. Ellos iban todos los años con esperanza de verlo arriba y festejaron tres ascensos que no se produjeron. Pero la gente seguía apoyando. Para mí ha sido muy emocionante ver cómo ese respaldo permanecía siempre, a pesar de que es duro. Ahora, con la plaza de toros para ser acondicionada como pabellón y los aficionados deseando llenarlo, la temporada será magnífica. Van a cumplir su sueño.
P. Y el de los que se quedaron atrás.
R. Fíjate. La pena es que muchos jugadores lo lograron antes y no pudieron materializarlo. Y entrenadores. Andreu Casadevall estuvo allí y ascendió varias veces. El destino ha querido que le toque a otras personas que también han hecho las cosas bien para poder subir.
P. El que haya descensos y ascensos efectivos le puede dar una nueva dimensión al baloncesto profesional en España. ¿Hacía falta algo así? ¿Lo ves positivo?
R. Partiendo de que no son ligas cerradas, que esto no es la NBA, pues todo es positivo. Lo a que pasa es que lo normal, que es más o menos lo de este año, acaba siendo lo extraordinario. Esto sirve, creo yo, para concienciar a los sponsors para que no se vayan y no entiendan que un descenso a la LEB es el declive de un club. Puede ser una buena transición para sanearse y poder regresar. Eso en cuanto a los patrocinadores. Y en cuanto a las ciudades, pues es algo fantástico porque van a estar más comprometidas con el deporte y por tener una referencia en una liga nacional. Eso repercutirá en la situación de los jugadores nacionales, que podrán tener unos contratos un poquito mejor remunerados. Actualmente hay sitios a los que da pena ir a jugar. Te cuesta el esfuerzo y el dinero. No está recompensado.
P. ¿Has visto a jugadores que se pierden por esta situación de falta de puestos de trabajo y de crisis económica?
R. Sí, muchos. Estos últimos años, en LEB Oro, ves a jugadores que se retiran o se van a Liga EBA para echar el rato o terminar sus estudios o porque están trabajando. Cuando ves que hay en tu deporte gente con proyección y se marcha es porque algo estamos haciendo mal, ¿no? Luego vas a otros jugadores que tienen menos calidad o proyección y que siguen jugando, básicamente, por amor. Luego, si tienes más de treinta años, pues se te hace muy difícil porque el esfuerzo que requiere no está pagado.
"Actualmente hay sitios a los que da pena ir a jugar. Te cuesta el esfuerzo y el dinero"
P. Y encima te encuentras con datos que no invitan precisamente a la esperanza. Solo un 32% de los jugadores en la pasada edición de la ACB eran españoles.
R. Es muy complicado. Los clubes de ACB confían más en jugadores extranjeros, en posibles joyas europeas que despuntan para sacar negocio. Esto se trata de sacar a un jugador joven para que destaque y luego venderlo más caro. Nadie pretende luego hacerle un contrato en condiciones en el primer equipo del club al que llega. Solo si es el Real Madrid o el Barcelona, y a veces ni esos. Los clubes buscan una joya joven para poder venderla después. Miran más el negocio que la formación. Eso es así. Y va en claro detrimento de los jugadores nacionales. España domina en categorías inferiores en Europa y en el mundo, pero después eso no lo ves reflejado en el baloncesto profesional del país.
P. Cada verano alardeamos de los éxitos de las selecciones y de la cosecha de medallas, pero pocos de esos jugadores prosperan como profesionales.
R. Yo conozco a mucha gente así. Destacan mucho en categorías inferiores, llegan a la selección española... Todo es muy bonito. Pero, como solemos decir a los que terminan la etapa júnior: Coge la cantimplora que llega el desierto. Terminas con 18 años y empiezas a dar tumbos para un lado y para otro. Si tienes suerte, a LEB Oro o LEB Plata. Si no, pues a la Liga EBA. Ves a jugadores que han ganado Europeos, que han estado a un nivel muy alto, que no tienen continuidad ninguna. El sistema los excluye. Los clubes prefieren extranjeros y extracomunitarios, cerrando las puertas al producto nacional. Ya es imposible que salgan generaciones completas, como la de los júniors de oro con Pau, Felipe Reyes, Berni, Cabezas, Navarro...
La de Lisboa 99 salió prácticamente entera para jugar en profesionales y, además, con estrellas mundiales. Aquello fue lo más grande. Luego solo hemos visto despuntar uno o dos de cada generación. Lo de asentarse en la ACB es casi imposible, sobre todo porque nadie te abre la puerta para que puedas entrar.
"Los clubes de ACB confían más en jugadores extranjeros, en posibles joyas europeas que despuntan para sacar negocio"
P. ¿Y el asunto tantas veces reclamado de la creación de una liga sub 22?
R. Hubo un tiempo en el que había un Circuito Sub 20, pero eso tiene que sustentarse en los clubes de ACB. Sinceramente, lo que yo pienso es que la Federación Española de Baloncesto y el Consejo Superior de Deportes tendrían que buscar la forma de ofrecer una formación continua para los jugadores, en la que pudieran practicar el deporte y estudiar de manera obligatoria. Así hasta los 22-23 años, hasta que terminen su carrera o su módulo de lo que quieran y eso puedan compaginarlo con el baloncesto, porque lo que se paga hoy en día no es para que tengas una dedicación completa. Al final llegas a los 25 o 26 años y ves que no tienes estudios o que los has abandonado. Al fin y al cabo, los únicos que puedan cambiar esto son ellos.
P. Tú empezaste en el Colegio Franciscanos y acabaste en el Real Madrid.
R. Estaba en el Colegio Franciscanos y me dijo el entrenador del Carmen, que era José María Muñoz, que fuera con ellos a jugar el torneo de María Auxiliadora en Salesianos. Me dijo que me quedara y tal... Y yo contentísimo porque era un equipo muy potente. Poco después salió la oportunidad de ir a participar en una Operación Altura con el Real Madrid y yo tenía mucha ilusión por hacerla. Me llevó mi padre y cuando me vieron, me quedé. Y ya cambiaron todos los planes. Me fui a Madrid y allí estuve cuatro años. Allí te hartabas de entrenar, de jugar y de ganar. Unos años bonitos para un chaval.
P. Y luego eso se termina.
R. Sí. Yo terminé de jugar el Campeonato de España Júnior con el Real Madrid haciendo 20 puntos y casi 13 rebotes de media y cuando terminé el campeonato me encontré con que no tenía equipo. Y me tuve que ir a Marbella. Llamamos al entrenador para que me diera una oportunidad. A mí me costó. Afortunadamente me salió bien. El año siguiente se creó por fin la LEB Oro y pude jugar aquí en Córdoba. El primer año complicado, porque no tenía oportunidades [Fue la Liga 96-97, en la recién creada LEB, con el gallego Alberto Piñeiro como responsable del Cajasur], pero en el segundo explotamos con Frank Lawlor y una plantilla fenomenal que había por entonces. Fue de ensueño. A partir de ahí todo cambió.
P. ¿Cómo recuerdas aquel año en Córdoba? Fue la temporada 97-98, una de las mejores de la historia de este deporte en la ciudad.
R. Todos los que conocimos a Frank Lawlor en esa época vimos que era una persona diferente, que también entendía el baloncesto al estilo de los Estados Unidos, donde van unos quince años por delante nuestra. Pero sí que recuerdo que él me dio la oportunidad. Disfruté muchísimos contribuyendo con mis compañeros a hacer la mejor temporada que se ha visto en el baloncesto en Córdoba [El Cajasur terminó en cuarta posición en la fase regular y cayó en cuartos de final de los 'play offs' de ascenso a ACB ante el Tenerife]. Eso para mí fue cumplir un sueño. Estar en tu ciudad, jugar al baloncesto, que te salgan las cosas bien y ser reconocido... Es lo máximo.
P. ¿Ahí viste que podías vivir del baloncesto?
R. Yo sacrifiqué bastante. Cuando yo terminé en Marbella quise renovar allí, pero una semana antes de empezar la Liga me vine a Córdoba con un sueldo muy normalito. Había trabajado mucho desde los 13 años para poder dedicarme a esto. Me salió bien y a partir de ahí empezaron a llamarme. Rechacé contratos de tres y cuatro años en la LEB por ir a Murcia, donde tenía la oportunidad de debutar en la ACB.
"Había trabajado mucho desde los 13 años para poder dedicarme a esto. Vi una opción de ACB y no lo pensé"
P. Aquello no salió como esperabas.
R. Fue realmente duro. Vi la realidad. Estuve seis meses. Cuando no eres una superestrella tienes que trabajar constantemente y también tener suerte. Yo decidí probar en ACB porque en esos momentos piensas que a lo mejor esa oportunidad no te llega nunca. Cuando la tienes delante, la coges. Tienes un sueldo bueno, todo bien... pero no jugaba. En la primera vuelta ganamos un partido y perdimos 17. Yo no jugaba. Intervine minutos en seis partidos. Así que llegó diciembre y salí del Murcia. Ahí pensé: Bueno, ya he llegado y sé lo que es esto. Ahora me toca trabajar, ser mejor y cuando suba otra vez a la ACB estar preparado. El nivel físico que te piden es gigante, impresionante.
P. Tú eras un pívot.
R. Sí, un cinco. Era como un Felipe Reyes, pero... ahí (risas).
P. Las exigencias del profesionalismo te forzaron a reconvertirte.
R. Sí, eso está claro. Tú mismo lo vas viendo. O te estancas ahí o intentas mejorar. Yo sabía que en el poste bajo, siendo intenso, pues iba bien. Pero cuando llegué a la ACB vi que era imposible para mí jugar en esa posición. No tengo la fuerza ni la colocación que puede tener Felipe Reyes o otros pívots pequeños pero más potentes. Así que había que seguir perfeccionándose y me puse a tirar de tres. Ahí me hice un jugador más versátil. Antes me defendía el cinco y ahora lo hacía el cuatro, por lo que la cosa cambiaba. Ahí ya podía jugar de espaldas y de cara.
P. Y entonces aparece en tu vida Andreu Casadevall, un técnico de referencia.
R. Sí, me fui a Alicante y allí estuve con él media temporada en LEB. Y luego al año siguiente ascendimos con David Gil, José Manuel Calderón... Era un equipo joven, con una media de 23-24 años, que con un par de americanos con experiencia formó un cóctel que salió bien. Eran Reggie Fox y Steve Horton, que luego jugó aquí en Córdoba. La verdad es que nos salió perfecto. Ganamos, ascendimos y nos quedamos seis jugadores de ese equipo en ACB. Y logramos poner a Alicante en el mapa de la ACB.
P. Has tenido la experiencia de vivir la explosión del baloncesto en ciudades que antes no habían tenido ACB, como Alicante al principio y Burgos al final.
R. También Bilbao. Es muy bonito y te da mucho orgullo es estar en el salto a la ACB de ciudades que antes no habían estado nunca. La gente te lo agradece mucho y son cosas que no se olvidan, porque pasas a formar parte de la historia del deporte de una ciudad y los recuerdos son muy fuertes. Si haces un buen trabajo y ves que no solo tienes resultados, sino que dejas huella en la gente, pues la sensación es genial.
"Es muy bonito y te da mucho orgullo es estar en el salto a la ACB de ciudades que antes no habían estado nunca"
P. El peor momento de tu vida profesional: la lesión.
R. Sí, la lesión. Porque fue la única grave que he tenido en más de veinte años. Lógicamente, tuve mis percances, pero no muchos ni muy fuertes. Tuve una lesión de menisco, pero me duró 18 días. Me operaron y seguí jugando. También una rotura de fibras que recuerdo... pero nada de mayor gravedad. Hasta que llegó ese fatídico día. La sensación fue tremenda.
P. ¿Cómo lo recuerdas?
R. Fue en el mes de noviembre, en el Autocid Burgos, contra Melilla, en el primer cuarto. Era un partido de esos en los que quieres poner más intensidad todavía. Entré desde atrás a por un rebote, me tocaron en el salto y caí desequilibrado. El sonido fue como un martillazo en el suelo. Ya ví que eso no iba bien. No me podía mover ni apoyar el pie en el suelo. Cuando me hicieron las pruebas vieron que estaba roto y que eran más de seis meses de recuperación.
P. Doble rotura de ligamento: lateral interno y cruzado.
R. La gente pensaba que se había acabado ya. Desde que estaba en la camilla y en la enfermería yo sabía que era grave, pero les decía a todos que iba a volver a jugar y que iba a regresar más fuerte. Me miraban y pensaban que estaba loco. La verdad es que me costó mucho. Me quedé todo el año allí en Burgos para recuperarme. Yo entrenaba al lado de mis compañeros y me motivaba viéndoles cómo corrían. Yo eso, lo de correr, lo veía a años luz, pero afortunadamente, con una buena operación y constancia, pude volver. Y no solo eso, sino además conseguir otros dos ascensos a la ACB. Creo que es una prueba que me pusieron a ver si era capaz y la superé.
P. ¿Es de lo que te sientes más orgulloso?
R. En lo profesional, por supuesto. Tener una lesión así, con esa edad, hace que lo normal es que todo el mundo crea que se ha terminado, que te vas y te dedicas ya a otra cosa.
P. ¿Alguien te dijo que lo hicieras?
R. No, no... La gente te anima, es lo normal, pero seguro que muchos pensaban que yo no iba a probar otra vez. Pero yo lo tenía claro. Quería volver a jugar y quería volver a hacerlo en Burgos. Ésa era mi prueba. Burgos es de los mejores equipos de la Liga. Si tenía que volver iba a ser allí o en ninguna parte. No me iba a ir a probar si estaba bien o no en otro lugar. Mi reto era volver al mismo sitio, al mismo equipo y con el mismo desafío de ascender a la ACB. Probar en Burgos si estaba recuperado. Y si no era así, pues cojo y me marcho a mi casa. Lo conseguí y eso para mí tiene un gran valor. Estuve nueve meses trabajando durísimo para volver. El doctor que me operó me advirtió de que podía tener problemas porque había degeneración de la rodilla por el desgaste, por la lesión, por la edad... Pero no se inflamó nunca. El médico no lo entendía, pero no quiso tocar nada más. Y hasta hoy.
P. ¿Cuál consideras tu mejor etapa?
R. La de Fuenlabrada. Allí estuve cuatro años y fui de menos a más. Empecé jugando poquito y terminé siendo importante. Estábamos jugadores con hambre y salíamos cuando los partidos ya estaban medio perdidos, a ver qué pasaba. También estaba ahí Saúl Blanco. Alguno lo remontábamos. Renové dos años y la verdad es que quedé satisfecho. Yo puedo decir que los años que he estado en ACB los he estado de verdad, jugando y no sentado en el banquillo. Mis medias han sido de veinte minutos por partido y ocho puntos. Eso, para un tío nacional en ACB, es para estar orgulloso. Yo lo estoy. ¿Que podía haber llegado a más? Pues mira, no lo sé. Pero sí estoy seguro de que hice todo lo posible y me entregué en cada partido.
"Yo puedo decir que los años que he estado en ACB los he estado de verdad, jugando y no sentado en el banquillo"
P. Llegaste a participar en un concurso de triples del Partido de las Estrellas de la ACB.
R. Eso fue que a mí me llamaron de la ACB un día que iba para entrenar en Fuenlabrada. Me dijeron que querían que fuese al concurso de triples. Lo primero que pensé es que era una broma y que quién habría sido el hijoputa que estaba detrás. Pensaba en algunos del equipo, los más bromistas. Yo en el tiro estaba fino, sí. No sé si era ese año o el anterior había quedado el segundo de la Liga en porcentaje, un 48 por ciento, y hombre... En ACB hacen que te especialices en algo. Yo lo hice en triples. Algunos partidos llegué a tirar diez o doce veces, pero bueno... Ahora lo miro y me pregunto si estaban locos por confiar en mí, pero la verdad es que salió la cosa bien. Yo me reía. Les dije que tenía que pensarlo y que me llamaran por la tarde, esperando que cuando entrara en el vestuario iban a estar algunos riéndose por la broma. Pero no, era verdad. Me volvieron a llamar por la tarde y, claro, les dije que allí estaría. Fue un momento histórico para mí. Además, era en Bilbao. Ganó Rakocevic. Ese año cambiaron las normas y por la mañana hacíamos el concurso uno contra uno para ver con quién nos emparejábamos. Yo lo hice bastante mal y me tocó con... Rakocevic. La verdad es que tenía poco que hacer, aunque lo peleé. Logré empatarle y forzar el desempate. Aún metiendo más puntos que otros, como era eliminatoria pues no pasé. Pero la experiencia fue de las que quedan. Yo había jugado en Bilbao y había quince mil personas en el BEK aplaudiéndome. Acabé contentísimo.
P. ¿Y qué me cuentas del baloncesto en Córdoba? ¿Cómo lo has vivido desde la distancia?
R. Mantengo contacto con gente de aquí y la verdad es que es una pena. Ha habido muchos años en los que no había nada. Ahora está empezando a haber algo, pero no hay apoyos. Y si no lo hay, pues el deporte no puede prosperar. Las instituciones deben ver que el tener clubes deportivos en categorías profesionales es una vía sensacional para fomentar la práctica entre los jóvenes, con lo que conlleva en cuanto a salud y educación, y también para promocionar la marca y el nombre de la ciudad, difundiendo sus valores y sus atractivos turísticos. No te digo que sea el baloncesto. Cualquier otro deporte vale. Pero el baloncesto, teniendo este Palacio de Deportes... Es una pena. Me parece algo increíble. He visto a lo largo de mi carrera cómo salían clubes en otras ciudades, progresaban... y en Córdoba siempre parados. Ahora veo que Cordobasket está haciendo las cosas bien, sobre todo porque tiene cantera y personas válidas al frente, pero se va a estrellar contra un techo muy bajo. Si no encuentra apoyos, tanto públicos como privados, no podrá evolucionar y crecer. Si los jugadores de Córdoba no ven una salida para desarrollarse en el club de su tierra se van a ir marchando. No hay alicientes.
"Lo del baloncesto en Córdoba es una pena, algo increíble"
P. Y siguen saliendo jugadores.
R. Mira, yo estoy convencido de una cosa. Si Córdoba tuviera un equipo en la LEB Oro, que no es nada descabellado, habría lista de espera de jugadores deseando venir aquí. Está más que seguro. Pero hace falta que el proyecto tenga solidez, que se pueda trabajar con buenos medios y con una tranquilidad económica. No estoy diciendo nada disparatado, no hablamos de cantidades desorbitadas. Córdoba es ideal para hacer un proyecto sostenible. Lo he visto en otras ciudades y se puede.
P. ¿Y por qué Córdoba es especial?
R. Esta es una ciudad compleja, en muchos aspectos muy cómoda. No quiere problemas, no da pasos adelante. Igual es fácil decir que no se encuentra un patrocinador de trescientos mil euros, pero a lo mejor hay que pensar en si es posible encontrar cien firmas que aporten tres mil. Y así es como se llenan los pabellones.
P. ¿Cómo fue el caso de Burgos?
R. Allí estaba en la directiva el presidente de los pequeños y medianos empresarios, lo que abría un puente de diálogo más fácil con las empresas. Había acceso a poder vender el producto. Luego, tuvimos la suerte de encontrar un sponsor muy grande como Ford, que invirtió publicitariamente en un proyecto para ser ganador. Muchas empresas confiaban en el club porque había una buena gestión, excelentes resultados deportivos y un respaldo social importantísimo. La ciudad estaba involucrada. El Ayuntamiento también estaba con el equipo. Luego, claro, cuando llegaba la ACB era otro mundo. Te exigían poner cuatro millones de euros y eso no lo iba a asumir nadie. Sí que es verdad que es importante que haya afición y respaldo mediático detrás. Que haya repercusión de los éxitos, que las gradas estén siempre llenas... Eso es fundamental.
P. ¿Cómo valoras el proyecto del Cordobasket? Su presidente, Ángel Lopera, fue compañero tuyo en esos años en el Cajasur de Córdoba. Ahora anda metido en esta historia y con nuevos quebraderos de cabeza.
R. Anda agobiado porque le van a hacer responsable de todo lo que pase. Ellos hicieron un club no para lucrarse, sino para que se formen jugadores y poder ir subiendo de categoría hasta donde se pueda. Tienen muy buenos entrenadores de formación, muchos chavales en la cantera... Ahí lo hacen perfecto. Pero se encuentran con lo que ya hablamos antes. Acabas la etapa de junior y qué haces. Una gran mayoría deja de jugar y se pone a estudiar o trabajar. Perfecto. ¿Y por qué no puedes estudiar y trabajar jugando al baloncesto en el club de tu tierra? Habría que ver la forma de conseguir eso porque te digo que en Córdoba son privilegiados, porque no paran de salir jugadores de su cantera que tienen buenas cualidades y que podrían ofrecer un gran rendimiento en una categoría más alta que la que el baloncesto cordobés tiene ahora. Yo imagino que Córdoba, con un equipo en LEB Plata y LEB Oro, viendo que ahora el acceso a la Liga ACB puede ser real, encontraría apoyos. Quiero imaginar que sería así, porque resultaría rentable.
P. Llevas más de veinte años fuera de Córdoba, ganándote la vida con el baloncesto.
R. Bueno, así vinieron las cosas. Me casé en Alicante, en el año 2001. Ascendimos a la ACB, debuté un año y fue el de mi matrimonio. Tengo dos niños. Siempre quise ser un padre joven. Mis hijos tienen 15 y 12 años, y yo tengo 40. Aproveché los últimos años para formarme. Hice cursos de entrenadores, aunque aún me falta el superior, pero para trabajar la base me sobra. Además, he estudiado el grado de Educación Primaria. Quiero enfocar mi vida a la enseñanza y al baloncesto, siempre con niños. Es mi mayor motivación ahora, después de tantos años por las canchas. Algo de baloncesto sé y me gustaría transmitirlo. Yo dejé los estudios porque tenías que ir de un sitio a otro, no existía internet, y de manera presencial era imposible. Hace unos años lo retomé. Es mucho esfuerzo, pero estás mucho más centrado porque sabes lo que quieres. Está muy bien jugar, pero desde que me fui de Córdoba son 27 años seguidos jugando sin parar. Mi mujer consiguió trabajo en Alicante y en los últimos años hemos estado uno en un sitio y otro en otro.
P. Lo de seguir jugando...
R. No descarto jugar más. Mi último partido hubiera sido un ascenso a la ACB, que no está nada mal para cerrar. Desde los treinta años siempre piensas: dos años más y ya está. Si ahora encuentro un equipo cerca de Alicante, igual me animo. Si no puede ser, pues nada. A abrir otra etapa. Hay gente como Nacho Romero, Jesús Fernández, Richy Guillén... Ellos siguen, pero no es sencillo. Es mucho esfuerzo. A la gente que ha competido a un gran nivel les cuesta, pero como en todo en la vida hay que saber cuándo poner el punto final.
"Quiero enfocar mi vida a la enseñanza y al baloncesto, siempre con niños. Es mi mayor motivación ahora"
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