Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
El elefante en el gobierno de coalición y el gran apagón

Aunque con su rimbombante nombre Red Eléctrica Española (REE) parece una de esas grandes entidades públicas heredadas del franquismo, en verdad fue creada en 1985 por el primer gobierno del PSOE. Felipe González le encargó a Carlos Solchaga que pusiera orden en un sector atomizado. En Andalucía, por ejemplo, la red eléctrica dependía de la compañía Sevillana de Electricidad, hoy Endesa. A finales del franquismo toda la red estaba en manos de las empresas privadas y el sistema era débil y muy atomizado.
El propio Solchaga ha escrito que el gobierno de Felipe González huía de las nacionalizaciones que aplicaba en Francia su presidente, Miterrand. Y que hubo que inventar una especie de empresa pública que funcionase en régimen de monopolio pero donde los famosos “operadores privados” que citó Pedro Sánchez tuviesen voz, voto y un amplio poder de decisión. Red Eléctrica no nació como una empresa pública, sino ese palabro que tanto gusta a determinados sectores de la colaboración “público-privada”.
El Estado, no obstante, era el accionista mayoritario, con el 51,5% de la propiedad. Sin su aprobación, no se construía o dejaba de construir ninguna línea de alta tensión en España. Con su oposición, no se dejaba de invertir en nada. En 1998, durante el primer gobierno de Aznar, se vendió el 31,5% de Red Eléctrica. El precio que se pagó fue hasta criticado por el Tribunal de Cuentas, que lo consideró por debajo de mercado. Desde entonces, el Estado sigue siendo el accionista mayoritario, sí. Posee un 20%, más que nadie, pero una cantidad insignificante para todo aquel que sepa cómo funciona el consejo de administración de una empresa.
Desde que Pedro Sánchez es presidente, sus socios de gobierno le han pedido varias veces que cree una gran empresa pública de electricidad. La última vez fue en 2022. Entonces lo rechazó todo el arco parlamentario, salvo ERC. Ni PP, ni Vox, ni Ciudadanos, ni el PNV quisieron saber nada de esa gran empresa pública de electricidad, que se centraba más en la comercialización que en el mantenimiento de la propia red eléctrica.
Este lunes aprendimos, si no lo sabíamos ya, que lo de que llegue la electricidad sin problema es una cuestión estratégica. Y que en algo que nos afecta a todos quizás lo mejor no es dejar el poder de decisión en manos de unos pocos.
Aún no nos han explicado cuáles han sido las causas y qué ha fallado para que el lunes un apagón nos dejara en algunos sitios hasta 23 horas sin electricidad. Pero ha sido el propio presidente del Gobierno el que, muy enfadado, ha señalado a los “operadores privados” por no estar compartiendo la información suficiente. Mientras, surgen teorías como las del físico Antonio Turiel, que en enero ya avisó de que nos encaminábamos hacia un gran apagón por, resumiendo mucho, no invertir lo suficiente en seguridad. Por poner los dividendos por delante de la propia seguridad del sistema.
Europa no es, desde luego, un ejemplo sobre cómo funcionan las empresas de distribución. Alemania lo tiene todo privatizado y solo Francia tiene fijado por ley que la mayoría siempre tiene que ser del estado, incluido el poder de decisión. Pero dejar sectores tan estratégicos como la electricidad en manos de operadores privados está abriendo la puerta a que cualquier agente extraño pueda acabar entrando en una compañía clave, con no se sabe muy bien qué interés, más allá del de ganar el máximo dinero posible.
Pero a estas alturas parece claro que el debate que se debe dar entre el gobierno de coalición y sus socios de gobierno pasa más por cómo recuperar el control de un sector estratégico que parece ser que no está trabajando en beneficio del bien común sino en el propio.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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