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Francisco Ferrero: “Hacíamos sindicalismo clandestino con humildad y argumentos serios”

Entrevista N&B a Francisco Ferrero, sindicalista histórico

Aristóteles Moreno

23 de agosto de 2025 20:11 h

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La primera huelga que Francisco Ferrero conserva en su memoria tuvo lugar una mañana de 1969. Los sindicatos estaban terminantemente prohibidos y el general Franco aún gobernaba España con puño de hierro. Acababa de haber un accidente laboral en Electromecánicas, la gran industria metalúrgica de Córdoba, y dos trabajadores resultaron heridos. Antonio Martínez El Mirla cogió una barra de hierro y la golpeó violentamente contra una chapa. En la fábrica se extendió un silencio sepulcral. “¡A parar todo el mundo!”, ordenó con voz gruesa. Paco Ferrero tenía 18 años y apenas empezaba a escribir las primeras líneas de una historia sindical que coronó treinta años más tarde como secretario provincial de CCOO.

La suya es una biografía proletaria de libro. Nació y se crio en el Cortijo del Alcaide, un núcleo diseminado de pequeñas parcelas en aquella miserable España rural. Sin luz, sin agua corriente y sin los mínimos servicios básicos. Por eso su memoria es la de una generación excepcional camino hoy de extinguirse. Y sus palabras merecen ser escuchadas y archivadas en la conciencia colectiva.

Son las diez de la mañana de un agosto infernal. El sol ya castiga implacable sobre la Plaza de la Corredera. Nos refugiamos en los soportales alrededor de una pequeña mesa circular. Dos cafés con leche nos acompañan en una conversación plagada de hitos emocionantes que llegan hasta nosotros envueltos en la bruma del tiempo. “El Cortijo del Alcaide estaba justamente donde terminaban los eucaliptos de Electromecánicas”, rememora Ferrero. “Y estaba repartido en parcelistas que habían venido de Granada, Jaén o Almería después de la Guerra Civil. A mi padre le cedieron una cuartilla de tierra porque era el guarda del Canal de la Confederación”.

PREGUNTA. El guarda acequiero.

RESPUESTA. Efectivamente. De la comunidad de regantes del pantano del Guadalmellato. Le había facilitado la parcela uno de los arrendatarios. Yo me crie allí hasta el año 66 con mis cuatro hermanos. Salvo mi hermana mayor, los otros cuatro terminamos en la Escuela de Aprendices de Electromecánicas.

En mi casa nos alumbrábamos con candiles y no teníamos agua corriente

P. ¿Cómo era la vida del Cortijo del Alcaide?

R. Muy sencilla. Hay circunstancias que te marcan. A unos 400 metros de nuestra casa estaba la escuela de don Miguel Alcalde, un ex maestro propietario de una de las parcelas. Recuerdo que yo tenía tres o cuatro años y me metía en una caja de cartón. Luego, años después, hubo otro colegio en un lugar que se llamaba Hacienda de Higuerón, con un profesor que enseñaba a los alumnos de forma privada y muy anárquica. Era una especie de guardería de niños hasta los 12, 13 o 14 años. Nunca fui a un colegio público.

Vivíamos en el campo y había que atender el huerto, las gallinas, los conejos y los cerdos. Y cada año teníamos que hacer el picón para el brasero. A los 15 años entré en la Escuela de Aprendices de Electromecánicas. Y Miguel Navarro, un ex trabajador de la fábrica, preparaba a los alumnos. Él fue quien me preparó a mí para el examen de ingreso.

P. ¿Tenía agua potable? ¿Luz eléctrica? ¿Cocina?

R. No. Teníamos candiles. Luego se produjo un avance y empezamos con los carburos. Cada tarde había que sacarlo, quitarle la ceniza y echarle carburo para alumbrar. Con el paso del tiempo, llegó la bombona de butano, pero mientras íbamos con mi padre a la alameda para hacer picón con la leña, aunque estaba prohibido. En septiembre había que ir a coger algodón y al mismo tiempo había que sacar y cuidar a los marranos. Yo he ido con 12 años a los Olivos Borrachos con la bicicleta llena de tomates, pimientos y huevos de gallina para venderlos en una tienda de la calle Mariano de Cavia.

P. No había agua corriente.

R. Teníamos agua de un pozo hecho por mi padre. Recuerdo que cuando lo estaba haciendo, a veces, había que sacarlo del pozo, veintitantos metros más abajo, porque le faltaba el aire. Primeramente, sacábamos el agua con cubos y luego ya con bomba. Nunca tuvimos agua corriente ni electricidad. Por supuesto que no.

Entrevista N&B a Francisco Ferrero, sindicalista histórico

P. Y la primera ducha se la dio ya de mayorcito.

R. Hombre, claro. Mi padre era un hombre apañado y construyó un cuarto de baño en la espalda de la casa. Muchos de los vecinos se salían a hacer sus necesidades a la alameda. Y donde no había chopos sino solo eucaliptos las mujeres lo tenían más difícil.

P. Usted conserva la bicicleta con la que su padre vigilaba el canal.

R. Efectivamente. La tenemos todavía. En esa época la matanza de cada año juntaba a toda la familia. Unos venían de El Higuerón y otros de Córdoba. Nos juntábamos también el día de San Agustín, que era el nombre de mi padre y de mi hermano. Estábamos un montón de gente y nos bañábamos en el canal. La bicicleta era clave para desplazarse de arriba a abajo del canal hasta la última parcela. Había que vigilar para que nadie cogiera el agua del vecino. Mi padre se encargaba de eso.

P. Y con 15 años ingresó en la Escuela de Aprendices.

R. Mi hermano mayor ingresó en el año 59. Mi hermana iba todos los días a los Olivos Borrachos para coger las carreras de las medias. Ese era su trabajo. Allí conoció a su pareja con quien se casó. Marcelino entró en el año 62 y yo en el 65. Mi otro hermano en el 67.

Entré en la Escuela de Aprendices de Electromecánicas con 15 años y me pagaban 30 pesetas

P. Le pagaban 30 pesetas en la Escuela de Aprendices.

R. Sí. Si no te ponían ninguna falta de orden. Si te pillaban hablando en clase o molestando a otro, el mismo conserje tomaba nota y te ponía una sanción de cinco pesetas, que al final de mes te descontaban.

P. En aquel momento, Electromecánicas era la mayor empresa de Córdoba.

R. Sí. Lo había sido antes y lo fue durante mucho tiempo después. Electromecánicas dio lugar luego a Cenemesa. En los años 20, 30 o 40 se montó un centro que trabajaba accesoriamente para la fábrica matriz, pero luego fue creciendo tanto que podía servir también afuera. Entonces había en torno a 5.000 trabajadores entre una empresa y otra.

P. Y era un nido de antifranquistas.

R. Por supuesto. Muchos fueron fusilados en las paredes de la fábrica. Cuando se terminaba el turno había un jefe que entraba allí y decía: “¡Fulanito y menganito!”. Y se los llevaban. El director le llegó a decir al gobernador civil: “Por favor, no fusilen ustedes a nadie más que vamos a tener que cerrar la fábrica”. Después de todo eso, en los años 40, 50 o 60 todavía había gente de izquierdas que entró en el mundo obrero y fue un ejemplo para nosotros. Eso es tremendo. Estoy hablando de decenas de personas que yo conocí que habían militado en el Partido Comunista. Recuerdo que una vez le metí a uno un Mundo Obrero en el bolsillo y me dijo: “Paco, por favor, que me vas a buscar una ruina”. Era un hombre que había estado en la cárcel por militar en el PCE.

Entrevista N&B a Francisco Ferrero, sindicalista histórico

P. ¿La historia de los fusilamientos de trabajadores la escuchó en la fábrica?

R. Claro que sí. Lo decían los propios trabajadores. Cada hora del bocadillo era como si fuera una asamblea. Hablábamos de la situación de la empresa y también de política. Algunos militaban en el PCE y otros empezamos a militar en las Juventudes Comunistas y en Comisiones Obreras.

P. CCOO nació en Córdoba en el año 1965, justo cuando entra usted en Electromecánicas.

R. La primera vez que aparece el nombre de Comisiones Obreras fue en torno a esa fecha. Allí ya había personas mayores militantes del Partido Comunista y otros de Juventudes Comunistas. Mi hermano Marcelino ya estaba peleando y había decidido organizarse. Entonces se pensó en crear las Comisiones Obreras Juveniles pero no llegaron a cuajar.

P. ¿Sabía lo que era el PCE cuando ingresó en la fábrica?

R. No. Hay dos cosas que a mí me emocionan mucho. Mi padre ponía la Pirenaica y mi madre le decía: “Agustín, ten cuidado”. Después de cenar, y antes de irnos a dormir, a la luz del candil mi madre cogía un libro y nos leía a todos durante una hora. Es alucinante.

Muchos trabajadores de la fábrica fueron fusilados en la Guerra Civil

P. ¿Qué os leía?

R. Uno de los libros que recuerdo creo que se titulaba Los pájaros sin nido. Lo he buscado años después. A mi madre le gustaba mucho la lectura y nos leía todas las noches.

P. ¿Su padre era una persona politizada?

R. Mi padre estuvo en la Guerra Civil en la zona republicana y fue detenido en Badajoz, según tengo entendido. Es increíble la historia del campo y la lectura como elementos de cultura y de distracción. Luego, mi hermano Marcelino, cuando entró en la Escuela de Aprendices, repartía el Mundo Obrero. Y yo estuve en el comité provincial del PCE en los años 70 y principios de los 80.

P. ¿Con cuántos años entró en el PCE?.

R. No me acuerdo.

Entrevista N&B a Francisco Ferrero, sindicalista histórico

P. Pero, ¿fue sindicalista antes que militante del PCE?

R. Estaba en los dos. Llegó un momento en el que pensé que si estaba en el Partido Comunista me podía condicionar mucho en mi actitud y mi aportación dentro de CCOO.

P. La primera huelga que recuerda fue en el año 69.

R. Sí. He vivido muchas huelgas. Le voy a contar una anécdota. Un día estamos trabajando y viene el que era representante sindical con una barra de hierro. Pega un golpetazo en una chapa y grita: “¡A parar todo el mundo!”. Y todo el mundo le dio al botón y paró la máquina.

P. Esa es la historia de El Mirla.

R. Exactamente. Eso significaba la honradez, la honestidad y la confianza que había en esos hombres.

Una vez le metí a un compañero un Mundo Obrero en el bolsillo y me dijo: “Paco, que me buscas una ruina”

P. En aquella época había mucha represión. ¿No había miedo en la fábrica?

R. Yo no conozco ningún despido ni ninguna sanción que se haya producido en Electromecánicas por la actividad sindical, una huelga o una declaración. No tengo constancia. Únicamente la de Pepe Balmón Castell. En una de las reuniones, el director se desdijo de algo que había dicho el día anterior y Pepe Balmón, en la reunión del comité de empresa, le dijo: “Qué sinvergüenza es usted. Ayer dijo una cosa y hoy dice lo contrario”. Y entonces le abrieron un expediente, estuvo despedido, ganó el juicio y se incorporó. Luego lo volvieron a sancionar.

P. ¿Cuándo tuvo conocimiento por primera vez de que existía una cosa que se llamaba Comisiones Obreras?

R. Todos los días en cada reunión del bocadillo, de 10.00 a 10:30, se oía hablar del PCE y de CCOO.

P. ¿El PCE controlaba la fábrica?

R. Yo noté la presencia del PCE en Electromecánicas. Había ese sentido de cuidado y prudencia para no alborotar. Yo me fui ligando a CCOO de tal manera que habrá muy pocos pueblos de la provincia que no haya pisado junto a Manolo Rubia, Paco Cáliz, Ildefonso Jiménez, Santi Marzo y otros compañeros para extender el sindicato. Una vez, al terminar una asamblea en Fernán Núñez, viene uno, me abraza y me dice: “Paco, eso de que CCOO es independiente tú sabes que es mentira. CCOO es del PCE”.

Entrevista N&B a Francisco Ferrero, sindicalista histórico

P. ¿Cómo se hace sindicalismo en la clandestinidad?

R. Con la prudencia de saber que si alardeas te pueden cortar los cables. Con humildad, con argumentaciones serias y precisas para que la gente se incorpore. Y avisándola de que se corre riesgo. Pero claro: si no corremos ese riesgo, no podemos mejorar.

P. El Círculo Cultural Juan XXIII jugó un papel clave en la resistencia antifranquista.

R. Sí. Yo tengo todavía por ahí el carné. Conocimos que existía el Juan XXIII por esos años: el 65, el 67, el 70. En la primera planta del Juan XXIII hemos tenido por lo menos veinte o treinta asambleas de trabajadores de Electromecánicas o Westinghouse a las que venían Eduardo Saborido o Paco Acosta.

P. ¿Y cómo era posible eso en pleno franquismo?

R. Pues clandestinamente. No ibas gritando por la calle que eras de CCOO.

Mi padre ponía la ‘Pirenaica’ y mi madre le decía: “Agustín, ten cuidado”

P. A principios de los años 70 vino Marcelino Camacho al Juan XXIII. Fue uno de los hitos históricos más significativos de la Transición en Córdoba.

R. Me parece que antes de la legalización estuvo también en una asamblea en el Colegio del Carmen, donde intervino con Eduardo Saborido y cantó Rosa León.

P. Marcelino Camacho ha sido un mito del sindicalismo.

R. Sí. Era un referente muy difícil de superar. Había sido capaz de crear esa síntesis dentro del movimiento obrero de unidad por encima de la diversidad. Luego vino un dirigente que para mí fue excelente y de lo mejorcito de CCOO: Antonio Gutiérrez. Y se creó un problema de confrontación larvada. Para mí, siempre ha sido una controversia difícil de entender. Marcelino Camacho dimite como diputado por un enfrentamiento con Santiago Carrillo, porque este le dice que no a una huelga convocada por CCOO. Y, sin embargo, luego los que apoyaban a Marcelino Camacho contra Antonio Gutiérrez eran los carrillistas. Es una cosa inexplicable. En los temas de la división hay muchas cosas inexplicables, como la división de la izquierda en este país.

P. Antonio Gutiérrez entra en colisión con el PCE porque defendía la autonomía del sindicato.

R. Exactamente. Y Marcelino también defendió la autonomía cuando dimite por una confrontación con el máximo exponente del Partido Comunista. Dentro de CCOO mucha gente que militaba en el PCE quería que el sindicato fuera más una estrategia para apoyar las tesis del partido. Antonio Gutiérrez no fue así.

Entrevista N&B a Francisco Ferrero, sindicalista histórico

P. Tuvo un enfrentamiento duro con Anguita.

R. Sí. Ha habido enfrentamientos que muchas veces no tienen una razón de ser. A veces, es falta de entendimiento.

P. A finales de los setenta CCOO pasó a la legalidad democrática. ¿Cómo fue ese cambio?

R. Aunque parezca una barbaridad, no fue tanto el impacto porque el sindicato a veces actuaba como si estuviera ya legalizado. Habíamos hecho asambleas ya, como aquella en el sótano de Deza para constituir el sindicato en la ilegalidad. No es que de la noche a la mañana te encuentras con que ya somos libres, sino que habíamos ejercido la libertad antes durante años.

P. Al principio compartisteis sede con la patronal en el edificio del antiguo sindicato vertical.

R. No. El edificio de Gran Capitán era del sindicato vertical y, al desaparecer, nos fuimos allí de manera provisional. Durante un tiempo reivindicamos que se devolviera el edificio a los sindicatos. UGT cogió la instalación sindical del Sector Sur y nosotros seguíamos en Gran Capitán aunque entrábamos por la calle Conde de Robledo en vez de entrar por la principal.

Este Gobierno tiene el mejor Ministerio de Trabajo desde la Transición

P. ¿Por qué?

R. Porque no admitían todavía que eso era una parte nuestra.

P. Usted fue secretario provincial de CCOO en 1993.

R. Hasta el año 2004.

P. ¿Qué aportó Francisco Ferrero al sindicalismo cordobés?

R. Yo eso no lo sé. Lo que sí sé es que había habido una inestabilidad a pesar de ser un sindicato fuerte como era CCOO con respecto a lo que nos rodeaba. Manolo Rubia tenía muchos rasgos de la clandestinidad todavía y creía que la manera de forzar la unidad sindical era afiliarnos a ambos sindicatos. Yo me había pateado todos los pueblos de la provincia de una manera anónima y desinteresada, simplemente por fomentar CCOO. Y no es producto de la casualidad que salga elegido miembro de la ejecutiva en CCOO de Andalucía.

Yo lo que hago es aportar al sindicato todo aquello que he conocido con la mayor honestidad posible. En mi mandato le di responsabilidad a los del sector crítico, que entraron en la ejecutiva. Unos desarrollaron su responsabilidad y otros no. He aportado mi honestidad, mi trabajo, mi experiencia, mi historia, el sentido de la responsabilidad y el de la independencia. Alguno de los más críticos que yo tuve, que por cierto se murió hace 10 o 15 años, se encontró conmigo un día. Me dio un abrazo y me dice: “Por mucho que yo te haya criticado, que sepas que te aprecio un montón y que eres lo mejor que he conocido”. Años antes, un hijo suyo en una de las manifestaciones del Primero de Mayo, iba gritando “Ferrero, cabrón; trabaja de peón”. Y su padre, antes de morir, me dio un abrazo.

Francisco Ferrero en el centro de la imagen, en su etapa como sindicalista de CCOO

P. ¿Para qué sirve un sindicato en 2025?

R. Es verdad que se está produciendo una situación de una cierta apatía y una cierta insensibilidad. Hay una tendencia a decir que el sindicato ya no es lo que era. Lo que no sabemos es lo que va a ocurrir dentro de muy poco tiempo. La situación política ya no es la que era, pero puede ser más grave dentro de muy poco tiempo. Ahora, ¿por qué? Esa izquierda tan superfragmentada no ha existido nunca. Y en el sindicato se puede hacer lo que se puede hacer. La comunicación entre la gente no es la misma que antes, que era de viva voz y en directo. Ahora es todo muy artificial. Hay una especie de parálisis y la que gana es la derecha. Hay que espabilar. Yo recuerdo experiencias muy bonitas del sindicato. Por ejemplo, la constructora de viviendas Vitra que tenía CCOO. Eso hoy es tan necesario como hace 20 años.

P. ¿Cuál es el principal desafío del sindicalismo del siglo XXI?

R. Luchar por la decencia en tu jornada y en tu empleo. Las condiciones de trabajo, el salario, la seguridad, la salud. Y el reparto del trabajo. Ir reduciendo la jornada con el soporte de un Gobierno que esté en sintonía. Se puede convencer a la patronal para que ambos podamos convivir mejorando las condiciones de trabajo. Yo creo que eso es viable.

La división de la izquierda en este país es inexplicable

P. ¿El proletariado es ya una reliquia del pasado?

R. En todos los sitios no es igual. Ahí está lo que ocurre ahora mismo en Europa y en el mundo. Está predominando cada vez más la extrema derecha. No sabemos por qué. Yo ya me atrevo a decir que hacen trampas en las elecciones, porque no tiene explicación que en Chile los trabajadores voten a los asesinos de sus padres o de sus abuelos. Y en Argentina igual. El futuro pasa por la toma de conciencia.

P. ¿A la lucha obrera la está minando el individualismo?

R. Hay una tendencia muy generalizada al individualismo y eso da lugar a muchas situaciones negativas. El individualismo es la falta de humildad y de honestidad. Y da lugar a la fragmentación de los proyectos que pudieran ser comunes. El individualismo no puede ser rentable nunca ni siquiera para el individuo. Lo mejor de todo siempre será lo colectivo.

P. Las mujeres representan ya el 44% de los afiliados. ¿CCOO ha llegado tarde a la cuestión de género?

R. Yo creo que no. Habrá momentos en los que hayamos sido insuficientes, pero CCOO desde sus principios siempre ha procurado que este aspecto de la igualdad de género se tuviera en cuenta. Y se ha ido produciendo cada vez más la incorporación de la mujer a la responsabilidades de área. Prueba de ello es que hoy, sin ir más lejos, en Córdoba tenemos una mujer como secretaria general y en Andalucía también. Hay muchos elementos que muestran el progreso dentro de CCOO en ese sentido.

Entrevista N&B a Francisco Ferrero, sindicalista histórico

P. ¿Qué se ha dejado este Gobierno en el tintero de la agenda social?

R. Este Gobierno ha tenido el Ministerio de Trabajo mejor de toda la Transición. Por la mujer que lo dirige y también por su actitud. Y los dos partidos han tenido el grado de entendimiento suficiente como para que no haya ruptura y se produzcan avances y mejoras en los salarios, en la jornada laboral, en la protección social y en las pensiones. ¿Se podría haber conquistado más? Seguramente. Es una fuerza muy pequeña, pero que está dando un resultado muy positivo.

P. Una izquierda fragmentada, un Gobierno acorralado, unos sondeos desastrosos. ¿Qué horizonte vislumbra?

R. Yo deseo que vaya en la misma línea de lo que actualmente tenemos o incluso mayor apoyo a un proyecto común de izquierda. La izquierda del PSOE tiene que tener una identificación con un nombre común para hoy, dentro de 5 años y dentro de 20. Se llame como se llame y aloje a quien aloje dentro. Y que la gente pueda ver en esa organización unas señas de identidad que no se borren. Porque la gente no sabe al final a quién está votando.

P. ¿Quién ha sido Paco Ferrero?

R. Una persona que ha tratado de ser honesto y no crearse enemigos. Hoy por hoy no hay nadie que no me dirija la palabra. Lo único que tengo son amigos. No he engañado a nadie y, si en algún momento he defraudado, esa no era mi intención y pido perdón. He tratado de ser lo más leal, lo más productivo posible y lo más provechoso para el conjunto de la sociedad. No hay más.

El desafío del sindicalismo del siglo XXI es luchar por la decencia del empleo

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