Carlos Eslava: “El desperdicio alimentario no tiene fin”
Carlos Eslava (1941) preside el Banco de Alimentos Medina Azahara de Córdoba desde hace unos siete años, él mismo duda en las fechas. Bajo su presidencia el Banco se ha instalado en el antiguo Matadero en Campo Madre de Dios, donde en una mañana fría del último miércoles de este infausto 2020 hay varios voluntarios clasificando alimentos perecederos y no. También hay un cabo y un soldado de la Brigada Mecanizada trabajando como voluntarios.
Hay una monja que espera el lote que le corresponde a su congregación para repartirlas entre sus beneficiarios. Una gran nave en el mismo lugar donde antes se estabulaban y se sacrificaban cerdos o corderos ahora se llena de palés de tetrabricks de leche, refrescos o paquetes de legumbres. El Banco está en continuo crecimiento, no sólo en reparto, sino con novedades en sus instalaciones. Las penúltimas son una recién estrenada cámara frigorífica y otra congeladora.
No está siendo un año fácil como nos explicará Carlos en nuestra conversación. La pandemia y el confinamiento hicieron que la entidad agudizara el ingenio para poder salir a repartir con todas las garantías. Mucha gente confinada era sinónimo de ausencia de reparto, ausencia de visitas a los supermercados y, en definitiva, ausencia de movimiento, de “tráfico” de los alimentos para llegar a donde eran más necesarios. Aquí y ahora esto parece no notarse. En este antiguo matadero hay mucho movimiento y gente que entra y sale. Por cierto, algunos de ustedes se acordarán, aquí estuvo de visita hace un año la Reina doña Sofía. Y bebió agua del grifo, como usted y como yo. Carlos nos lo recuerda.
Pregunta. El Banco de Alimentos está acreditado por sus buenas prácticas por la Fundación Lealtad. Es para estar orgullosos, supongo…
Respuesta. Sí. Pero no podemos bajar la guardia. Estamos acreditados por nuestras buenas prácticas como ONG, pero es una especie de “carnet” que se renueva cada dos años.
P. ¿Como una rendición de cuentas?
R. En el sentido no del puno de vista contable, que para eso están las auditorías, sino en el sentido de buenas prácticas.
P. Y también se les otorgó el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia.
R. Sí, en el año 2012, todo un honor.
P. ¿Cuántos bancos de alimentos hay en España.
R. Creo que somos cincuenta y cuatro, están en todas las provincias, pero en alguna hay más, como, por ejemplo uno en Cádiz y otro en Algeciras, Pontevedra y Vigo, tal vez, León y Ponferrada, creo que hay doble presencia en algunas provincias.
Antes de su creación como lo conocemos ahora, hubo dos intentos de crear un Banco en Córdoba que no cuajaron
P. ¿Cuándo surge el de Córdoba?
R. Éste de Córdoba; porque antes hubo dos intentos anteriormente que no progresaron por la razón que fuera. Este se constituyó en el 2003.
P. ¿Y cómo surgió?
R. Pues un grupo de gente –yo no estaba en esos momentos-, hablo por lo que me han dicho, después de los intentos anteriores, alguien de fuera, otros bancos debieron insistir: “hombre, debéis insistir con gente de Córdoba”. El problema de estas cosas siempre es la necesidad de que haya voluntarios que se impliquen, si no, no arranca, si trabajamos sólo a base de presupuestos no funciona. Tiene que ser a base de horas y de cariño, si no, no.
P. Serían principios un poco, digamos, balbuceantes. Habría que aprender…
R. Claro. Tenemos las memorias de todos los años, y el primero se manejaron 40.000 kilos y ahora estamos hablando de unos 5 millones que podemos haber repartido. Se empieza casi simbólicamente. Me contaron que lo que primero que se repartió fue una bolsa de ajos, de un porte de ajos que alguien donó. Esa fue la inauguración del banco: ¿qué hacemos con esto? Pues repartirlo.
P. Ésta (las instalaciones del antiguo matadero) no ha sido siempre la sede.
R. Empezamos en Mercacórdoba, donde nos cedieron un local pequeñito de 180 metros cuadrados, luego, por culpa de la crisis, Mercacórdoba se fue quedando con algunos locales más libres y nosotros fuimos ocupando alguno de ellos. Luego llegó otro momento en el que le pedimos a la UCO un sitio para los alimentos provenientes de la UE y nos dejaron los talleres de Agrónomos. Allí estuvimos del orden de cinco o seis años.
P. ¿Se dirigieron al Ayuntamiento?
R. Nosotros les veníamos diciendo a todas las corporaciones locales que conocíamos que el banco de alimentos necesitaba un sitio porque tuvimos que repartir fruta en la calle porque no nos quedaba sitio, empezó a ser un poco dramático. Cuando los políticos llegaban allí se daban cuenta y se decían que esta gente necesita algo y se ponían un poco las pilas. El problema estaba en buscar el sitio adecuado, nos hablaron de ciertos lugares pero no reunían condiciones. Nosotros teníamos que almacenar, en fin…
Lo verdaderamente importante son los voluntarios, si no, no funcionaríamos
P. Hasta que alguien pensó en el antiguo matadero…
R. Sí, y no sé por qué mecanismo, era la época de José Antonio Nieto como alcalde, nos propusieron esto, el antiguo matadero. Nadie antes lo había pensado. Vinimos para acá y no todo el mundo lo tenía claro, pero yo, desde el principio le vi muchas posibilidades. Vi que tenía superficie, eso fue fundamental, lo demás ya lo haríamos nosotros con tranquilidad.
P. Pero estaría muy, digamos, diferente ¿no?
R. El primer objetivo que nos planteamos fue arreglar las instalaciones antiguas, almacenes de productos del matadero y las oficinas. Mientras seguíamos en las instalaciones de la Escuela de Agrónomos. Decidimos hacer una nave, sin ayuda pública, financiándonos de recursos propios, con su proyecto previo. Desde la facultad de Agrónomos nos hicieron el diseño de la nave, contratamos a un arquitecto para la dirección de obra y cuando empezamos a hacer los cimientos, como es natural en córdoba, aparecieron yacimientos arqueológicos. Entonces, nos paran la obra.
P. ¿Cundió el desánimo?
R. Para nada. Hicimos una cata más profunda y nos dijeron desde Arqueología de la Junta de Andalucía que había que desplazar la nave de su ubicación y levantarla, instalando una losa de hormigón para no tocar los restos. Eso supuso encarecer el proyecto unos cuantos miles de euros más. Entre bajar techos de alguna zona de lo que fue el matadero, solería en otros sitios, etcétera, la cosa se nos fue a 500.000 euros, pero no quisimos hipotecarnos y dejar que quien viniese después lo pagase.
A pesar de cómo estaba, desde el principio yo le vi posibilidades al antiguo matadero
P. ¿Y cómo se pagó?
R. Coincidió que un año, la Fundación Amancio Ortega junto al BBVA dio para los bancos de alimentos unos cuatro millones y medio de euros para que se dotasen de infraestructuras específicamente. Nosotros presentamos este proyecto y nos dieron 93.000 euros. Luego se lo dijimos a Cajasur, que siempre nos había ayudado, desde el principio, por ejemplo encargándose del alquiler del local en Mercacórdoba. Insistimos pero, como ONG, tuvimos que demostrar que éramos gente seria, porque supongo que habrá habido muchos intentos vanos y, por eso, hay que demostrar seriedad en estas cosas. Así que nos exoneraban del alquiler en Mercacórdoba y eso nos aliviaba mucho. Cajasur, entonces, año tras año, nos subvencionaba según proyectos, no para el funcionamiento cotidiano. No querían levantarse cada año y ver que el Banco no funcionaba en su día a día por su culpa, por eso iban colaborando según proyectos.
P. ¿Y el proyecto era, ni más ni menos, que instalarse?
R. Eso es. Así que le presentamos el proyecto de la nave. Yo les pedí 100.000 euros, que era una cantidad seria; pero les dije que no era para “sustituir” dos años de subvención, dos ejercicios. El primer año nos dieron 42.000 euros, pero también la posibilidad de hacer un concierto benéfico en el Gran Teatro y con la recaudación casi que nos “metíamos” ya en unos 50.000 euros. Y el segundo año, nos dieron algo más de 30.000 euros ya no solo para la construcción de la nave en sí, sino para la instalación eléctrica, servicio anti incendios, etcétera.
P. Y se hizo realidad…
R. Buena parte del local acabó entregándose en 2015 y la nave, finalizada, ya en 2017. Así que un poco antes de aquellas elecciones municipales nos entregaron las llaves con una concesión de cinco años, prorrogable por otros cinco.
P. Menos mal…
R. A cualquiera podía parecerle poco ventajoso, pero nosotros, que veníamos de funcionar de manera precaria, pensamos que, demostrando que somos gente seria en nuestra labor, no deberíamos tener problemas para conseguir la prórroga. Eso tiene un problema no pequeño: según la legislación contable, tenemos que amortizar la inversión mientras estamos funcionando.
Funcionamos con una concesión de las instalaciones por cinco años prorrogables otros cinco
P. ¿Y ya no hay problemas con la prórroga de la concesión?
R. Cuando se presentó esta nueva corporación municipal, hablamos con el alcalde José María Bellido y con la concejala Eva Timoteo, les explicamos nuestra situación, como a todos los políticos que han pasado, tanto en sus fotos cuando hacen campaña electoral, como cuando ya se consolidan. Dio la casualidad de que en diciembre del 2019 ya teníamos anunciada la visita de la Reina doña Sofía y unos meses antes se lo dije al alcalde Bellido, y también le dije que en esa visita hablaríamos del asunto de la cesión, “para que vayas preparando cómo resolver ese asunto”, le dije.
P. Y llega la Reina.
R. Vino la Reina y nos reunimos aquí en nuestra sala más grande con las autoridades locales, autonómicas, la subdelegada del gobierno, también el general de la brigada, que siempre nos ayudan…
P. ¿Y cómo fue la cosa?
R. En la reunión se dieron dos cosas curiosas. Por un lado, hablamos del futuro del Banco de Alimentos y le dijimos a la Reina que nos preocupaba el plazo de la concesión y su prórroga, y le dije: “Majestad, hemos conocido por la prensa que el Ayuntamiento ya lo ha aprobado, pero, sinceramente, hasta que yo no vea el papelito, no me lo creo” y, la segunda anécdota, graciosa, es que yo sabía que la Reina está muy concienciada con los asuntos que tienen que ver con la ecología y favorece este tipo de proyectos. Así que les avisé a los de protocolo de la Casa Real que en la reunión íbamos a poner en la mesa agua del grifo. Le pedí a Emacsa unos decantadores de vidrio que habían hecho para su aniversario y dijo la Reina que “el agua de Córdoba está muy rica”. Así que hemos conseguido la prórroga de cesión. Todos los partidos están de acuerdo, según nos dicen, porque ven nuestra inversión, nuestra labor, pero que si tienen que reunirse, que si la comisión de no sé qué… y yo le insisto al alcalde, yo lo que quiero es dejarlo resuelto antes de irme o de que el alcalde se vaya. Dejárselo resuelto a los que vengan. Es que desde el punto de vista de auditorías contables y tal, hay que dejar constancia de las cosas, no valen sólo las intenciones.
Hemos conseguido tener una huella de carbono negativa
P. ¿Con cuántas entidades trabajan?
R. Son 260 instituciones de la capital y la provincia las que se benefician del Banco.
P. ¿Se puede ampliar ese número?
R. Nosotros no queremos que se amplíe. Lo que queremos es que si aparecen nuevas bolsas de beneficiarios se adhieran a alguna de las que ya está. Pedimos que si, por ejemplo, aparece una asociación de vecinos que nos habla de unas familias necesitadas, que se dirijan a una de las entidades que ya están siendo beneficiadas y así no abrimos más engorros, más papeleo.
P. Lo ideal es trabajar como una red, supongo.
R. Claro. El Banco reparte tres tipos de alimentos: lo que viene de la Unión Europea, la fruta y verdura y los alimentos del propio Banco. Las entidades son libres de adherirse a estos programas, bien a los tres a uno o a dos de ellos. Entonces puede darse el caso de que un vecino se beneficie de los tres programas y el de la acera de enfrente, sólo de uno. Y eso es difícil de explicar, que la entidad que lo atiende no se ha adherido a tal programa.
Nosotros no tenemos culpa, estamos para lo que nos digan
P. Sé de su trabajo en pos del objetivo del “Desperdicio 0”. Eso debe ser una labor prácticamente eterna ¿no?
R. El origen del Banco es la lucha contra el desperdicio. Así nació cuando en EE. UU ven que una señora está recogiendo comida de un contenedor y al lado un supermercado la está tirando. Después la Unión Europea plantea repartir los excedentes de producción a la población más desfavorecida. Luego amplió el objetivo y la gama de productos que repartir. Así que se destinan esos productos para que en España sean repartidos al cincuenta por ciento entre el banco de alimentos y la Cruz Roja.
P. ¿Seguimos “tirando” mucho?
R. Luego hay un tercer problema: las producciones agrícolas que tienen dientes de sierra, a veces hay excedentes, otras veces no, cuando haya vamos a colocar esos excedentes a favor de los desfavorecidos… Luego los Bancos de Alimentos organizan las “Operaciones Kilo” que son para sensibilizar, así se va a los colegios, a los centros comerciales...
P. No parece tener final…
R. Si nos proyectamos al futuro, nos damos cuenta de que una sociedad tan industrializada, con asuntos como lo homogeneidad o la caducidad de productos, un asunto como el desperdicio cero no se va a conseguir nunca. Esa es la batalla que está por luchar y tratar de ganar.
P. Y ustedes, haciendo honor a su certificación de buenas prácticas, supongo.
R. Sí. Le pedimos a la Universidad de Córdoba a que nos ayudase a ver cuál era nuestra huella de carbono. Que nos hiciera un informe, gratis, claro (sonríe). Y se ve que el Banco de Alimentos tiene, como ya sospechábamos, una huella de carbono negativa. Aprovechamos cosas que irían a vertedero. Somos la única entidad que su emisión de CO2 es cero. Eso es importante. Nosotros tenemos que luchar por eso. Por ejemplo, explotaciones agrícolas nos traen productos que si no vienen aquí irían a vertederos. Por ejemplo, no daré el nombre, pero acabamos de recibir un palé de un producto que caduca el próximo día cuatro, y tenemos que entregarlo como sea. La agilidad del Banco de Alimentos les quita problemas a ese tipo de empresas, porque si no, los productos irían al vertedero.
Ésta es peor crisis que la del 2008
P. Y eso no serán los únicos problemas ¿verdad?
R. O también nos vienen productos mal etiquetados, como hace un par de años que recibimos un millón y pico de litros de un refresco. Por no hablar de la sensibilización que tiene que haber en la hostelería y en los propios hogares, en los colegios... Tengamos en cuenta que el 30 por ciento de la producción agrícola mundial va al vertedero; así que hay una línea infinita por hacer.
P. ¿Y ustedes, internamente, realizan acciones en ese sentido?
R. El Banco de Alimentos ha decidido varias acciones, por ejemplo estamos instalando paneles solares para el autoconsumo de energía eléctrica, los próximos vehículos que compremos serán eléctricos y no vamos a utilizar bolsas de plástico, excepto si son reciclables. Y ampliar la labor de sensibilización.
P. Han vivido dos crisis muy graves, la económica del año 2008 y esta sanitaria y también económica y social ¿Cuál es más grave?
R. Ésta última, sin duda. Sobre todo en abril, cuando el confinamiento. Porque de la noche a la mañana toda la economía sumergida se ve sin recursos para comprar alimentos. En el momento en que no se puede salir a la calle a hacer una “chapucilla” o limpiar en una casa, pues ya no hay dinero para ir al supermercado. Eso fue horrible: los voluntarios no podían venir, la gente no salía y, además, muchas entidades tenían alimentos almacenados y no los repartían por miedo. Tuvimos que aceptar a universitarios, con las facultades cerradas, como voluntarios. Yo les expedía una especie de salvoconducto y podían venir a por alimentos y sacamos la cosa más o menos adelante.
P. Por cierto ¿cuál es el perfil del voluntario?
R. Podíamos distinguir entre el voluntario habitual y el, digamos esporádico. Algunos son puntuales, cuando pueden, cuando nos dicen que podemos contar con ellos para acciones puntuales o concretas. . Los más habituales son jubilados o en paro. Pero los desempleados lo que quieren es encontrar trabajo, naturalmente. Así que, básicamente, jubilados. Este año hemos echado mano más de los militares. Antes venían para la clasificación, este año ha habido menos clasificación y han ayudado también en el reparto.
P. Antes de finalizar nuestra conversación, Carlos me cuenta otra anécdota de la visita al Banco de la Reina doña Sofía…
R. En un momento de la reunión, su Majestad me preguntó que “qué necesitaba” y yo le contesté: “un sustituto”. Y los dos nos reímos.
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