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Ariel Montenegro: “El Córdoba me dejó marcado”

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Paco Merino

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La perilla le da un porte aristocrático. Conversa mirando a los ojos, salpicando la charla con anécdotas y verdades construidas a través de experiencias en el pellejo propio. No habla de películas que le contaron. Cuando cruza el umbral de la modesta instalación municipal de Poniente, las miradas se vuelven hacia él y le llueven los saludos, a los que responde con cierta timidez. Ariel Alfredo Montenegro Casella (Buenos Aires, 1975) acude con el uniforme de trabajo: una mochila azul, pantalón corto y una camiseta con la publicidad de una inmobiliaria. Hijo de futbolista, hermano de futbolista, padre de futbolista. “No concibo mi vida sin el balón”, dice con una sonrisa en la que parece explicar que lo suyo con este deporte no es ni siquiera una decisión consciente, sino determinismo genético.

En Córdoba ha hecho su vida. Dice que de aquí no se mueve -“a no ser que me echen”, bromea- porque tiene un buen puñado de tareas pendientes en su agenda personal. Entre ellas, hacer crecer a un conjunto de barrio que se ha convertido “en el segundo equipo de la capital”, apunta sin disimular el orgullo de haber experimentado ese indefinible placer que supone dejar impreso su nombre en la historia de una institución. El otro, el primero de la ciudad, es el Córdoba CF, al que dedicó algunos de sus mejores años como profesional. Llegó en el año 2000, en los tiempos en los que Rafael Gómez Sandokán libraba una batalla por poner a la ciudad en el mapa futbolístico a golpe de chequera. Diecisiete años después, Ariel es el entrenador del Club Deportivo Ciudad Jardín Comunicaciones, que terminó como campeón de la Primera Andaluza y logró ascender a la División de Honor Senior. Hablamos de la quinta categoría nacional, muy lejos de los focos del profesionalismo. “Es muy difícil salir campeón en cualquier liga”, resalta el bonaerense, que tiene clara una receta para prosperar: “No es bueno saltarse escalones”. Él no tiene prisa. Sabe que lo que ha conseguido es una hazaña clandestina, un éxito para minorías. Ha llevado la alegría a una barriada popular y ha grabado un recuerdo para siempre en un puñado de hombres que quedarán como una referencia del fútbol local.

Montenegro defendió la blanquiverde más de cien veces -es uno de los extranjeros históricos del club- y firmó en 2003 un gol en Getafe que valió una permanencia. “Me gustan los goles que significan algo, por eso aquel que marqué fue lo más grande. La gente aún me lo sigue recordando por la calle. Le di vida al Córdoba, un club que me ha dejado marcado”, cuenta sentado en un vestuario en el que no hay jacuzzi ni taquillas personalizadas. Una pizarra garabateada con esquemas y nombres a tiza, fotocopias con frases motivadoras sujetas a la pared de lozas blancas, un espejo agrietado y fotos de héroes locales. “El marcará el primer gol por nosotros y nosotros haremos los demás para él”, dice la leyenda en una foto de Luismi, un futbolista que falleció en 2012 de muerte súbita. A su lado, en un improvisado altar, aparece la imagen de Cuquín, otro hombre de fútbol que murió hace unos meses y entrenaba a chavales del barrio. Los rectores del club son los guardianes de la memoria de quienes dejaron allí su vida. La caseta parece de otra época. Puede que no sea muy distinta a aquellas en las que Ariel de forjó en clásicos de su país hasta llegar a estrenarse en la Primera División. Fue en 1995, con San Lorenzo. “Sólo tenía unas botas para jugar. Estaba lloviendo. Cuando me vieron, uno de los veteranos me dijo que cogiera unas de tacos de su bolsa. Y así debuté, con unas botas prestadas”, relata.

PREGUNTA. Lleva ya tres años en el club Ciudad Jardín. Lo que ha conseguido lleva un trabajo detrás.

RESPUESTA. El primero fue complicado porque veníamos de una categoría andaluza fuerte, con equipos de Sevilla, y descendimos en la última jornada con el Utrera aquí, que subió a Tercera y aún se mantiene. La segunda fue de transición. Dejamos escapar nosotros el ascenso porque perdimos partidos clave, en los que podíamos haber estado más arriba. En la tercera llegó la vencida porque el trabajo siempre termina dando sus frutos a la larga. Desde nuestro punto de vista, igual para el de otros no, fuimos los justos campeones. Estuvimos peleando hasta la última jornada con el Montilla, pero ya les habíamos ganado el golaverage aquí en casa ganando y empatando en la suya. En nuestra humilde opinión, fuimos justos campeones.

P. ¿En quién se inspira en los banquillos?

R. Nosotros tenemos una forma de jugar que la llevamos trabajando desde hace tres años. Nos gusta jugar la pelota y lo hacemos de la misma manera tanto aquí en nuestra casa como fuera. Por suerte o por desgracia, con el profesionalismo, aprendes cosas de la gente. De lo bueno y de lo malo, siempre vas sacando enseñanzas y eso es lo que luego te hace formar tu propio estilo. Aprendes de todos, hasta del que te puteó. Luego tienes la experiencia tuya, que vas ganando con los años. Lo que está claro es que un equipo tiene que saber a lo que juega.

P. Supongo que en estas categorías no es sencillo armar un equipo y darle un estilo. Cada cual tiene el equipo que puede y no el que quiere.

R. Este año he tenido la posibilidad de fichar yo. A coste cero, como es normal, pero escúchame: he podido elegir dónde quería fichar y creo que ha sido la mejor planificación que he podido hacer en mi vida. Eso se ha notado a la hora de cubrir el objetivo. Uno va aprendiendo con los años. Ya conoces el campeonato, sabes dónde puedes ir y qué es lo que puedes hacer para estar arriba. No es fácil, pero con trabajo y persistencia se consigue.

"De lo bueno y de lo malo, siempre vas sacando enseñanzas y eso es lo que te hace formar tu propio estilo. Aprendes de todos, hasta del que te puteó"

P. ¿Se ve en un futuro como profesional en un banquillo?

R. Sí. Todo el mundo apunta a eso. El que te diga que no te está mintiendo. Yo me veo capacitado para este trabajo. Llevo tres años aquí, más los que estuve en el Córdoba en cantera. Son seis años y pico entrenando. Siempre se aprende, desde el primer día hasta hoy. A mí me gusta ir paso a paso, que creo que es lo correcto. No me gusta saltarme los escalones. Es lo mismo que cuando tú debutas en Primera División. Pues antes pasaste por el B, por las categorías inferiores... Pues los entrenadores, lo mismo. Yo no concibo que te puedas saltar escalones porque el cambio es muy grande y puedes caer.

P. ¿Quién le trajo a Córdoba?

R. Aquí estaba Coco de director deportivo y trabajaba para el club Mariano Mansilla. Fue a través de ellos.

P. ¿Qué se encontró aquí? Era la primera vez que salía de Argentina para jugar al fútbol. Allí tenía ya un buen cartel.

R. Fue en el 2000. Estuve ese año y nos salvamos holgadamente. Una de las pocas veces que el Córdoba estuvo primero en la Liga de Segunda División después de muchos años. Estuvimos primeros varias jornadas. Incluso salimos líderes del Vicente Calderón, tras empatar con el Atlético de Madrid con un gol de penalti que metió Melgar. Fueron momentos muy emocionantes. El club llevaba muchos años metido abajo y después del ascenso llegaron unos meses en los que hicimos grandes partidos. Fue un año bonito y para disfrutar. Al final tuvimos un bajón y hubo un poquito de apuro, pero desde luego nada que ver con lo que pasamos después en los años siguientes.

P. Estuvo cinco temporadas en el club, algo extraño para un futbolista extranjero y aún más en esos años de convulsiones permanentes.

R. Si, cinco años y pico en el Córdoba. Es un club que me ha marcado. Aquí he vivido episodios importantes de mi carrera de futbolista. He sido líder y he vivido descensos. He pasado de todo. Aquí en la ciudad he hecho mi vida. Ahora lo vivo como un hincha más. Por las circunstancias no voy al estadio, pero no me pierdo un partido por la televisión y lo sigo cada semana. Yo me siento un cordobesista, este club lo he sentido y lo sigo haciendo.

P. Siempre que se hace referencia a jugadores argentinos que dejaron marca en el Córdoba se habla de Daniel Onega, en los años 70, y de Montenegro en la época moderna del club.

R. Para mí es un orgullo. Fíjate que a mí aún me sigue dando vergüenza que me conozcan por la calle o que me paren para firmar un autógrafo. Mis niños me dicen: ¿qué hiciste, papá? Los más pequeños no me vieron jugar en el campo y yo les cuento cómo fue, les enseño fotos. Los grandes sí me vieron. El fútbol es eso. Los recuerdos, la memoria, que el grande le cuente al chico lo que vio y que éste lo entienda como si lo hubiera vivido realmente. A mí me enorgullece que hablen de mí después de los años, como los más mayores hablan de Daniel Onega o de jugadores de aquí como Perico Campos. Al final, el fútbol es grande porque nos provoca recuerdos inolvidables y somos capaces, con la ilusión, de compartirlos con los demás y volverlos a vivir.

"Estuvimos primeros varias jornadas. Incluso salimos líderes del Vicente Calderón, tras empatar con el Atlético de Madrid"

P. Siempre le recordarán por el gol en Getafe.

R. Sí, fue uno de los momentos más intensos de toda mi carrera. Llegamos al partido con la necesidad absoluta porque si perdíamos nos íbamos al fondo y ya no había solución. Había muchos nervios en todo el mundo. Era un drama pero era bonito. Para los futbolistas era una prueba grande, porque estuvimos todo el campeonato sufriendo mucho, con resultados malos y un ambiente que quemaba mucho. No era sencillo el día a a día. Mucha presión, cambios de entrenador, el mercado de invierno con muchos fichajes y salidas... Había muchos compañeros que ni sabían dónde estaban. Ya te digo, muy difícil. Escúchame: para sacar aquello adelante había que echarle valor.

P. Se dice que los ascensos y las salvaciones son los títulos de los pobres.

R. Sí, marqué ese gol, pero al Córdoba lo salvamos todos. Fue como ganar un título. Lo festejamos en el campo con los aficionados, que vinieron muchos en autobuses desde Córdoba. Fíjate que fue una temporada muy mala, pero terminó con fiesta. El fútbol tiene esas cosas.

P. Era un centrocampista con buen toque, jerarquía y gol.

R. Marqué goles bonitos, pero los que más recuerdo son los que tienen un significado, los que valieron para algo. Ese gol en Getafe valió por una salvación. Han pasado muchos años y la gente aún se acuerda de aquel día, de aquel gol y de lo que supuso para el club y para la ciudad. Los aficionados se siguen emocionando con ese recuerdo, que quedó para la historia.

"Mis niños me dicen: ¿qué hiciste, papá? Los más pequeños no me vieron jugar en el campo y yo les cuento cómo fue, les enseño fotos"

P. Siempre les tocó padecer mucho en el Córdoba, que no terminaba de despegar y sufría para mantener la categoría.

R. Al siguiente otra vez a sufrir. En Leganés ganamos por 0-1 y también logramos quedarnos en Segunda en otro año complicado en todos los sentidos. Cambios de entrenador, de jugadores, un ambiente de tensión... Era difícil el día a día.

P. En aquellos años se hizo célebre el apodo de “la trituradora” para hablar del Córdoba, por el que pasaban entrenadores y jugadores sin que nadie cuajara con su proyecto.

R. Nos tocó vivir esos años. En el 2005, en el año del cincuentenario, nos fuimos al descenso en una temporada increíble. Hicimos una primera vuelta horrible, fatal, sin ganarle casi a nadie, y luego en la segunda vuelta llegamos a sumar cuarenta puntos. La reacción fue increíble. Lo tuvimos en la mano. Hubo hasta cinco personas distintas al frente. Me tocó vivir un Córdoba de locos. Empezó Esteban, después Roberto, Crispi y al final se puso Juan Carlos Rodríguez, que era el director deportivo, con Rícar. Llenábamos el campo todos los partidos, con más de quince mil personas. Estábamos haciendo una remontada histórica, pero no pudo ser.

P. Aquel partido ante el Valladolid, ese 3-4 que marcó a toda una generación.

R. Sí. Uno de los peores momentos que recuerdo de mi vida deportiva. Aún le sigo dando vueltas a aquel partido. Si jugamos doscientos partidos con ellos sólo perdemos ese. Metimos tres goles y nos cuelan cuatro. Y el portero de ellos... En uno de los goles se cae, en otro se esconde detrás de la barrera, otro de la meten con la uña desde lejos... Y nosotros tuvimos oportunidades de todas clases y no fuimos capaces de meterla. Fallamos la mundial. Nos pusimos 2-3 y fallamos cuatro goles. Fue mortal. Cuando no es para ti, no es para ti. No sé. Lo intentamos. Yo quiero creer que todos pusimos todo lo que teníamos para ganar. Mira. Te digo una cosa. Descendimos y el público nos despidió aplaudiendo y puesto en pie, con el estadio lleno. Luego nos esperaban en la puerta para abrazarnos. Yo lo comenté con mi padre todo esto que estábamos viviendo en Córdoba y no se lo creía, se emocionaba y todo porque eso no es una cosa normal. En cualquier otro sitio desciendes y la gente te quiere matar. Aquí perdimos la categoría, pero salimos como triunfadores.

"El del Valladolid fue uno de los peores momentos que recuerdo de mi vida deportiva. Aún le sigo dando vueltas a aquel partido"

P. En esos tiempos se hacía del drama una fiesta.

R. Bueno, realmente a nadie le gusta pasarlo mal ni bajar. Lo bonito es ganar títulos. Pero como profesionales y como hombres tenemos que tener unos valores. Uno puede descender, pero hay formas de hacerlo. Si la gente ve que te has dejado la piel, que has hecho todo lo que has podido, que lo has entregado todo... El aficionado de verdad lo valora. Sabe lo que es eso. Lo que un equipo no puede hacer o no se le debe permitir es que baje los brazos, que los jugadores se rindan. Eso nunca.

P. ¿Qué relación tuvo con Rafael Gómez?

R. ¿Rafael Gómez? Siempre tuve una buena relación con él. Un hombre con empuje, con ganas, que quería que el Córdoba triunfara y fuese hacia arriba. Era un hincha más, con todas las cosas que puede tener el hincha de un club. Se enfadaba mucho en las derrotas y cuando ganábamos éramos los mejores. Lo vivía y lo sentía cada día y eso lo notábamos. Yo siempre le respeté. Tenía prisa por lanzar al club hacia arriba, pensaba en ascender a Primera División... Ponía ilusión y también su dinero. Es una pena que las cosas no salieran como él soñaba porque hizo todo lo que pudo y puso el corazón.

P. El Córdoba llevaba diecisiete años en Segunda B, subió de categoría y en la ciudad fue un boom. Estalló la Cordobamanía y se empezó a hablar de subir. Quizá se quiso ascender muy rápido y eso generó siempre mucha tensión y nerviosismo.

R. El club venía de muchos años en Segunda B y la afición tenía ganas, pero todo ha cambiado mucho en ese aspecto. El otro día lo comentaba con algunos futbolistas. Les dije que ojalá hubiésemos tenido nosotros a la afición tal y como la tienen ellos ahora. El cordobesismo ha cambiado mucho en estos años y creo personalmente que es para mejor. Se nota más la experiencia, la madurez. Hay gente que ha vivido temporadas en categorías más bajas y valoran más lo que se hace. Y ya hasta llegamos a Primera División. Ahí es normal que se hagan muchos socios y que vaya la gente, pero para mí los que realmente tienen valor son los que apoyan en las buenas y en las malas. Esta temporada, siendo mala, se ha visto cómo los hinchas siguen acudiendo al campo y respaldando al equipo aunque a veces no se vea mucho fútbol. Nosotros, en nuestra época, notábamos más la exigencia.

"Con Rafael Gómez tuve una buena relación. Era un hincha más, con todas las cosas que puede tener el hincha de un club"

P. El cincuentenariazo destrozó al club por dentro. Lo sufrió y terminó saliendo.

R. A mí ya no me cuadraban las cosas aquí. Tenía una cláusula de renovación de contrato si jugaba más de 25 partidos. Cuando llegué a esa cifra desaparecí de las alineaciones. Ya sólo me sacaban algunos con la segunda parte empezada, porque si estaba menos de cuarenta y cinco minutos no me contaba como partido completo. Así se evitaban tener que renovarme el contrato. Yo hablé con la directiva y les dije que no veía bien lo que estaban haciendo, pero el caso es que funcionaban así. No me quedaba más remedio que aguantarme. Luego llegó el descenso a Segunda B y ya no seguí. Me fui al Pontevedra, en Segunda B, y después de una primera vuelta muy destacada me fichó el Numancia, en Segunda. Estaban en puestos de descenso, marqué siete goles en la segunda vuelta y al final quedamos sextos, pero aún no existía el sistema de play off y subieron los tres primeros. De ahí al Hércules, dos años más en Segunda A. Al Córdoba no volví más a jugar.

P. Supongo que vivió de todo dentro de ese vestuario del Córdoba. Para un futbolista no debe ser fácil el día a día.

R. Desde dentro era una filosofía complicada. En algunos años hubo cuatro entrenadores. Por aquí vi a Verdugo, Crispi... Cada uno con una forma de jugar diferente. Un equipo tiene que tener una identidad, venga quien venga. Y al Córdoba le faltaba eso. Llegaba uno y te decía una cosa, llegaba otro y te explicaba la contraria. Los jugadores, ahí hacíamos lo que podíamos. Le poníamos voluntad, porque somos profesionales y queremos que todo vaya lo mejor posible. Nos jugamos nuestro prestigio, nuestras carreras, nuestros contratos... Un descenso hunde a todo el mundo. Todos pierden. Y algunos lo pierden todo.

P. ¿Qué me dice del Córdoba actual?

R. Ahora ves al Córdoba y te aburre. Es triste. Eso nunca lo puedes tener en un equipo. Y más cuando te encuentras siempre con un campo lleno. Hay una afición ahí a la que tienes que dar una respuesta a lo que quiere. La gente va al campo para ver fútbol. Nosotros bajamos, escúchame, pero la gente se puso de pie y nos reconoció lo que habíamos hecho. La gente lo vio. Ahí no puedes engañar a nadie. Nosotros hicimos todo el esfuerzo, pero hay cosas que no dependen de ti. Si la pelotita no entra, por lo que sea, pues todo se viene abajo.

"Ahora ves al Córdoba y te aburre. Es triste. Eso nunca lo puedes tener en un equipo. Y más con un campo lleno"

P. Al final, el fútbol es una colección de experiencias.

R. He tenido la suerte de vivir un descenso y de ser campeón. Los nervios son totalmente distintos. Para ser campeón dependes de ti y son nervios bonitos, pero los nervios por no descender... eso te atenaza, es un fracaso que se te viene encima. La alegría del ascenso dura ese momento, pero el descenso provoca una tristeza larga. En la historia los descensos no se computan. El ser campeón queda en la historia del club donde estés. No es campeón cualquiera. En ninguna categoría. Mira nosotros, un club tan humilde que gane un campeonato contra clubes con presupuestos superiores al tuyo. Con que tengan un euro, ya tienen más que nosotros. Así lo disfrutamos más.

P. El Córdoba ha tenido casi veinte argentinos en su historia, pero al final el gol del ascenso a Primera lo marcó un mejicano. ¿Cómo vivió aquel día?

R. Fui de los primeros que llegué a Las Tendillas con mis amigos y mis hijos porque estábamos viéndolo. Es un triunfo de todos. Nosotros trabajamos para mantenerlo en la categoría y que pudiera dar el salto. El mérito es de ellos, pero yo hice mi parte. Yo jugué ciento y pico de partidos con esta camiseta y puse mi parte. Nosotros pusimos nuestro granito de arena en nuestro momento. Como los que hubo antes que nosotros.

P. Después de finalizar como jugador estuvo en la entidad en distintos cometidos -pasó por el departamento de marketing- y también entrenando en las categorías inferiores. ¿Salió bien del Córdoba?

R.  Estuve entrenando desde la Fundación hasta el Primera Andaluza de cadetes. El club decidió que no tenía que continuar allí. Fue con el cambio de propiedad. Creo que fui uno de los últimos ex jugadores que salió de allí, aunque ahora están Carrión y Clavero. ¿Decepción? No. Quizá me entristece porque igual no valoran lo que uno trabaja. No digo que me tengan que contratar ni nada de eso, ellos son libres de hacer lo que crean más oportuno, pero sí me pregunto no ya por mí sino por otros antiguos jugadores del club que creo que podrían aportar allí dentro. Mira Rafa Navarro y la gran labor que está haciendo en el Espeleño. También otros ex compañeros que están en otros clubes y tienen cualidades para ayudar. Pienso que podríamos tener una posibilidad, al menos. Pero esta gente que hay ahora piensan que no es el momento y nos tenemos que buscar la vida por otro lado. Estamos teniendo resultados buenos y eso demuestran que algo podríamos hacer. Pero bueno, es algo que no depende de uno. Trabajamos, lo hacemos lo mejor que sabemos, y seguimos la vida mirando al frente.

"El club decidió que no tenía que continuar. Fue con el cambio de propiedad. Creo que fui uno de los últimos ex jugadores que salió de allí"

P. En los últimos años tuvo un paso fugaz por dos clubes de la provincia: Lucena y Peñarroya.

R. En Lucena deportivamente no fue mal, porque nos clasificamos por primera vez para la Copa del Rey. En lo económico fue otra cosa, porque llegado el mes de diciembre no hubo posibilidad de que el club pudiera hacer frente a los compromisos que tenía contraídos y entonces tuvimos que tirar para otro lado. En Peñarroya ya fue un periodo final por seguir vinculado al fútbol a un nivel más bajo. Mira, yo quise ir dejando poco a poco el fútbol como jugador y no que el fútbol me dejara a mí. Fui profesional, me entregué en cada sitio en el que estuve y llegó el día en que creí que era el momento de ponerle fin.

P. ¿Le quedó la espina de no haber jugado en Primera División?

R. Bueno, yo sí he jugado en Primera. En Argentina, en mi país, jugué en la máxima categoría. Además, antes de retirarme quise volver para tener una experiencia más y estuve en el Gimnasia y Esgrima de Jujuy. ¿Que en España no estuve en Primera? Bueno, jugué en Segunda División en unos años en los que la categoría era como la Primera en otros países. Yo me he enfrentado en Segunda al Atlético de Madrid, el Betis, el Sevilla, el Zaragoza, el Celta... La mitad de los equipos que están ahora en Primera fueron rivales del Córdoba en Segunda en esos años. No me queda nada dentro. Yo he sido feliz en mi etapa como futbolista y siento orgullo de cada club en el que estuve. En unos mejor y en otros peor, pero siempre defendiendo mi manera de ver el fútbol y la vida. Yo soy de una forma y nadie me va a cambiar.

P. ¿Cómo es un día en la vida de Ariel Montenegro?

R. Por las mañanas tengo mi trabajo, luego doy clases de fútbol extraescolares en La Salle, y para terminar estamos con el senior y el juvenil del Ciudad Jardín y en Los Califas. Fútbol a full. Esta es mi vida.

P. Es un cordobés ya.

R. Soy un cordobés más. Llevo aquí ya diecisiete años y no pienso irme. Aquí está mi vida, mis hijos... Es una bella ciudad, donde se vive bien. Me siento querido y tengo proyectos en marcha, cosas que hacer que me ilusionan para el futuro. Y será en Córdoba.

P. Su padre fue futbolista. ¿Le gustaría que sus hijos siguieran la tradición?

R. Tengo cuatro hijos y los cuatro juegan al fútbol. Los dos mayores han estado esta temporada en mi equipo y Tomás, con 19 años, ha tenido protagonismo. Para un padre es un orgullo. Imagínate. Ser el entrenador, salir campeón y que en el equipo esté tu hijo. Eso se queda para mí.

P. Perdone, pero tengo que preguntárselo. ¿Se queda con Maradona o con Messi?

R. Totalmente imposible compararlos. Distintos en fútbol y en época. Yo he visto jugar a Maradona y era grandísimo, pero es que he visto jugar a Messi y también es grandísimo. Yo jugué contra Maradona. Yo en San Lorenzo y él en Boca. A Messi no me lo he encontrado nunca porque no hemos coincidido en categoría. Yo no los comparo. Lo disfruto de los dos. ¿Por qué compararlos? Son dos genios del fútbol.

"¿Por qué comparar a Maradona y Messi? Son dos genios del fútbol. Me quedo con los dos"

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