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Vicente Amigo continúa la senda que eligió

Concierto de Vicente Amigo en el Teatro de la Axerquía | TONI BLANCO

Alejandra Luque

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En medio del escenario, con un foco alumbrándole por completo y un micro. No estaba solo porque desde que se conocieron, Vicente Amigo y su guitarra se acompañan en una especie de amor odio que le hace convertirse en esclavo de su propia pasión. El de Guadalcanal llegaba al Teatro de la Axerquía para presentar su último disco, Memoria de los sentidos, y poner punto y final a la trigésimo octava edición del Festival de la Guitarra. Arrancó con la taranta Callejón de la luna que, en un alarde de maestría, convirtió en una soleá. Los  intensos aplausos tras esta primera canción llevaron al artista, parco en palabras en la mayoría de las ocasiones, a llamar al público “amigos”. Empezó y acabó su espectáculo en La Axerquía dando las gracias a todos aquellos que le regalaron su tiempo, “lo más preciado que tenemos”.

Memoria de los sentidos ha roto la estela vanguardista y de continua fusión que Amigo ha experimentado durante los últimos años y que ha plasmado en discos como Tierra o Un momento en el sonido. Escuchar Memoria de los sentidos nos lleva a recordar a un Amigo que, aunque sin llegar a revivir su pureza de De mi corazón al aire, sí nos hace afirmar que el guitarrista ha recuperado esta parte más señera del flamenco. Pero Amigo nunca se fue. Asegurar que Memoria de los sentidos es una vuelta a sus orígenes es ratificar que alguna vez se fue, pero Amigo sólo bebe y vive para el flamenco.

A Callejón de la luna le siguieron los Tangos del Arco Bajo, canción que interpretó acompañado de todo un equipo realmente magistral: Ewen Vernal al bajo, Paquito González a la percusión, Añil Fernández a la guitarra, Rafael de Utrera y Los Mellis al cante y a las palmas y El Choro de Huelva, al baile.

https://youtu.be/1uF3Um_2RLA

Durante cerca de dos horas, el guitarrista fue intercalando temas de otros álbumes y canciones de su último disco, entre las que destacaron Guadamecí, Amoralí, Puentes de los orfebres, Bolero a los padres o Las cuatro lunas, dedicada al torero y amigo Alejandro Talavante. Rumbas, alegrías, seguiriyas y tientos (estos dos últimos nunca los había incluido en un disco). Amigo no se dejó nada atrás. Quiso que el público viviera lo que él experimenta cada noche que se sube a un escenario. Amarra su guitarra y se balancea sobre ella. Mece sus sentimientos entre miradas cómplices con su equipo.

Amigo se acordó de dos de los artistas más grandes que ha parido el flamenco: Enrique Morente y Paco de Lucía. Para el primero, el guitarrista tocó Érase una vez. Este tema, de su álbum Paseo de Gracia, es realmente íntimo para el sevillano. Lo compuso en un momento de su vida en el que uno duda del consuelo. Buscó una voz potente y con garra que cantara aquel tema y eligió a Morente.

A Paco de Lucía le dedicó el final de este concierto a través de su Réquiem, precedido y engarzado con Roma. En Memoria de los sentidos, Amigo se acompaña de un buen número de artistas para regalarle al guitarrista gaditano este pequeño homenaje. A ello contribuyen Miguel Poveda, Niña Pastori, Arcángel, Rafael de Utrera y Pedro El Granaíno. El sonido de las campanas abre esa muestra de veneración. No es un tributo cualquiera: es el del alumno a una figura determinante de la guitarra flamenca moderna, un artista con el que desarrolló no sólo una estrecha colaboración profesional, sino también una profunda amistad.

Amigo cargó el féretro de Paco de Lucía aquel 25 de febrero de 2014. Por él, hoy es guitarrista. Con apenas tres años, el sevillano escuchó, vio al gaditano y se pregunto cómo alguien podía tocar así. El sevillano lleva 25 años mirándose en un espejo en el que, al otro lado, está Paco de Lucía. Sabe la senda que quiere seguir. Y ahí continúa.

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