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Serrat navega por el mar de nuestras historias

Serrat en su concierto en La Axerquía | TONI BLANCO

Juan José Fernández Palomo

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Abre Serrat su concierto da capo (desde el principio) interpretando las diez canciones de Mediterráneo aunque no en el orden del Lp que tantos de nosotros atesora en casa en cualquier formato, regalado, comprado, heredado, en la lista de Spoty para la banda sonora de una cena entre amigos o quién sabe si robado en Simago.

Lo tenemos. Da igual el cómo.

Desde el emblema, tras una introducción musical de la banda, aparece, guitarra en mano, el jefe de todo esto. Suenan, una tras otra, Qué va a ser de ti, Vagabundear, Barquito de papel, Pueblo blanco, Tío Alberto, La mujer que yo quiero, Lucía, Vencidos, Aquellas pequeñas cosas… Y Mediterráneo, otra vez.

El maestro no se esconde: su voz está en primer plano, tal vez en excesiva o arriesgada decisión, y en tres o cuatro coplas busca la afinación atento a su pianista. Y lo consigue.

Si el Mare Nostrum es el vertebrador de nuestra Historia, de Algeciras a Estambul o de la Grecia clásica al Tratado de Schengen, pasando por Bizancio, la expansión del Islam, Venecia, el Cristianismo, las Cruzadas…, el Mediterráneo de Serrat es el de las pequeñas historias de todos y cada uno de los que abarrotábamos anoche el Teatro de la Axerquía (los 3.000) con nuestras pequeñas victorias y fracasos, con los anhelos, las ilusiones, las esperanzas.

Esperanzas también de otros congéneres que, lamentablemente, vemos hoy cómo se quedan en el fondo de nuestro mar convertido muchas veces, insoportablemente demasiadas, en un sarcófago.

Lo dejó claro Serrat cuando cantó Plany al mar, toda una oración, un planto, que años después de componer Mediterráneo está más presente que nunca, o una versión de La mer, de Charles Trenet, interpretando en francés “sus reflejos de plata”. Ah, el Mediterráneo con sus “cientos de lenguas” y “sus islas cientas, desde la magnífica Sicilia a la mínima Ítaca”, nos recordó el cantor.

El capitán se hace acompañar por su tripulación de confianza: los oficiales de puente Ricard Miralles al piano y la dirección musical y Josep María Mas Kitflus a los teclados, encargado de revisar aquellos arreglos que elaboraran en 1971 Juan Carlos Calderón, Gian Piero Reberberi y Antoni Ros-Marbá. En la sala de máquinas, Vicente Climent (batería) y Tomás Merlo (contrabajo y bajo eléctrico) y la suma de la competente marinería formada por David Palau a la guitarra y Uxía Amargós con la viola.

A las canciones de Mediterráneo se sumaron éxitos como una divertida versión en modo charleston de Algo personal, siempre a tener en cuenta, o la manera de levantar al personal con imparables himnos como Para la libertad (un grito del poeta pastor, Miguel Hernández) o Cantares –Machado, nacido tierra adentro y enterrado en Colliure, al borde del último mar, ya saben-.

Muy emocionante fue también que volviésemos a rescatar una espectacular versión de Menos tu vientre, con la guitarra al pecho de Joan Manuel sentado en su taburete del Bocaccio y Uxía con su viola al borde del escenario para recordarnos “que el mundo no está bien, y no digo yo que vaya a estar mejor, pero sin tener en cuenta a las mujeres, mucho peor”.

Petición popular

No estaba previsto, pero una voz popular, desde un rincón de la plaza pública de La Axerquía, gritaba entre canción y canción del repertorio de la orquesta: “¡Curro el Palmo! ¡Curro el Palmo!”. Y tuvo recompensa: el cantor tuvo a bien interpretar, graciosamente, el Romance de Curro el Palmo.

Y, después, en el pueblo, se acabó la fiesta.

Ulises, el curioso, vuelve a partir.

Gràcies, nano. Hasta la próxima.

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